Decía Anatole France, premio Nobel de Literatura, que la independencia del pensamiento es la más orgullosa aristocracia. Ateniéndonos a esta frase, es evidente que la Europa de hoy carece de ambas cualidades, quizás por un efecto de anulación recíproca. En el prólogo de “La Isla de los pingüinos” amplía irónicamente su reflexión: “¿Por qué se preocupa de buscar documentos para componer su historia y no copia la más conocida, como es costumbre?”.
Esto en un tiempo en el que Europa aún conservaba cierta independencia de criterio. La contradicción no siempre constituía un ataque, y si guardaba cierto orden, era soportada. Esta independencia de pensamiento se perdió a finales de la II Guerra Mundial. Gran parte del mundo, por influjo del poder hegemónico de los EEUU, se uniformó (se marshalizo). Esto, apenas perceptiblemente, ha ido en aumento.
Suponemos que en los primeros tiempos, las sociedades creaban las costumbres para defenderse de la hostilidad de la Naturaleza. Como quiera que no todos los miembros de esas sociedades aceptaban los criterios de aquellas costumbres –más ventajosas para unos que para otros—hubo que crear una moral o ética justificativa, que distinguiera lo bueno de lo malo, el bien del mal. Y ahí comenzaron los sofismas y discusiones contradictorias con un importante efecto racional.
Cualquiera que fuera la discrepancia, sobrevivía algo esencial: el deseo de autoprotección de la comunidad. Cuando esto fallaba, venía el desastre. Recordemos Guadalete. Alguien dijo que los animales nunca elegirían a un estúpido como jefe de la manada. ¿Quería decir que la humanidad sí? Pero desde unos lustros atrás ha habido un cambio incomprensible. No vemos en Europa occidental un pensamiento rector que atienda a sus propios intereses. Lo que hizo con muchas de sus industrias, lo ha hecho también con sus ideas. La cuestión es que para defenderlas (dice) está colaborando en destruirlas; más por omisión que por acción.
En definitiva, que estamos en una época en la que no hay que discutir sobre qué pensamiento adoptar, sino sobre si tenemos instrumentos de pensamiento propio. Nos lamentábamos de que Europa había relegado a España a funciones subalternas. En estos últimos tiempos descubrimos que Europa ha sufrido o está sufriendo un destino similar.
Un proverbio oriental dice que “los tiempos difíciles generan hombres fuertes, los hombres fuertes tiempos fáciles, los tiempos fáciles hombres débiles y que los hombres débiles tiempos difíciles”. Peor aún, posiblemente: hombres débiles y arrogantes incapaces de aplicar la razón y la moral a sus necesidades y posibilidades. ¿Es esto verdad? En parte. Creemos sinceramente –no hay halago-- que hay dos sociedades con dos mentalidades: una plana y rectangular, y otra real y silenciada. Probablemente la razón es sencilla: para unos los tiempos son fáciles. En definitiva, esa Europa que vive bien y finge pelearse con la otra, que también vive bien, ha perdido el sentido de la realidad. Perder el sentido de la realidad es a su vez renunciar a un pensamiento racional y moral. La veracidad, la congruencia, la prudencia, lo justo, lo ajustado a la realidad, ni se dan ni se valoran; lo cual redunda en contra de la soberanía.
Cojamos un hecho real de la Historia: A pesar de que no conocen su biografía completa, muchos europeos occidentales coinciden en su admiración a Kennedy. Parte de esa admiración se basa en su actitud en la crisis de los misiles de 1962 (EEUU, URSS, Cuba). EEUU dejó claro que no admitiría misiles soviéticos a ciento cincuenta kilómetros de su territorio. (Olvidemos que antes EEUU había situado misiles en Turquía). Es decir, que un argumento de necesidad, la seguridad nacional de EEUU, se convirtió en argumento moral, en argumento racional.
En junio de 2023 Euronews decía: “Tras el anuncio de Vladimir Putin de que desplegará misiles nucleares tácticos en Bielorrusia, un nuevo informe ha arrojado luz sobre la preocupante evolución del equilibrio mundial de armas nucleares”. En este punto preguntaremos: ¿esos europeos consideran correcta la decisión de Kennedy en 1962? Creemos que un noventa y nueve por ciento diría que sí.
Veamos otro párrafo, en este caso de la misma fecha, de La Razón: “Solo tres países de la OTAN tienen armas nucleares propias, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Sin embargo, hay cuatro países de la Unión Europa que almacenan armas nucleares estadounidenses en su territorio, según el Center for Arms Control and Non-Proliferation… Se trata de Italia, Bélgica, Alemania y Países Bajos, a los que se suma Turquía…”. Ese noventa y nueve por ciento que creemos se considera kennedyano, ¿cómo relacionaría ambos párrafos? ¿Lo de Cuba sólo para Cuba? ¿Lo de Cuba para el mundo entero? Esa es la diferencia entre un mundo moral y racional y otro que no lo sea.
Vayamos más allá: aceptemos que nos negamos a pensar racionalmente porque esa es nuestra santa voluntad. Lo absurdo sería pretender que los contrincantes estuvieran dispuestos a pensar absurdamente y a situase en una posición suicida según criterios kennedysianos. Por muy soberbios e irracionales que seamos, lo que nos digan al otro lado de esa frontera que hemos construido artificialmente sí nos afecta. Sería conveniente aceptar que el arma nuclear ha convertido la realidad en una especie de espejo. Lo que aquí se hace se reflejara vital o mortalmente allí, y viceversa.
Demos un paso más y reunamos el presente y el futuro. Resuelto el conflicto, si se resuelve, en la Europa oriental ¿pretenderemos entrar seguidamente en otro con China? Concretemos los puntos de ese conflicto congelado: una situación de relaciones entre Europa y China aceptables; una China que no renunciará a esa parte de su territorio (Taiwan); capacidad para lograrlo; una aspiración reforzada por el derecho internacional y por el resto del mundo, incluido el país (EEUU) que en su doctrina militar ya ha establecido que su enemigo estratégico siguiente –es decir, que ya hay un conflicto de recambio-- es China. ¿Alguien cree sinceramente que este tipo de pensamiento es racional y moral (se ha reconocido el derecho de China) y que no terminará en catástrofe?
Volvamos a Anatole France: “Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales”. ¿Todavía es válida esta reflexión inspirada en la catástrofe de la I Guerra Mundial? Sí y no. Situada la beligerancia en su último estadio, la frase es optimista. Ni los industriales se salvarían.
Hay personas muy válidas e informadas que manifiestan su escepticismo respecto a las próximas elecciones europeas. Creen que las políticas “sin sentido de la realidad” se verán reafirmadas si los electores no saben dar un golpe de volante de 180 grados. Ya no se trata sólo de las políticas buenas o malas que la UE pueda imponer a los estados sobre política interior. Ahora se trata de la supervivencia de un mundo en el cual una parte de él ha dicho que no será víctima única. Que lo que les pase a ellos les pasará al resto. Esto afirmado con capacidad para hacerlo y demostrando que no hablan en vano. Entenderlo no es sólo un asunto de necesidad; también lo es de moralidad. Como decíamos arriba, no puede ser que para defender los principios se renuncies a ellos.
Porque ya no se trata de un conflicto en el medio este, sino de una política que creemos fallida, la del Pivote asiático, pergeñada por Obama y compañía. Según esa doctrina, la mayor amenaza a largo plazo para su seguridad económica y nacional está en China. ¿Cuál sería la solución? ¿Qué cada país que pudiera alcanzarlos debería hacerse antes el harakiri? ¿No es tanto como decir que el caos está asegurado?
EEUU desde que llegó al punto más alto de su poder (entre otras cosas el 50% del PIB mundial; mientras que en 2022 representaba el 15,54% del PIB PPA, frente a China, con el 18,44% PIB PPA) debería haber sospechado que su hegemonía comenzaría a declinar en un determinado momento. Hasta el Sol está sometido a esta fatalidad. Encima una decadencia auspiciada en cierto sentido por sus propios errores. Ochocientas bases cuestan mucho dinero. Se habla de recuperación economíca, pero no es cierto: por cada dólar que EEUU obtiene, se endeuda inmediatamente en dos y medio.
¿Cree EEUU que lo solucionará a mamporrazos nucleares? ¿Ha olvidado la sabia filosofía de la MAD, la de la destrucción mutua asegurada? ¿Cuántas veces ha querido Oriente dialogar con Occidente? Es más, ese “inteligente” Pivote asiático ha propiciado lo que más le preocupaba: la cohesión de casi todo Oriente. Esta es la prueba de que no se puede aplicar un pensamiento caduco a una realidad dinámica. George Kennan, autor del Telegrama X (1946), donde se recomendaba la política de contención (una opción dura) sabía adecuar el pensamiento a cada tiempo. En 1997 decía: “Dicho sin rodeos... expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría”. En una entrevista dada al New York Times añadía: “Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie más. Esta expansión haría que los padres fundadores de este país se revolvieran en sus tumbas”.
No lo dijo un pacifista o un antiamericano, sino alguien que sabía aceptar lo irremediable sin creer que la fuerza es la única solución. Además, olvidemos el nombre de China: ¿un poder hegemónico eterno, amenazador de cualquier otro equivalente que pudiera surgir? ¿Mediante una solución autodestructiva? No es moral. No es racional. ¿Y los líderes de Europa creen que este es al camino? De momento los resultados son todo lo contrario ,
En estas elecciones hay una palabra fundamental que deberemos buscar en las papeletas: la de paz. Quien la olvide o embosque no estará a la altura de las circunstancias. Si no sabe detectar los grandes problemas ¿cómo detectará los menores? Pensar que la guerra, la industria armamentística, reactivarán la economía es tratar problemas modernos con ideas antiguas. Antes podía morir un tercio de la población. Hoy ese sería un resultado optimista.
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