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Semana Santa

Debe ser vivida desde nuestros ojos del alma para poder comprender su sentido profundo
Llucià Pou Sabaté
martes, 26 de marzo de 2024, 09:30 h (CET)

Los cuadros impresionistas deben contemplarse con una perspectiva adecuada, para que en nuestros ojos se formen las imágenes completas. Así también, la Semana Santa debe ser vivida desde nuestros ojos del alma para poder comprender su sentido profundo. Para ello, lo mejor es ponerse en la piel de María la madre de Jesús, y acompañarla estos días cerca de su corazón, tanto si nos es posible salir a ver Pasos de las cofradías que salen a la calle, como si llueve y tenemos que hacer eso de un modo interior.

   

La “Virgen dolorosa” no falta en la imaginería de la Semana Santa, siendo central pues al pie de la cruz está ella, y ella nos ofrece la mejor perspectiva de contemplar a Jesús en su pasión, muerte y resurrección. Cuando hacemos una fotografía, buscamos un buen encuadre, un punto de vista para enfocar: así, podemos enfocarnos de la mejor manera, que es meternos en el corazón de santa María, icono de la vida cristiana, y entrar en las escenas del Evangelio de estos días de su mano, vivir esas escenas como un personaje más.

   

En el momento de la oración del huerto, veremos que los apóstoles dormían, estaban cansados por la tristeza, como nosotros que tantas veces también dormimos... En el juicio en el Sanedrín, encontramos que Pedro reniega de Jesús y se llena de remordimiento, y de él aprendemos a transformarlo en arrepentimiento sin que dé lugar al resentimiento que es como un cáncer.

   

Después encontramos a un hombre débil de carácter: Pilatos. Prefiere salvar su puesto que hacer justicia como un inocente. Y primero manda azotar a Jesús, después intenta un cambio con Barrabás -malhechor homicida- y, al final, también por debilidad, manda la crucifixión lavándose hipócritamente la manos. Como hoy, que en un tiempo de posverdad, preferimos con frecuencia lo políticamente correcto a la coherencia con nuestra conciencia…

   

De camino hacia la Cruz, Jesús encuentra a santas mujeres y a su madre, que en algunas interpretaciones, para consolarla le dice en ese momento: “yo hago nuevas todas las cosas”. El sufrimiento tiene así un sentido transformador: en ese momento se produce la pascua, paso de la muerte a la resurrección. Así, afronta Jesús la crucifixión con ese sentido de abandono confiado al Padre, y acepta ser azotado y maltratado en su cuerpo, el alma llena de miedo y angustia hasta el martirio, intuyendo ya que mediante ese proceso se renovaba todo, el mal dejaba de tener un poder demoníaco para poder trascenderse en una realidad superior, así como el estiércol puede ser energía para que florezcan las plantas y den fruto.


Así vendrá la pascua florida cuando las flores no pueden ya aguantar la primavera que llevan dentro y explotan en un arco iris de colores que adornan la naturaleza. Y después vendrá pentecostés, la pascua granada cuando la flor transformada en su fecundación da esos granos sabrosos que como el trigo podemos llevar a la mesa, siendo la Eucaristía su mejor expresión.


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