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"Dietario voluble", de Enrique Vila-Matas

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
domingo, 11 de octubre de 2009, 06:19 h (CET)
Semanas en las que me vengo recuperando de una caída…, desde más de dos metros de altura. Un día a la semana juego basketball, deporte en el que siempre he destacado. Me encontraba dando pases, en calma, aprovechando la buena ventaja que mi equipo llevaba en el puntaje. En una de esas, me harté de hacerme el huevón y corrí hacia el aro en pos de una buena canasta, alucinándome en las alturas la versión peruana del legendario Michael Jordan. Bueno fuera haber anotado (triste consuelo), pero no: mi mano derecha quedó atrapada en las mallas del aro, la presión del peso de mi cuerpo amenazaba con que el tablero venga sobre mí, entonces para desprenderme necesitaba de toda la fuerza posible, subí ambas piernas y con jalón hacia abajo me libré de las mallas. Obvio, caí como un costal de azúcar. Todo esto en menos de dos segundos, si demoraba más tiempo el desenlace pudo haber sido fatal.

El médico me ordenó descansar. Y como descansar es lo que más me gusta de la vida, opté no refutarle nada. De paso, cómo no, me desentendía por algunos días de mis reuniones con editores que no leen, de escritores que no escriben y de literatos que odian la literatura.

En mi cabecera muchos libros e innumerables películas en DVD. Así fue como leí DIETARIO VOLUBLE (2008), del escritor español Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948).

Sensación rara. Me había prometido no leer en mucho tiempo a este estupendo narrador. La razón: a lo mejor ciertas ganas por leer cosas distintas que no sean solo constantes referencias literarias. Motivo caprichoso, lo sé. Sin embargo, este libro, que no es ficción, ni ensayo, me gustó demasiado, el cual te transmite un inconmensurable amor por el placer de leer, por aprender cada día más y en especial por algo que hoy en día contadas veces se ve: coherencia literaria, intelectual y personal.

Dietario. Diario literario, para no hacernos problemas abordando varias potenciales definiciones. Escrito entre el 2005 y 2008. Vila-Matas en estado puro, reflexionando y dictaminando sobre la relación entre su vida y la literatura, que en su caso es prácticamente lo mismo. Letraherido miembro de la secta de los “lectores que escriben”, como Roberto Bolaño, Rodrigo Fresán, Claudio Magris…

Leía y apuntaba. El autor de PARÍS NO SE ACABA NUNCA ofreciendo una “escrita charla” magistral en más de doscientas páginas. No me dieron ganas de cerrar el libro, al punto que a propósito me demoraba en avanzar y en no pocos casos levantaba la mirada, presa del arrobamiento. Impresión del lector sobre todas las cosas, pero qué impresiones, cachetadas inmisericordes a todos los miembros de la Escuela del resentimiento.

En DV no existe el lugar común, “libro-nudo” en el que se entrelazan el pulso del novelista, la mirada del lector-crítico y la franqueza del que asume la literatura como un destino. Patadas plausibles a la sarta de mentirosos del mercado editorial; llamadas de atención a no cejar en la disciplina interior que todo artista debe privilegiar en lugar de andar buscando muchachas despistadas por el éxito literario; el diálogo del autor con las nuevas fuentes de la información, como las líneas dedicadas al muy buen blog El lamento de Portnoy; la búsqueda de hermanos literarios a distancia, del que sobresale el artífice de mundos paralelos Enrique Prochazka.

Para sorpresa de los ignorantes, el dietario no es un género nuevo. Subvalorado, sí. No existe hoy en día parcela de escritura más plástica que el dietario. Todos podemos escribir uno, llenarlo de nuestra experiencia, lectura y pensamiento, pero eso no quiere decir que estemos pergeñando una muestra literaria. La forma, como bien señalaba Roland Barthes, lo es todo. Es la forma lo que lleva toda creación a un nivel estético. En este sentido, este diario de vivencias y lecturas de Vila-Matas refulge como uno de los principales referentes de este género al que debemos prestarle más atención.

Editorial: Anagrama

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