En unos meses hará 75 años de la novela El festín de Babett de Karen Blixen (en 1987 fue llevada al cine por Gabriel Axel, también danés): en un aislado pueblo de pescadores de la costa noruega, la comunidad practica, en el sentido más estricto, los principios religiosos que el pastor ha predicado durante años. De pronto, Babette, una cocinera parisina que escapa de la Revolución francesa, aparece en sus vidas para cambiarlas; se ve como aquel pueblo sin emociones cambia por la intervención de esta chica llegada al pueblo. La emoción va ligada a un relato, a su aceptación. Si tengo emociones negativas será por culpa del relato, también inconsciente, y lecturas. Es una explicación constructivistasocial de los orígenes y naturaleza de la emoción.
El festín de Babette muestra a las personas influenciadas por las reglas puritanas; en medio de este rigorismo inhumano, Babette recibe un premio de 10.000 francos, y se los gasta en una cena que prepara con ilusión, y eso cambiará profundamente las vidas de todos. A medida que llegaban de ultramar los comestibles, algunos se escandalizan pues como nuevos fariseos piensan que el mal viene de afuera, no saben que en realidad vieneel bien, que prevalece a pesar de la manera distorsionada con que muchos ven las cosas.
Babette es una artista y transforma con la comida el agua en vino, en los corazones de los aldeanos, los enemigos se reconcilian riéndose de sus debilidades y los esposos se besan como jóvenes que descubren el amor. Como dice el salmo, “la justicia y la paz se besan”.
La pequeña isla de pescadores danesa, cuya vida estaba marcada por el rigorismo y la austeridad, y las relaciones entre los habitantes estaban marcadas por la tensión y la falta de alegría, ahora se abre a esa bocanada de alegría. A medida que Babette se integra en la comunidad, utiliza sus habilidades culinarias para preparar exquisitas comidas francesas para los habitantes del pueblo. Sin embargo, el punto de inflexión ocurre cuando Babette gana un premio de lotería, lo que le permite preparar un festín lujoso y elaborado para los habitantes de la isla. A través de la generosidad y la abundancia del festín de Babette, el clima en la comunidad comienza a transformarse. La comida exquisita y la camaradería que se experimenta durante el festín ablandan los corazones de los habitantes, rompiendo barreras y creando un sentido de unión y gratitud compartida.
Esta historia ejemplifica cómo un acto de generosidad y cuidado hacia los demás, representado por el festín de Babette, puede tener un impacto transformador en una comunidad. Al compartir su riqueza y su talento culinario, Babette no solo trae alegría y abundancia material, sino que también cultiva un sentido de paz y armonía entre las personas.
Así, la película nos recuerda el poder de la generosidad y la compasión para construir puentes entre las personas y promover la paz y la reconciliación en nuestras comunidades y en el mundo en general. Esta historia nos ofrece una lección valiosa sobre la importancia de evitar el rigorismo y la fanatización, tanto en la vida cotidiana como en los demás ámbitos. Vemos que en política, religión, movimientos sociales, incluso en movimientos ecológicos, algunos individuos adoptan posturas extremas y fanáticas.
Sin embargo, la solución no radica en adoptar posturas extremas, sino en cultivar la generosidad y la compasión hacia los demás. Al igual que Babette compartió su riqueza y su talento culinario con la comunidad, nosotros podemos contribuir a la construcción de un mundo mejor mediante la donación y la colaboración con los demás.
La generosidad hacia los demás, ya sea en forma de tiempo, recursos o habilidades, puede ser un poderoso motor de cambio positivo en el mundo. En lugar de enfrascarnos en debates estériles o adoptar posturas inflexibles, podemos buscar formas de trabajar juntos para abordar los desafíos ambientales de manera constructiva y compasiva.
Al igual que el festín de Babette transformó el corazón de la comunidad, nuestra generosidad y compromiso con el bienestar de los demás pueden allanar el camino hacia un futuro más sostenible y pacífico para todos. El cambio vendrá por la generosidad y la colaboración como herramientas fundamentales para abordar los desafíos personales, sociales y ambientales, de manera efectiva y constructiva. Me gustan las palabras de Teresa de Calcuta: “La vida sin amor no vale nada; la justicia sin amor te hace duro, la inteligencia sin amor te hace cruel, la amabilidad sin amor te hace hipócrita, la fe sin amor te hace fanático”.
Por eso, aconsejaba: “Sed bondadosos, generosos, comprensivos. Que todos los que se acerquen a vosotros sean mejores y más felices. Sed la expresión viva de la bondad de Dios”. Y esto lo podemos aplicar en el día a día. Me decía el empresario que en su restaurante tenían una misión: que las personas se vayan más felices de cómo han llegado.
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