Marbella ha dejado de ser aquel bello pueblo de la costa occidental en el que veraneaban las gentes con posibles de mediados del siglo pasado.
A lo largo de los años, lo que antes era una villa apacible y sosegada, se ha convertido en una ciudad grande que se desparrama entre la costa y las lomas de la Sierra Blanca. Queramos o no, el último despegue, para bien o para mal, se produjo en el “reinado” de Jesús Gil. La llegada de los petrodólares, la especulación mobiliaria, el boom de Puerto Banús y la invención de una jet-set de pacotilla, terminaron de crear un clima que no me atrevo a calificar. Hace años descubrí el Torremolinos profundo a través de un libro altamente esclarecedor: Hijos de Torremolinos, de Michener (1971). Ahora estoy conociendo Marbella a través de una serie que se está emitiendo en MoviStar. Su nombre: Marbella.
Me da la impresión de que se están pasando un poco. Presentan una ciudad que deja en mantillas al Chicago o la Sicilia de su peor época. Todo un plantel de mafiosos internacionales, políticos, abogados, policías, juzgados y aduaneros corruptos. Fiestas tumultuosas de “chunda-chunda” en las que corre el champán y la droga. Lo peor de cada país, entronizado en una zona bien determinada. Violencia, asesinatos, sexo, tráfico de drogas a gran escala y prostitución. Todo un dechado de lo deleznable, protagonizado por una caterva de individuos deshumanizados. Me da la impresión de que los guionistas están rizando demasiado el rizo. Están generalizando sobre la base de episodios que, desgraciadamente, se presentan a menudo. Además, se han centrado en un segmento de población que fluctúa alrededor del dinero fácil y la fiesta continua. En un momento de la serie, el protagonista habla de la necesidad del tráfico de droga para mantener y mejorar la economía del país. Me imagino que se referirá a la economía de la corruptela. Es la teoría que se sustenta en la necesidad de mantener el consumo de alcohol y de tabaco para mantener la economía de los países “civilizados”. La buena noticia de hoy nos la transmiten esa pléyade de marbellíes de buena voluntad, gente trabajadora y emprendedora, y ese otro colectivo integrado por súbditos de otros países, que han decidido venirse a vivir a la Costa del Sol. Una ciudad maravillosa con unas playas paradisíacas y unos hoteles y restaurantes que pueden competir con los mejores del mundo. Esta serie le puede quitar las ganas de venir a Marbella a una gran parte de posibles visitantes. Espero que, como compensación, presenten en otro momento la maravillosa ciudad que se encontraran los que deseen disfrutar de un clima, unas playas y unas instalaciones esplendidas.
Marbella no es ni la de las películas de los ochenta, ni las de Torrente, ni las de esta serie. No es solo Puerto Banús, la Milla de Oro y los Maserati. Es una ciudad acogedora y cosmopolita. Con 150.000 habitantes maravillosos y unos pocos menos recomendables.
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