A tan solo cuatro kilómetros de la localidad alicantina de Santa Pola se emplaza la isla de Tabarca, un paraíso mediterráneo de 30 hectáreas de extensión, rodeado de aguas cristalinas y de esplendidos fondos marinos, colmados de una buena cantidad de fauna piscícola, multitud de especies y algunos restos de naufragios de pecios, que le han valido para ser considerada Reserva Marina desde 1986, con el fin de proteger la fauna y la flora marina y preservar su repoblación.
Un archipiélago, compuesto de cuatro islotes (tan solo la de Nueva Tabarca es la habitada), de poco más de 1800 metros de este a oeste y de 450 metros de norte a sur, a la que se accede en ferry desde el puerto de Santa Pola, Benidorm, Torrevieja o Alicante con salidas diarias y horarios frecuentes.
Sus costas sirvieron antaño como refugio de piratas berberiscos, fue fortificada en tiempos del reinado de Carlos III y se dio paso al asentamiento en la isla de varias familias genovesas afincadas en Túnez, aunque etimológicamente su nombre es de origen griego pero que también cuenta con vestigios romanos.
Tabarca es la isla habitada más pequeña de la Comunidad valenciana y también de España, escasamente por 50 habitantes (de los 300 que se establecieron en un principio a finales del siglo XVIII), pero que puede registrar la visita de unas 3000 personas al día en periodo estival, aunque su pequeño puerto y los alrededores están acotados y delimitados con boyas para evitar el atraque y fondeo masivo de embarcaciones.
De hecho, para poder dar un servicio de calidad a esta avalancha turística la oferta hotelera y de restauración es muy amplia y su playa de cristalinas aguas y arena blanca se abarrota día tras día; así como sus pequeñas calas de piedra que se diseminan por su costa.
Recorrer la isla
A pesar de su minúsculo tamaño, recorrer las calles y plazas de pavimento empedrado de Tabarca y contemplar sus casas encaladas, de inconfundible estampa mediterránea, son ejercicios de entretenimiento que pueden ocuparte buena parte del día. Eso sí, de una forma relajada. Sin prisas. Declarada conjunto histórico-artístico en 1964, fue a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado cuando la Administración estatal inició obras de restauración en las casas y edificios de la isla.
La zona poblada esta amurallada con tres puerta de entrada a la villa y en su interior se localiza la iglesia de San Pedro y San Pablo, cuya construcción no finalizó hasta 1779; la casa del Gobernador, edificio monumental de ese mismo siglo y actualmente rehabilitado como establecimiento hotelero y el Museo de Nueva Tabarca, en el que se exponen valores patrimoniales de la isla. Y bajo sus murallas se halla la Cueva del Llop Marí, de acceso a su interior por dos bocanas a través del mar.
En la pequeña meseta extramuros, que se alza hasta los 15 metros sobre el nivel del mar, se ubica el torreón de San José (que llegó a ser utilizado como prisión del estado en el siglo XIX) y el antiguo Faro, reconvertido en un centro de preservación biológica de la reserva marina.
Pero no todo es turismo en la isla, también se puede sacar tiempo para realizar actividades de multiaventura, tales como el snorkel o el buceo y los paseos en moto de agua o alquilando un barco o velero para navegar en sus proximidades, además de disfrutar de un refrescante baño en sus aguas color turquesa.
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