La primera competición de fútbol, como ya se explicó en el apartado que trataba
su historia, fue la Challenge Cup inglesa el 30 de noviembre de 1872 en el Partick
Glasgow, sobre el campo del West of Scotland Cricket Club.
Esta popular competición influyó mucho en los progresos de este deporte en
Inglaterra, ya que año tras año gozó en sus finales de la mayor asistencia de público
jamás reunida para presenciar un partido, exceptuando los años de la guerra de
1914 a 1918.
"En los primeros años las finales se celebraban en Kennington Oval, y en 1893 se
celebró por primera vez en Fallowfield (Manchester), asistiendo 14.000
espectadores. En 1914 se celebró en Everton, y a partir del siguiente año se
celebraron en el Crystal Palace, de Londres, casi sin interrupción". 1
Durante diez años el récord de espectadores fue de 80.000 y la célebre final de
1900/1901 reunió a 113.000 personas, cifra que se superó en 1913 al ser finalista
Aston Villa y Sunderland con un partido presenciado por 120.028 aficionados.
El número de espectadores se sobrepasó en 1923 a raiz de la final entre Bolton
Wanderers y West Ham United, cuando se inauguró el estadio Wembley Park. Se
calcula que entraron más de 200.000 espectadores, muchos de ellos con violencia,
pues el aforo del estadio era de 130.000 personas. 2
Los estadios son lugares donde los aficionados pueden presenciar el espectáculo
futbolístico en vivo.
Allí los espectadores se instalan como si estuviesen en su propia casa, no se
privan de gritar y animar a su equipo, ni de vestir atuendos que les identifiquen con
uno u otro bando.
Estas instalaciones son cada día más numerosas, de mayor capacidad y mejor
dotadas para que el aficionado se sienta a gusto y pueda gritar, aplaudir o discutir de
forma cómoda.
Desde los inicios del fútbol, se tendió a la construcción de grandes estadios para
albergar a decenas de miles de espectadores: el de Río de Janeiro (Maracaná)
tiene 200.000 plazas; el de Glasgow (Hampden Park) 150.000 y los de Berlín,
Madrid (Santiago Bernabeú) y Londres (Wembley) 120.000. 3
Se precisaban grandes inversiones para hacer frente a los desembolsos de los
clubes en jugadores, técnicos, fichajes, así como en los constantes
desplazamientos.
Alrededor de 1930 la Liga comenzó a revelarse como un saneado negocio, en
virtud del creciente taquillaje y del sistema de socios. Equipos que empezaron con
un solar alquilado por patrimonio exclusivo, tienen hoy sólidas empresas financieras
que mueven grandes capitales.
A continuación se presenta un cuadro con la relación de los equipos de Primera
División española con sus respectivos estadios, los mejor dotados en España
durante la temporada 1997/98:
Las reacciones del público ante el espectáculo deportivo:
El espectador sufre una transformación cuando empieza el partido, pierde su
identidad y reacciona con la gente que le rodea en función del desarrollo del juego.
Según Rafael Taboada (1982), los sentimientos del espectador "van cambiando
con el ritmo y la suerte del encuentro, sufre o se alegra, grita o muerde los labios,
descontrolado, nervioso y fuera de juego". 5
En los encuentros deportivos pueden darse cita todo tipo de personas: mujeres,
niños, ancianos, ricos o pobres. Público respetable y de relieve social, al igual que la
clase baja, vocifera e insulta con un vocabulario indecoroso y amenazante a árbitros,
jugadores y entrenadores. Pierden la serenidad, el respeto y la educación en
acaloradas discusiones, riñas y hasta en peleas con compañeros de gradas,
exigiendo en algunos casos la intervención de la policía o de la Cruz Roja.
Puede afirmarse que raras veces la afluencia a un espectáculo en directo llega a
ser tan participativa como suele suceder con el fútbol.
Para muchos el fútbol es una válvula de escape al fracaso profesional, a la
escasez económica, al drama familiar, a la penuria, al complejo de inferioridad, al
despecho, al odio a la soledad, al desempleo, al futuro incierto, a la envidia del
triunfador, al malhumor, al odio a los secuestros y extorsiones, al miedo a la guerra,
al inconformismo, a la falta de sensibilidad, a la pérdida de espiritualidad, al
desánimo... Sentimientos todos ellos que encuentran su evasión en un campo de
fútbol donde se puede gritar, insultar y humillar para buscar el desahogo y la
liberación de todas estas ataduras interiores.
En hora y media de partido, el espectador comparte con sus «colegas» el placer
de dejar a un lado los problemas y regresar a casa un poco más aliviado, después
de haber desconectado durante un tiempo de todo aquello que le preocupa.
De todas, la peor lacra de los encuentros de fútbol es la violencia. Si los
espectadores que gritan en los estadios no pasaran luego a enfrentarse en peleas o
fuertes riñas, la asistencia a los estadios sería más llevadera.
Esta violencia también se manifiesta en las narraciones de los acontecimientos
deportivos en los medios de comunicación, con un léxico de matiz guerrero que
utiliza términos tales como atacar, defender, golpe mortal, jugada demente, saque
venenoso, estrategia, cañonazo, disparo, tiro... Expresiones como fusilar un gol o
señalar el punto fatídico en medio de una batalla campal, deberían asociarse más a
un lenguaje bélico que a comentarios deportivos.
Muchos jueces de línea y árbitros sufren heridas en el campo como consecuencia
de acciones criminales. Ya no son suficientes las vallas metálicas o fosos de agua
para impedir que los exaltados espontáneos salten al terreno de juego a pegar a los
jueces e incluso a los jugadores.
El gamberrismo, la alteración del orden público, los agravios personales, el
lanzamiento de botellas, los chillidos... constituyen delitos que están contemplados
en la Ley Especial del Orden Público como faltas. Todas estas actitudes tienen
mucho de fenómeno colectivo.
Los posibles remedios que los Servicios de Seguridad de los estadios gallegos y
la Cruz Roja proponen para solucionar los problemas creados por la asistencia de
grupos violentos a los partidos de fútbol son:
1- Prevenir y educar al individuo contra el vandalismo.
2- Establecer medidas de seguridad y control.
3- Necesidad de mantener la convivencia y el respeto.
4- Retirar el carnet de socio, en su caso, y sancionar con una multa al infractor.
5- Elevación del nivel cultural y reeducación de los reprimidos y frustrados.
6- El castigo ejemplar y la multa para contener las oleadas de violencia cuando se
trate de incidentes graves de alcance colectivo, como incendios o pintadas en los
estadios, lanzamiento de asientos al campo, destrozos en ventanas, butacas y
puertas.
7- Mayor formación ciudadana y mayor civismo.
8- Divulgar mensajes por los medios de comunicación -radio, televisión y prensa-
sobre la importancia de mantener un buen comportamiento durante y después de los
eventos deportivos, así como reflejar en las promociones de las competiciones una
llamada a la serenidad.
9- Utilizar el reclamo de los jugadores, ídolos de las audiencias, para que se
comporten educadamente y no creen incidentes desagradables en unos encuentros
que deben ser ejemplo de competición limpia, así como mantener la amistad a pesar
de que exista un equipo perdedor.
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1 Enciclopedia Universal Ilustrada. Tomo XXV. Espasa Editores. Barcelona. O.C. Pág. 1568.
2 Enciclopedia Universal Ilustrada. Tomo XXV. Espasa Editores. Barcelona. O.C. Pág. 314.
3 Enciclopedia Larousse. Editorial Planeta. 20 Volúmenes. Tomo 9. Barcelona 1980. Págs. 3149
a 4672.
4 MORALES, Rafael: "Hinchados de fútbol". CNR. Nº 28. Págs. 24 a 32. Pág. 28.
5 TABOADA VÁZQUEZ, Rafael: Deporte y fútbol por dentro. Ed. El Ideal Gallego. A Coruña
1982. 211 págs. Pág. 176.
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