Este título es una frase que oí decir a una persona formada y sensata en TV.
Según los escritos que se hagan ahora, quedarán como testimonio para la sociedad del futuro. Y me voy a referir a experiencias personales, son hechos reales. En la década de los 60, se sucedieron unos hechos relevantes que trastornaron la sociedad: el Concilio Vaticano II, la Revolución de la Universidad de la Sorbona, París “Mayo del 68”. Una Iglesia mundanizada y desacralizada y una legislación política que ha promulgado las leyes más malévolas del siglo pasado. Una nueva Iglesia progresista arrasó con todo lo sagrado y divino que existía; había que hacer una Iglesia nueva; en fin, que se trastornó todo: familia, política, economía, sociedad, etc. No quedó nada sano. Es imposible, si no se ha vivido, explicar. En esos tiempos turbulentos, en España gobernaba Franco, que no era bien visto ni siquiera en el Vaticano, porque no había democracia ni libertad. Cuando falleció Franco, aquel muro que impedía el avance de aquel sistema maléfico, perverso, obra sin duda alguna diabólica, comenzó a destruir España como Nación Católica. La nueva Iglesia barrió con todo lo antiguo; una fiebre demoledora dividió a la Iglesia, lo sagrado no importaba, el hombre era lo importante. Y apoyaron y aprobaron la Constitución del 78, laica y sin Dios, de la cual podría sacarse cualquier cosa, como ha sucedido y sigue sucediendo. Esta Iglesia mundanizada y desacralizada y una legislación política que ha promulgado las leyes más malévolas, perversas, paganas e inmorales que han presenciado los siglos, y la división de la Iglesia queda reflejada en la actualidad, con dos ejemplos recientes: nuevo obispo en Alcalá de Henares, sigo por TV la ceremonia; para dar la comunión a los fieles hay un reclinatorio y el propio obispo, él solo, da la comunión a los fieles y todos comulgan de rodillas y en la boca. En Madrid toma el cargo el obispo; la misma ceremonia, los fieles comulgan de pie y en la mano. Esta es la realidad en la nueva Iglesia; lo sagrado, lo que da VIDA a las almas, ha sido desacralizado y se ha convertido en un acto simbólico; Dios no está allí. Es sumamente doloroso para un católico ver esta desacralización. No se ven signos de que esta situación vaya a cambiar; cada día no mejora, empeora. Hay que estar atento porque no se sabe lo que va a pasar, pero hay muchas señales que indican que esto se acaba y la ira de Dios caerá implacable sobre esta generación ímpia y perversa. Solo los que hayan permanecido fieles disfrutarán del gozo y la felicidad que Dios les dará.
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