Ya hace bastantes años que dedico parte de mi tiempo libre a la realización de rompecabezas de dos a tres mil piezas, con las que voy llenado paredes de mi casa y de la de mis hijos. Durante años los he comprado o me han sido regalados por alguien interesado en que se lo armara y se lo devolviera terminado.
He descubierto que en la “tablet” puedes encontrar toda suerte de puzzles de diverso tamaño que ocupan menos sitio y entretienen lo mismo. En los de cartón o en los cibernéticos el procedimiento es el mismo. La técnica que utilizo es muy simple. Primero confecciono los bordes y después voy rellenando los dibujos o colores más marcados. Termino completando los huecos y listo. Todo ello puede llevar días, semanas e incluso meses. Como esta afición te permite pensar, al tiempo que buscas las piezas, te da la oportunidad de inspeccionar como va el puzzle de tu vida que a veces se convierte en un rompecabezas. Solo tú sabes cuales son los momentos más coloridos o brillantes y aquellos que atascan tu proceso vital y pretenden aburrirte en tu empeño de vivir tranquilamente. Siempre hay un listo que se arrima a tu alrededor, te señala una pieza, y te dice que es muy fácil resolver el problema. “Candiles de puerta ajena” que decía mi madre. El mundo está lleno de “sabelotodos” que se sienten poseedores de la verdad y ombligos del mundo. Personalmente, a medida que soy más mayor, me siento cada vez más inseguro de poseer la verdad. Me faltan piezas por todos lados. A veces alguien te señala lo evidente que tú eres incapaz de ver. Otras, tiras la toalla y decides que la vida y el mundo andan por sí solos. “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même”. A medida que pasan los años, vas descubriendo que se acerca lo inevitable. Por consiguiente, hay que hacer de tripas corazón y descubrir la belleza de cada una de las piezas que van surgiendo en tu vida y que forman parte de ese rompecabezas. Tengo asumido que la última pieza está en manos del Creador. Lo importante está en que una vez completado el puzzle, las nuevas generaciones le miren cuando menos con respeto. Sin dibujos abstractos ni colores estridentes. Así veo yo la vida de mis padres y espero que algo parecido sea la mía.
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