El problema de la aplicación del sistema de verificación digital para limitar el acceso de los menores a contenidos no deseados como la pornografía, salvando las consideraciones legales referidas a la privacidad, radica en las limitaciones del sistema diseñado que no es operativo en las webs radicadas en el extranjero, que son las más consumidas. Esta limitación ha generado una campaña de burla y desprestigio de la medida tecnológica en las redes sociales.
Es posible que medidas de naturaleza restrictiva al acceso del porno sean convenientes, si se hacen bien. Pero la clave de la lucha contra el consumo de pornografía no radica en una aplicación de control y de identificación del usuario, sino en un proceso formativo desde la libertad, que implique al sistema educativo y que ofrezca una adecuada comprensión del significado del cuerpo y de la sexualidad en las relaciones personales. En la educación siempre vale más prevenir que prohibir.
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