Desde que los talibanes retomaron el control de Afganistán en agosto de 2021, el panorama de los derechos humanos, en particular los derechos de las mujeres, ha cambiado de forma radical y devastadora. Bajo la promesa de una gobernanza más moderada, el régimen talibán ha endurecido progresivamente las normas que regulan la vida de las mujeres, relegándolas al confinamiento y al silencio. La última orden emitida por el Gobierno talibán, que prohíbe a las mujeres hablar en público y aparecer sin cubrirse el rostro, marca un nuevo hito en la represión sistemática que enfrentan las mujeres afganas.
Un régimen de prohibiciones El nuevo edicto, aprobado por el líder supremo de los talibanes, bajo el marco de la implementación de la ley islámica (sharia), establece que el simple sonido de una voz femenina en público es inaceptable y será penalizado. Esta orden ha sido implementada bajo el mando del Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, que ejerce un control total sobre la vida pública y privada de los afganos, imponiendo severas restricciones a las mujeres. Aquellas que infrinjan estas normas podrían enfrentar desde advertencias hasta arrestos y otras represalias legales.
Estas restricciones se suman a otras prohibiciones, como la obligación de llevar el hiyab en todo momento, la prohibición de trabajar en la mayoría de los sectores, y la imposibilidad de viajar sin la compañía de un hombre de la familia (mahram). En palabras del ministro de la Virtud y el Vicio: "La implementación de la sharia y el uso del hiyab es nuestra línea roja”.
Desaparición de la vida pública El impacto de estas normativas no se limita a la esfera legal. Estas leyes tienen repercusiones profundas en la vida diaria de las mujeres afganas, ya que no solo eliminan su presencia en la vida pública, sino que también las condenan al silencio y la invisibilidad. En sectores como la educación, las pocas mujeres que aún podían trabajar en áreas como la salud y la enseñanza infantil ahora deben hacerlo en condiciones que dificultan cualquier tipo de interacción humana básica, incluyendo la comunicación verbal.
La prohibición de que las mujeres hablen en público es, además, simbólica. El silencio impuesto refleja la intención de erradicar cualquier vestigio de resistencia, de lucha o de presencia femenina en un país donde, hace poco más de dos décadas, las mujeres empezaban a conquistar derechos fundamentales como el acceso a la educación y al trabajo. Ahora, se les niega incluso la capacidad de expresarse.
Repercusiones psicológicas y sociales El efecto de estas restricciones en la salud mental y emocional de las mujeres afganas es devastador. Según organizaciones humanitarias que trabajan en Afganistán, las mujeres se enfrentan a una creciente crisis de salud mental debido al confinamiento, la exclusión y el miedo.
Las mujeres afganas viven en una constante angustia, con temor no solo a las represalias por desobedecer las leyes, sino también a la violencia doméstica, que ha aumentado en los últimos años debido a la falta de mecanismos de protección legal y al aumento de la impunidad para los perpetradores.
Además, el riesgo de matrimonios forzados e infantiles ha aumentado. Muchas familias, empujadas por la pobreza extrema y la falta de perspectivas para sus hijas, optan por casarlas a una edad temprana, perpetuando un ciclo de sumisión y violencia que se alimenta de la desesperanza.
La respuesta internacional: silencio y desesperanza A pesar de las innumerables denuncias de organizaciones internacionales, la comunidad internacional parece estar paralizada frente a la situación de las mujeres en Afganistán. La ONU ha condenado enérgicamente el nuevo edicto, describiendo la prohibición de la voz femenina en público como una "visión angustiante" del futuro del país bajo el régimen talibán. Además, advierten que las nuevas leyes no solo amplían las ya insoportables restricciones sobre las mujeres, sino que también socavan cualquier posibilidad de un futuro inclusivo y próspero para la nación.
Sin embargo, estas condenas no han sido suficientes para cambiar el curso de las políticas talibanas. Como denuncian algunas organizaciones que luchan por los derechos de las mujeres afganas, ante esta terrible situación, el mundo parece haber elegido mirar hacia otro lado.
Mientras tanto, miles de mujeres afganas siguen huyendo del país, buscando refugio en países vecinos como Pakistán o Irán, donde se enfrentan a un futuro incierto, sin acceso a la protección legal ni a oportunidades laborales. Muchas de ellas describen la vida bajo los talibanes como una pesadilla interminable en la que en cualquier momento y cualquier hombre, con total impunidad, puede cometer una violación y casarse con una mujer a la fuerza.
Un futuro incierto El nuevo edicto talibán que prohíbe a las mujeres hablar en público es solo el último golpe en una larga cadena de políticas destinadas a despojar a las mujeres afganas de su dignidad y sus derechos. Si bien organizaciones internacionales continúan alzando la voz en favor de las mujeres de Afganistán, la respuesta global está siendo insuficiente, dejando a miles de mujeres atrapadas en una pesadilla que parece no tener final.
El silencio que ahora se les impone no es solo literal; es un reflejo de la invisibilización a la que están siendo sometidas, tanto dentro de Afganistán como en la arena internacional. Las mujeres afganas se enfrentan un futuro en el que no se les permite soñar, ni hablar, ni ser. Y lo más alarmante es que el mundo parece haber aceptado este futuro sin ofrecerles más que palabras vacías.
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