Si algo es común entre la dictadura del narco-asesino, Nicolás Maduro, y otras dictaduras del mundo; esa es la represión permanente, la criminalización, la persecución, detenciones arbitrarias de adultos y menores e incluso discapacitados. No olvidar a las mujeres, a quienes se utiliza de forma degenerada para agasajar a invitados al Palacio de Miraflores.Todo vale en la represión con tal de acallar voces, tapar opiniones, eliminar disidentes y utilizar la mentira contra el opositor. De esto último sabemos mucho en España: la mentira –ahora calificada como «cambio de opinión» -- es un arma potente contra quien se dirige. Bien es verdad que al mentiroso y fraudulento se le pilla enseguida. Incluso, voy más lejos, se coge antes a un socialista mentiroso que a un cojo o a un paralítico.
Lo que suele suceder con la represión es que esa siempre va “in crescendo”. Nunca rebaja su intensidad. Llega un momento en que los represaliados acaban por agotarse ante la permanencia del daño contra su persona y contra quien osa aventar críticas al régimen. Casi siempre, los más fuertes y quienes menos tienen que perder, suelen aguantar tal presión frente a quienes huyen para salvar su persona, aunque pierdan el patrimonio.
Eso mismo es lo que está sucediendo en Venezuela donde numerosas familiar han conseguido salir del país, pero siempre queda algún miembro para que el patrimonio no sea expropiado por el régimen y se otorgue a los simpatizantes del narco-asesino, terrorista y dictador, Nicolás Maduro. ¿Acaso las minas regaladas a Rodríguez Zapatero no fueron expropiadas con anterioridad? ¿Se atreverá a entrevistarse con Edmundo González con luz y taquígrafos? Puedo asegurarles que no; hasta Corina le va a hacer caer en la trampa de sus daños y su falta de condena al terrorismo bolivariano.
Si bien la dureza de los ataques contra la oposición venezolana creció tras los comicios del 28 de julio, también es verdad que no veo valentía ninguna en quienes abandonan el país y quieren hacer ver al mundo que su lucha es desde la lejanía. No tengo muy claro que Edmundo González pueda hablar de valentía y lucha permaneciendo en España. Tan sólo supongo un dato de lucha desde el exterior y es la extensión de las atrocidades del conflicto a los medios de comunicación, organismos internacionales y grupos de presión de diversificado pelaje.
El odio y dureza interior del régimen bolivariano han quedado patentes en todas las opiniones, incluido el informe de la Misión internacional independiente de Naciones Unidas. «El régimen incurre en acoso, persecución, recriminación y detenciones arbitrarias, como parte de un plan continuado y bien coordinado…», leemos en Panam Post. Es evidente que, como decíamos antes, el objetivo es que cunda el desánimo y triunfe el silencio contra el dictador y su régimen. Otro objetivo de Maduro, Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez, y de sus colaboradores del estilo de Rodríguez Zapatero, es que tan sólo hable el socialismo, siempre que no sea disidente de los objetivos, actuaciones y ejecuciones.
Cuando escucho que «el plan de represión de Maduro» va orientado a reprimir a quienes se atrevan a criticarlo o protesten contra los resultados y actas electorales falseadas por el régimen, me hace recordar al plan que hoy aprueba el Gobierno del felón y mentiroso español, Pedro Sánchez, junto con sus socios “Frankenstein”. En España, la dictadura encubierta ya no es tal: se actúa a toda costa por encima del Parlamento, llegando a confundirse lo público con lo personal.
Eso es lo que hace la mafia «sanchista» a quien la Unión Europea no hace más que dar capones y pescozones administrativos y políticos. No duden de que esa familia sospechosa de mucho y más, para quien la ciudadanía ya ha dictado sentencia, pasará más tiempo en los tribunales que en la calle tan pronto como abandone el poder represor, opresor y prosélito. Del enfangamiento socialista ya no hay vuelta atrás posible y tampoco del presunto latrocinio, malversación y corrupción generalizada. El régimen de Maduro tiene dos patas de actuación para mantener esa represión: los dirigentes y los jueces de los tribunales. Todos son uno y pretenden que uno sean todos, pero ambos elementos sustentantes confluyen en la falsedad de acusaciones contra el opositor. Al régimen lo mismo le da acusar de terrorismo que de alta traición o fraude de cualquier tipo. Entre toda brutalidad cabe destacar, por increíble que pueda parecer en cualquier país democrático, al Consejo Nacional Electoral dominado y manipulado por el narco-chavismo terrorista y asesino. Bien claro lo dejó el «Pollo» Carvajal en sus «cánticos» ante la Justicia.
Venezuela precisa con urgencia la salida de Maduro para construir una nueva Venezuela donde prime la democracia y estén presenten los derechos humanos. Ni siquiera Rodríguez Zapatero ha colaborado en el asentamiento de la democracia; es más, la ciudadanía lo considera «la persona que más daño ha hecho a los países del cono sur». Ni siquiera colaboró para que Edmundo González viniera a España: si bien el Gobierno mentiroso de Sánchez intentó dar esa imagen, Delcy Rodríguez ha tirado por tierra a Sánchez y amenaza con destapar las atrocidades cometidas por el Gobierno español. La cosa se calienta.
Antes dijimos que «las víctimas de Maduro están expuestas al ejercicio arbitrario del poder represivo, donde la detención se utiliza sistemáticamente con graves violaciones del debido proceso», en palabras de Francisco Cox, experto de la Misión Internacional de la ONU. Incluso va más lejos en el sentido de que con la represión del Gobierno venezolano y el instigador Diosdado Cabello se ha creado «un clima de temor generalizado entre la población, reduciendo aún más el espacio cívico».
No hay duda de que la severidad de la represión es tan desproporcionada que empiezan a aparecer fosas colectivas y una innumerable cantidad de ciudadanos siguen desaparecidos, muchos de ellos sacados de su casa a la fuerza o desde la cama, cuya culpabilidad es participar en los comicios de julio y no dar testimonio de que Nicolás Maduro fue el ganador. ¿Se acuerdan de cómo, cuándo, por qué y quién mató en España a Calvo Sotelo en 1936? Pues eso, un socialista, de nombre Luis Cuenca.
Dios o el destino nos libre de paranoicos y locos, que empiezan actuando por una ley mordaza, siguen con pactos con atrabiliarios antidemócratas de la ultraizquierda y acaban convirtiendo la democracia en mafia, patíbulo para la ejecución y lo público en uso privado imprescindible para el sátrapa de turno, incluso “bendiciendo” la actuación de sus propios familiares presuntamente corruptos y traficantes de influencias para la Justicia, además de fuertemente malversadores, pero sentenciados ya por la ciudadanía. Al buen entendedor…
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