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El día de la sonrisa

He leído en la prensa que el pasado viernes cuatro se celebró esta jornada
Manuel Montes Cleries
jueves, 10 de octubre de 2024, 12:24 h (CET)

He leído en la prensa que el pasado viernes cuatro se celebró el día de la sonrisa. Como tantos otros “días de” pasó sin pena ni gloria. Todos nos encontrábamos enfrascados en discutir sobre cual o cuales de nuestros políticos lo hacen peor. Está claro; venden mucho más las malas noticias que las buenas. Nuestras caras manifestaban algo diferente a la sonrisa.

        

Viene a mi memoria aquella campaña publicitaria, promovida por el gobierno español, que se realizó para intentar compensar el aspecto rudo y de mala leche que emanaba de los personajes típicos de las películas de la época (López Vázquez o Landa, entre otros). Se llenaron las paredes y los escaparates del lema “sonría por favor”, al que le dieron un viso de modernidad, traduciéndolo por el “smile please”.


Posteriormente, la Iglesia Católica adoptó este mensaje a una concepción basada en textos bíblicos. Realizó una campaña basada en el “sonríe. Dios te ama”, que tuvo una aceptable repercusión.


Pese a todas estas recomendaciones y dado el olvido de las mismas, un americano -como no- Harvey Ball, instituyó hace unos años (1999) ese día, basándose en el dichoso icono que ha invadido nuestros teléfonos móviles. Por cierto, este señor no montó en cólera al percibir solo 45 $ por su idea que jamás registró. Sus caritas se han perpetuado en los móviles y mensajes de todo el mundo.

   

Me parece que está bien traída esa llamada al cambio de la cara de vinagre por la sonriente. Tímida o abierta. Pero no confundamos la sonrisa con la risotada, que pasa del reírse con al reírse de. La más practicada por el común de los mortales es “reírse de”, que hace “feliz” a todos… menos a la persona objeto de la burla. Por eso tenemos que distinguir entre el que tiene gracia del “gracioso” profesional.

       

Hechas estas disquisiciones me remito a la conveniencia de usar, y hasta abusar, de la sonrisa. Es muy buena para el cuerpo y para el espíritu propio. Y ayuda al encuentro con los demás.

       

Sonría. Por favor. Todos los días. Lo necesita la humanidad.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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