Sr. Director:
A grandes rasgos se podría afirmar que la Edad Media, la defenestrada Edad Media, fue sin duda alguna la forjadora de grandes ideales a niveles muy diversos: religiosos, pues tantos hombres se elevaron hacia Dios con un afán de perfeccionamiento y de santidad, ahí están por ejemplo Santo Tomás de Aquino o San Francisco de Asís, y que además fueron la salvaguarda de la cultura; arquitectónicos, con la exaltación de la belleza a través de la construcción de las grandes catedrales o castillos-palacios, y en España tenemos sobrados ejemplos de ello; del honor, el ideal de la caballería cristiana en las grandes batallas y afanes de conquista… Se podría decir que había como tres causas por las que batallar: Dios, la Patria y el Honor. Gran parte del pueblo sencillo quedaba aislado, encerrado tras los muros de la villa: eran los villanos, los que verdaderamente desarrollaban la economía con su constante y arduo quehacer en las tareas agropecuarias.
Pero he aquí que el transcurrir de los siglos llegó a transformar la vida social: al villano le fue trocado su estatus y elevado de rango, lo que aprovechó también para, en muchos casos, tomar las riendas del poder y ser también un personaje singular. Claro que dejando atrás y renunciando u olvidando los principios que, aun siendo perennes y destacados en los siglos anteriores, dejaron de tener como prioridad: Dios, Patria y Honor. Quedó, eso sí, y con acendrada vitalidad, la pujanza de la economía. Lo religioso, la belleza arquitectónica y la caballerosidad, es decir, la gentileza, el desprendimiento, la cortesía o la nobleza de ánimo quedaron arrumbadas.
Cabría, pues, ahora examinar cómo se promocionan y desarrollan la fe que con tanto ahínco defendieron antaño y la predicación de la salvación eterna, la educación en la belleza y la defensa de la integridad territorial que tantas vidas costó. Sí, ahora se quiere sustraer y hacer desaparecer los tres grandes ideales por los que tantos lucharon: Dios, Patria y Honor.
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