De manera conmovedora, el Papa se dirigía en la carta a los católicos de Oriente Medio, publicada hace justamente un mes, que sufren, sedientos de paz y de justicia, que no se resignan a la lógica del mal, sino que con sus vidas golpeadas son ejemplo para tantos en medio de la desdicha. Los destinatarios de la carta tienen nombre y apellidos, rostros concretos. Son, entre otros muchos, las madres que derraman lágrimas por sus hijos asesinados, los que tienen que salir huyendo y abandonar el hogar y la escuela, y tantos como viven con el corazón en un puño viendo como “continuamente llueve fuego del cielo”.
Francisco afirmaba en la carta que la guerra es una derrota y que las armas no construyen el futuro, sino que lo destruyen, y, como demuestra la historia, la violencia nunca trae la paz. En medio de esta debacle, reconoce el Papa, los católicos en Oriente Medio siguen siendo una pequeña semilla de esperanza. Lo mínimo que podemos hacer es darles voz, ayudarles y agradecer su firme testimonio de amor en medio de la barbarie.
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