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Y no tienen leyenda negra

Se han cumplido ya sobradamente los 500 años del descubrimiento, y aún siguen con la sandez insostenible de que los españoles tenemos que pedir perdón
Manuel Villegas
martes, 12 de noviembre de 2024, 10:04 h (CET)

El odio, rencor y envidia hacia España que sus hijos engendraron, el primero de ellos Antonio Pérez, de nefasta memoria, y continuado por otros, como Bartolomé de las Casas, denigrando, la sin parangón, por su bondad, labor de civilización realizada en las nuevas tierras descubiertas en 1492 a cuyos habitantes, como en un viaje en el tiempo, trasladaron desde el Paleolítico al Renacimiento y a la naciente Edad Moderna, aún continúa como podemos ver en las recientes declaraciones de la nueva presidente de Méjico.

            

Se han cumplido ya sobradamente los 500 años del descubrimiento, y aún siguen con la sandez insostenible de que los españoles tenemos que pedir perdón por hechos cometidos en aquellos lejanos tiempos.

            

Caso de que fuese necesaria tal reparación y petición de perdón, no sería por parte de los que desde hace cientos de décadas no nos hemos movido ni desplazado de España, sino que habría de ser por los que descienden de los que emigraron a hacer fortuna a las tierras que se descubrieron en 1492. Que comprueben sus apellidos hasta la cuarta generación, es decir, a los de sus abuelos y bisabuelos, si les parece bien, y descubrirán que estos son hispanos y ellos, por lo tanto son descendientes de los mismos, de manera que quienes cometiesen tropelías y desafueros fueron sus antepasado, no los míos, ni los de quienes provenimos de los que no se movieron de la Península.

            

Sentada esta premisa tan simple y de cajón, creo que queda bastante claro, meridianamente, diría yo, que son ellos los que han de pedir misericordia por lo que llevaron a cabo sus ancestros, por lo que todos los españoles que vivimos en la actualidad en esta piel de toro, llamada España, no tenemos, ni debemos de pedir perdón por nada. Nuestros antepasados nada hicieron en aquellas tierras, ya que no se movieron de la Península

            

El español que ha nacido en esta tierra, en estos tiempos, o siglos atrás, que no haya emigrado ni tenido que asentarse en las tierras hispanas allende los mares, igual me da que sea en América en las Filipinas, en la isla de Guam, o en cualquier otro islote perdido, no tiene que disculparse ni pedir perdón de nada ni a nadie. Quienes deben de hacerlo son los descendientes de los hispanos que se desplazaron y ubicaron en las nuevas tierras y son ¡Oh que casualidad! Son estos los que nos exigen que solicitemos perdón ¿a quienes? ¿A ellos que son los descendientes de los que realizaron los hechos detestables de los que nos acusan a quienes no tuvimos que ver nada en ellos?

            

¡Vamos hombre, más seriedad!

            

Dejada aparte esta digresión, pues mi propósito no es reivindicar asuntos que no vienen al caso; deseo centrarme en la finalidad de este trabajo que es demostrar que hay naciones, capitaneadas por sus dirigentes, que han cometido genocidios y exterminación de pueblos y razas, cuyos nombres se silencian o están cubiertos por un velo de impunidad que hace que no solo sean denigrados en la Historia, como lo es España, por la llanada Leyenda negra, sino que nadie se acuerda de ellos, ni ocupan primeras páginas de los medios de comunicación, como si no hubiesen existido nunca.

            

Pero considero que es necesario y oportuno clarificar qué es un genocidio.

            

Se da por buena la definición que lo describe y clasifica dentro del grupo de crímenes contra la Humanidad, perpetrado por un gobierno con la intención de exterminar sistemáticamente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso; bien asesinando a los miembros del grupo o menoscabando su integridad física o mental, o bien sometiendo al grupo a condiciones de vida que desembocan en su destrucción

            

Han ocurrido en épocas tan recientes como en el pasado siglo XVIII, XIX y XX, que tan cerca están de nosotros. Pero estos no se recuerdan, en cambio sí los ocurridos hace más de quinientos años, tan lejanos a nuestro momento histórico.

            

No nos remontaremos a tiempos muy lejanos de la Historia, mencionemos, aunque solo sea de pasada, sin profundizar mucho en ellos los cometidos en tiempos muy recientes, en el pasado siglo XX.


Magnicidas de los que nadie habla por orden de magnitudes humanas exterminadas:


Diapositiva1


PROMEDIO DE ASESINADOS POR AÑO


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El llamado genocidio de los españoles en América

            

No es posible establecer, ya que faltan datos por la época histórica de la que se trata, el número de habitantes que tenían las tierras americanas conquistadas por los españoles, ni tan poco saber cuántos perecieron, pues no hay estadísticas, por ello todas las cifras que se manejen son estimativas por carecer de documentos que las sustenten, sin embargo no dejaremos de exponer algunas que se consideran aceptables

            

Bartolomé de las casas Las Casas, cuyos datos no están respaldados por reseñas fiables, estimó que, entre 1492 y 1560, murieron en las Indias occidentales o nuevo mundo cuarenta millones de nativos.

            

El libro de Bartolomé De las Casas era una colección de exageraciones que tenían el objetivo de influir en la corte, no de plasmar la realidad. Las cifras dadas por el fraile dominico sobre el genocidio quizá valen para un discurso con podemitas o bolivarianos, pero no pasan el tamiz de la historia. Primero habló de 12 millones de indios asesinados, luego elevó la cifra a 15, y terminó hablando de 24. ¿Cómo podía dar esta cifra si aún hoy los historiadores no se ponen de acuerdo en cuántos millones de habitantes tenía la América precolombina? Hoy son todo estimaciones. La horquilla va de los 15 a los 100 millones. Hay para todos los gustos. De todas maneras, si los españoles hubieran llevado al ritmo genocida que decía Bartolomé de las Casas, habrían matado a 375.000 indígenas al año entre 1492 y 1552, cuando publicó su libro. Habló de genocidio, de muerte planificada, no de muerte por enfermedades, como realmente ocurrió. La cifra es imposible.

            

Otras estimaciones fijan la desaparición de los aborígenes en 56 millones. Si tomamos como fechas clave de la conquista las comprendidas entra 1500 y 1800, aunque los dominios españoles fueron hasta 1898, tenemos que son trescientos años. Si damos esta cifra por buena, habrían parecido cada año: 56 millones divididos entre trescientos, nos proporcionan 187.000 personas asesinadas al año, o lo que es lo mismo 520 al día. No hubieran podido hacer otra cosa, ni conquistar, ni civilizar, ni aprender las lenguas indígenas, ni construir escuelas ni catedrales, pues tendrían que matar cada hora a veintiséis autóctonos. Más de uno por hora si se hubieran dedicado a ello.

            

Ni en la mente más calenturienta, ni el sueño más estrambótico se pueden imaginas esas cantidades. Los españoles solo habrían matado, matado y matado.

            

Exterminio de católicos durante la Revolución francesa


En esta revolución fallecieron un gran número de católicos -más allá de los caídos por la propia guerra- por el genocidio que se llevó a cabo y que significó la muerte de 120.000 personas, un número más que abultado para la región y el volumen de población de la época. La revolución de la Vandea constituye un tema clásico de la historia católica y francesa.


El 10 de diciembre de 1793 la ciudad fue tomada por las tropas católicas –formada entre 30.000 y 60.000 vandeanos-, posteriormente el ejército republicano recuperó la ciudad con un grueso de entre 20.000 y 30.000 soldados que ejercieron una brutal represión con los rezagados de la retirada dejando entre dos mil y cinco mil vandeanos muertos a su paso, una cifra desproporcionada como explica el periodista Lluís Uría en comparación con las republicanas que fueron de un centenar.


Un exterminio de hace dos siglos


Diez días después caería todo el ejército rebelde y daría paso a una represión que en algunos momentos rozó el exterminio como lo demuestran hallazgos recientes como las fosas comunes encontradas. El historiador Max Gallo afirma en su obra sobre la Revolución Francesa: “Quizá 120.000 muertos cayeron en esta guerra atroz, de la que París no sospechó la crueldad. Se quería vencer a cualquier precio, incluso diezmando al pueblo”. Otro historiador francés, Reynald Scecher, en 1968 calificó la represión contra la Vandea de genocidio.


La frase, la pronunciada por el general Grignon, al mando de la primera columna que entró en el país de la Vendée:


"Camaradas, entramos en el país insurrecto. Os doy la orden de entregar a las llamas todo lo que sea susceptible de ser quemado y pasar al filo de la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso. Sé que puede haber patriotas [ciudadanos afectos a la Revolución] en este país; es igual, debemos sacrificarlo todo".

            

Frase similar a la que pronunció Arnaud Amaury respecto a la población cátara y católica de Béziers, - "matadlos a todos, Dios escogerá a los suyos". Cuando la toma de Montsegur.

            

Como vemos son genocidios de los que nadie habla, ni salen en los medios de comunicación, ni los afiliados a los periclitados partidos de hacen sentadas ni convocan manifestaciones.

            

El alcalde de Le Mans, el socialista Claude Baulard, se manifestaba explicando que “para las familias arraigadas en el territorio desde hace diez generaciones, la guerra civil está aún en todas las memorias”. Baulard ha accedido a la petición de Philippe de Villiers, presidente del Consejo General de la Vandea y líder del soberanista Movimiento por Francia (MPF), de entregarle oficialmente los restos para darles sepultura.


Colofón

            

Todos estos abominables crímenes de lesa Humanidad han sido perpetrados por países civilizados durante la Edad Moderna y Contemporánea. Pocas asociaciones por los Derechos Humanos, ONGs y cualquier otro tipo de organización feminista, también murieron mujeres, o de otra clase, han levantado su voz contra quienes los cometieron. Hoy día permanecen en la más absoluta impunidad.

            

No mueven manifestaciones para que los belgas pidan perdón por esos horribles crímenes, ni por los genocidios cometidos por los tiranos que hemos expuesto.

            

Solo España es la culpable de haber llevado la civilización, la cultura, el catolicismo y todos los conocimientos existentes desde finales de la Edad Media y durante el resto de las épocas hasta el siglo XIX, y de haber civilizado a muchas tribus, antropófagas, realizadoras de sacrificios humanos a sus dioses. La explicación es simple y sencilla, ni Inglaterra, Francia, Holanda o EE. UU quieren airear las maldades de uno de los suyos.

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