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Yo me propongo, como un quijote real e histórico, quebrar lanzas aportando al desarrollo y al progreso cultural de nuestra nación sobre el fundador, no de la maravillosa Granada, ni de la sede del saber, como lo es nuestra querida occidental ciudad de León, sino del descubridor del nuevo mundo y en su cuarto viaje de la provincia o país Nicaragua.
La Leyenda Negra continúa impertérrita y machacona buscando motivos con que perjudicar a España y sus inigualables gestas, de la forma que sea que sea. Periódicamente aparecen noticias que, no es que sean falsas, pueden ser verdaderas, pero modificadas de forma que deslustren de cualquier modo los hechos realizados por España.
Que quede constancia que soy cristiano católico apostólico y romano, pero, a pesar de ello, hay cosas de esta mi Iglesia que si no se tratase de asuntos serios y de transcendencia sería para tomárselos a humo de pajas o a chacota, pues sería conveniente y necesario que alguien explicase qué se consigue con este revisionismo histórico, quién lo promueve y qué se consigue con ello.
Por mucho que lo pretendan, por incontables veces que los enemigos de España lo intenten, por mucho que los propaladores de la Leyenda Negra sobre España ansíen minimizarlos o borrarlos. hay dos momentos en la Historia de la Humanidad protagonizados por nuestra Patria, que ninguna otra nación podrá, no solo emularlos, sino ni siquiera aproximarse a ellos.
España ha sido durante cuatro siglos el imperio, posiblemente más extenso que haya logrado cualquier civilización, en sus dominios no se ponía el sol. Sus posesiones en el continente americano iban desde Alaska hasta las Malvinas. Desde 1680 hasta 1640, cuando Felipe II fue también rey de Portugal, sus posesiones pasaron a formar parte del Imperio Español.
Es curioso que las televisiones sean tan numerosas pero que todas digan lo mismo. Ahora pueden armar su programa diario con las imágenes y comentarios del volcán de La Palma. El otro tema fijo, la pandemia, parece que se está agotando, aunque tratan de alargarlo con la tercera dosis de vacunación y la de la gripe, más el precio de la electricidad.
¿Qué culpa tenemos los españoles de que un marino visionario, rechazado por las restantes cortes europeas, especialmente por la de los más eximios navegantes, Portugal, recalase en España, fuese acogido por un fraile franciscano del convento de la Rábida, Antonio de Marchena, conocido como el “estrellero” por su afición a la astronomía, otro imaginativo como él, le hiciese caso y le ayudase a llevar a cabo tan irrazonable aventura.
El 12 de octubre de 1492 es una de las fechas más importantes y controvertidas de la historia. Mientras en España se le considera el día de la hispanidad (pues, a partir de entonces, el español se internacionalizó hasta convertirse en la mayor lengua materna del mundo fuera del chino) diversos gobiernos o movimientos izquierdistas sur y centro americanos lo conmemoran como el día de la resistencia indígena.
La documentada obra mantiene en todo momento un pulso narrativo casi febril. El libro está dedicado a la memoria de otro gran explorador, Miguel de la Quadra-Salcedo, y cuenta con una estupenda portada del pintor Augusto Ferrer-Dalmau, que refleja toda la soledad, casi ontológica, de uno de los forjadores de nuestra historia en América.
La incompetencia, envidia, rencor y mala sangre no tienen límites cuando se trata de denigrar, mancillar y vilipendiar las acciones que llevó a cabo la Corona Española desde que se descubrió América, la obra más prodigiosa que hayan podido conocer los siglos. Lo que es innegable es que a España le tocó vivir un momento sin par en la Historia y lo llevó a cabo en las mejores condiciones y buena voluntad.
Tanto el término “indio” como el de “caníbal” son fruto de errores. A los habitantes nativos del nuevo mundo se les empezó a denominar “indios” porque Colón pensó que había llegado a las Indias. El equiparar a los nativos caribeños con el canibalismo fue una manera de justificar la matanza de una raza tan supuestamente perversa.
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