Creo que en estos momentos, en estos tiempos, acabada la Navidad y el inicio del Año Nuevo, es urgente recuperar los fundamentos prepolíticos de la convivencia: la dignidad sagrada de toda vida humana, una referencia al bien común y la conciencia de fraternidad. La Iglesia apuesta por un reconocimiento del otro como un bien, con toda su dignidad intrínseca y, por eso, sin entrar en las cuestiones de política de partido, trata de dar luz a todo aquello que incumbe al ser humano. Durante una entrevista el Presidente de la Conferencia Episcopal se ha referido al grave problema demográfico, para el que no basta diseñar políticas natalistas, aunque sean muy necesarias, porque existe un factor más profundo que tiene que ver con los estilos de vida y, en definitiva, con la actual falta de esperanza. También se ha referido a la situación de miles de inmigrantes que llevan años viviendo y trabajando entre nosotros en situación irregular y que requieren una respuesta políticamente realista, que contemple sus derechos y que beneficie a toda la sociedad.
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