Con motivo de una gripe de nivel cinco, como esos huracanes que asolan Cuba, Puerto Rico… y a los pobres de algunas zonas de EE.UU., he tenido que pasar una larguísima semana en el Hospital de Don Benito-Villanueva (en la provincia de Badajoz), que es el que corresponde a mi área de salud. Y he podido comprobar in situ cuál es la situación en que se encuentra este hospital, en otros tiempos plagado de especialistas de gran prestigio. (¿Cuántos en España están en la misma situación, o incluso peor, por desgracia y por culpa de la plutocracia que asola el país? Pregunten a los madrileños por El Clínico, El 12 de Octubre, La Paz… y muchos otros).
Y no es que los profesionales que ahora atienden este centro —y cualquier centro de España— no sean ejemplares, que lo son, sino que el centro hospitalario —como la mayoría de los del país— carece de una gran cantidad de ellos. Los especialistas están bajo mínimos (cuesta esperar años para una revisión de cualquier tipo, pero no solo en Extremadura, sino en cualquier otra CCAA), tanto es así que el cardiólogo que me ha atendido —después de dos años esperando la revisión— me ha dado el alta definitiva porque alega que “estoy bien” y que, ya con mi edad, 76 años, no me van a llamar en tres o cuatro años…
Ni que decir tiene que no solo los médicos, sino el resto del personal que atiende (enfermeras, auxiliares y todos los que prestan sus servicios en el centro en el que he estado) lo hacen de manera rápida y con gran profesionalidad. Como, por otra parte, en cualquier hospital de esta nuestra bendita tierra, que hay a quienes no les gusta llamar España.
Pero, referido al hospital de mi área de salud, Don Benito-Villanueva, en Badajoz, por favor: ¡el hospital nuevo ya! Porque no es de recibo que el sillón de la persona que acompaña al enfermo esté tan deteriorado (roto en partes, para tirarlo a la basura) y la mesilla del enfermo totalmente oxidada. Amén de que la cama no tiene colchón, sino algo así como una goma espuma. Vamos, más propio de un hospital de Mozambique, o, si me apuran, de cualquier otro país de África o Centroamérica y el Caribe, y no digamos ya Oriente Medio.
Llevamos muchos años esperando ese hospital nuevo. Cualquiera diría que anunciaron su construcción en la “boda de las hijas del Cid”, y todavía, al parecer, la cosa va para rato, aunque se haya inaugurado ya la parte del centro nuevo que corresponde a las consultas y revisiones (la mía de cardiología fue allí), por cierto, muy espacioso y con gran luminosidad.
Pero los extremeños de esta zona o área de salud (lo que hagan en otras CCAA es cosa suya) no nos vamos a conformar con solo una parte del todo. Necesitamos ya el resto, entre otras razones por el tiempo que llevamos esperando, fácilmente cerca de —o quizás más de— 20 años. Y, por supuesto, atendido con todos los profesionales que sean necesarios. Hay muchos médicos (aunque la Universidad lleve un buen tiempo poniéndoselo difícil para proteger a… lo saben ustedes igual que yo) y muchas enfermeras que han tenido que emigrar a países de Europa donde se les reconoce su importante trabajo. Solo consiste en pagarles un salario decente por un trabajo que salva vidas, mucho más importante que darle puntapiés a una pelota para divertir, en muchos casos, no solo a los futboleros, sino a cuatro fanáticos que, para colmo, no les interesa el fútbol: solamente piensan ganar al precio que sea… arbitrariamente si es necesario.
¡El hospital nuevo ya!, por favor, señores de la política, la plutocracia o lo que sea. No nos cuenten eso del futuro del futuro o que el horizonte se acaba cuando llegas a él.
No queremos que la espera, como la del tren (una de las mayores vergüenzas del Estado), se haga crónica y estemos hablando de 2030 o más. No queremos que Extremadura en su totalidad —no solo con este hospital— siga siendo la “oveja negra” de la democracia (o lo que sea este régimen), la comunidad autónoma (CA) con el menor número de médicos por cada mil habitantes, con los salarios más bajos del país, con la media de pensiones, igualmente, por debajo, muy por debajo, de la media nacional. Los campeones de la pobreza relativa (¡casi la mitad de los extremeños!) y de la pobreza extrema, al borde de la exclusión social (el índice más alto de España). La CA, obviamente, con los peores servicios sanitarios, educativos y de servicios sociales.
Una CA, en definitiva, abocada a la cronificación “perruna” de todos los servicios que necesita la ciudadanía para prosperar; un lugar, por el contrario, “idílico” para terratenientes, grandes latifundistas y cazadores venidos de todos los puntos del país a disfrutar de nuestro clima, nuestra gastronomía y nuestros productos excepcionales, y de nuestra fauna cinegética inigualable.
Después de más de 30 años de gobiernos del PSOE en esta CA, esto es lo que hay: lo poco que ha podido hacer la gente y la evolución natural de la vida. Ellos no han hecho nada. Ni siquiera han intentado emular a Roosevelt cuando dijo eso de: “La prueba de nuestro progreso no es si añadimos más a la abundancia de aquellos que tienen mucho; es si proporcionamos suficiente a aquellos que tienen demasiado poco”.
Y de los que ahora gobiernan, con todos los respetos, en mi modesta opinión, más bien poco se puede esperar. Veremos si no les pasa lo que dijo Séneca: “No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”.
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