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Munuera Montero: un árbitro nada imparcial

“Birló” al Real Madrid (en Pamplona) cuatro penaltis (dos de ellos tan claros que hasta un ciego los vería) y regaló uno al Osasuna, alterando injustamente el resultado
Gabriel Muñoz Cascos
jueves, 20 de febrero de 2025, 10:58 h (CET)

Mucho se ha dicho y escrito sobre los árbitros de fútbol en España. Y desde hace tiempo conocemos demasiados datos sobre los vergonzosos pagos de ocho millones de euros del Barcelona al estamento arbitral, para “sacar tajada” como el corrupto Pujol, “sus siete niños” y demás gentuza sacaron a España durante muchos años, aunque los caraduras decían que España robaba a Cataluña. 


Como estamos viendo, la cuestión continúa, y, con toda probabilidad, los sucios acuerdos políticos entre Sánchez y los separatistas catalanes, además del daño a los intereses de España, llevarán incluida la promesa de “regalar”, la liga al Barcelona. Para ello (supongo) los árbitros deberán satisfacer de alguna manera la deuda que tienen con el club azulgrana y no veo mejor manera, que pitando a favor del Barcelona y en contra del Real Madrid. 


Por eso mismo, veo con claridad por qué Munuera Montero “birló” al Real Madrid (en Pamplona) cuatro penaltis (dos de ellos tan claros que hasta un ciego los vería) y regaló uno al Osasuna, alterando injustamente el resultado. Las informaciones fidedignas de las que dispongo acreditan, además, que es reincidente con el club blanco. Y aunque no iba a escribir sobre este asunto, me he animado a hacerlo después de escuchar hoy en Canal Sur TV las quejas de este árbitro, sin, tan siquiera, reconocer su nefasta actuación y pedir perdón por ella. Y para decirle, de paso, a él y a todo el gremio arbitral, que ellos son, solamente, jueces de los partidos y, han de dar “a cada uno lo suyo”.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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