En el País Valencià, el tándem PP-Vox, derecha extrema y extrema derecha, que, aunque disfrazados, son lo mismo y defienden las mismas ideas, al fin y al cabo ambas formaciones políticas descienden del mismo árbol: del franquismo, siguen haciendo todo lo que pueden para hacer desaparecer el valenciano, no sólo de las aulas sino también de la vida de los ciudadanos del País Valencià.
Hace años, una de las primeras leyes del Gobierno autonómico valenciano fue la que dio cobertura legislativa a la creación de una televisión en valenciano, en aquel momento los políticos socialdemócratas y la izquierda consideraron la necesidad de apoyar y defender la lengua del País frente al resto de los medios informativos del País, todos emitían y emiten en castellano. Era una buena idea, muchos así lo pensamos, tener una televisión pública valenciana, que, además, hablaba la lengua del pueblo. Pero no nos duraron demasiado las alegrías, después del film Casablanca, doblado al valenciano, el primero que vimos en aquella nueva televisión, no tardarían en llegar, con la complacencia del director del ente, Amadeu Fabregat, y del PSOE, aposentado en el Palau de la calle Cavallers, películas, series y algunos programas que comenzaron a introducir en Canal Nou el castellano mientras por los pasillos de las instalaciones de la televisión valenciana en Burjassot circulaba, con la aquiescencia de la dirección, una lista con 500 palabras prohibidas por ser demasiado catalanas.
Cuando años más tarde llegó el PP con los cartageneros Zaplana y Carrascosa, Fabregat y Lerma ya habían abierto el camino del español y la vulgaridad antes del cierre. El Partido Popular acabaría cerrando las emisiones de la televisión pública valenciana, años más tarde reabierta por el Gobierno del Botánico con el nombre de À Punt, y que ahora está en el punto de mira de Vox que, en realidad, es quien manda en la Generalitat.
Desde antes de las últimas elecciones autonómicas y municipales, en el 2023, Vox era consciente de que si entre los escaños del PP y los suyos tenían mayoría Mazón les ofrecería todo lo que pidieran con tal de poder ser President de la Generalitat. Nunca pudo él llegar a tanto y la alta institución valenciana a menos. Ya antes de las elecciones se habían repartido los cargos y prebendas. La condición sine quanon exigida por los ultras fue aniquilar la lengua y la cultura propia del País Valencià, y uno de los caminos para lograr su objetivo es castellanizar la televisión pública valenciana para después cerrarla por falta de audiencia. La necesidad de Mazón de aprobar unos presupuestos para intentar apartar la atención pública de su desastrosa y criminal gestión de la barrancada del 29-O le echó en brazos del fascismo y la metafórica fellatio que ha tenido que hacer hincando las rodillas ante Vox ha consistido en agachar la cabeza aprobando unos presupuestos totalmente impuestos por Abascal, unos presupuestos xenófobos y anti valencianos hechos a la medida de lo que Vox ordena y manda, la ultraderecha considera que ahora es el momento de empezar el derribo de la televisión valenciana. Hace unos días Vicente Ordaz, presidente de la Corporació Audiovisual de la Comunitat Valenciana anunció, durante una comparecencia en sede parlamentaria, las primeras medidas para ir derrumbando À Punt: introducción más castellano en la programación y la posibilidad, en un futuro, de televisar espectáculos taurinos.
Una prueba de la medida en que algunos de estos individuos odian el valenciano son las declaraciones del mismo Vicente Ordaz cuando era simple tertuliano en algún programa de À Punt afirmando que llevaba a su hijo a una escuela privada para que no perdiera el tiempo en “esas payasadas del valenciano”. Ya podemos empezar a encargar las misas de réquiem por la televisión pública valenciana.
Pero si esto continúa igual, y me temo que así será porqué hay muchos intereses en que así sea, estas derechas montaraces están donde están para ganar dinero y darlo a ganar a sus amiguitos del alma, y ahora, con la reconstrucción del desastre son muchos los millones a repartir, y los ultras ya han exigido un lugar en la mesa del reparto, por lo tanto mientras quede la última migaja Mazón continuará sentado en el sillón de Presidencia y desde él complaciendo todas las demandas de Vox, a no ser que la Justicia le acabe parando los pies y acabe en Picassent donde tal vez pueda jugar a las cartas con su amigo, maestro y protector Eduardo Zaplana.
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