Ni siquiera hubo amargo de revolución. La revelación de la temporada, el Iberostar Tenerife, olvidó tal condición en su visita a Madrid. A duras penas aguantó el pulso en el primer cuarto y alcanzó el descanso acusando una sólida desventaja (46-32). No tuvo enfrente a un excelso Real Madrid. La puntería exterior, de Doncic y Llull (dos triples cada uno), sumado a unos buenos minutos de Ayón (7 puntos) y Hunter (8 puntos) marcaron el camino del encuentro entre líderes, con permiso del Barcelona, de Liga Endesa. El Real Madrid, tras su quiero y no puedo de Moscú, encarará su semana de terror en Euroliga (aguarda el Panathinaikos y el Barcelona) desde lo más alto de la competición doméstica.
La cita matutina no se circunscribe a estos acontecimientos. Hubo más aspectos dignos de mención que esa oleada de puntos del conjunto de Laso. En un visto y no visto se pasó de un ajustado 35-30 a ese 46-32 del descanso. Esos minutos, más algunos anteriores (con Carroll como agitador) y posteriores, confirmaron, nuevamente, varias evidencias. Empecemos con Doncic. Vayan disfrutando de todos sus encuentros. Es una recomendación. Quizá deba ser más una obligación. La NBA acabará captando, más pronto que tarde, a este talento del baloncesto contemporáneo. El ‘7’ (número mágico en temas blancos) es tan capaz de dar asistencias como de anotar; que de dirigir con maestría que defender con acierto. Talento y actitud en sus máximos esplendores. Y lo más asombroso: en todas sus acciones gobierna una impresionante sencillez.
Otro que escogió este mismo camino es Sergio Llull. Hasta cuando parece desconectado del encuentro acude puntualmente a ese momento de agitación constante del partido. No faltan sus triples inverosímiles (cayéndose y con el marcador encima) o sus asistencias, destacando una por la espalda, para impulsar al Real Madrid. Su actuación volvió a ser determinante en el triunfo blanco. Porque, puntos aparte, sus pases propiciaron canastas de Ayón y Hunter. Ambos se hicieron los amos de la zona ofensiva. No tuvieron barrera alguna, más cuando Fran Vázquez se desconectó tempraneramente con sus faltas personales.
Oleada de puntos
Más evidencias. Que estamos ante una temporada diferente, de un baloncesto contemporáneo, más próximo que nunca a ese que se juega en la NBA. El calendario es más exigente que nunca. No hay descansos. Hay competición constante. Y no siempre se podrá correr o desplegar un baloncesto de alta escuela durante tantos minutos. Hubo momentos de un Real Madrid más sosegado con otros donde se dibujó una avalancha constante, como sucedió en las cercanías del descanso. Después, tras este tiempo de reflexión, crecieron todas las desigualdades hasta superarse los 20 puntos (59-36). Consecuencia de la inercia trazada anteriormente. El Real Madrid ni tenía que forzar máquinas. Anotaba o defendía solventemente casi sin proponérselo. Como cuando Llull manejó los tiempos y Doncic ejecutó desde el perímetro en el cierre del tercer cuarto (66-46).
El cuadro de Vidorreta quedó hipnotizado. Ellos, al fin y al cabo, también son víctimas de otro calendario europeo. Era ya momento de disfrutar y ahorrar energías en el caso del Real Madrid y de tratar de no recibir una sonora derrota en el caso del grupo isleño. No lo consiguió, aunque redujeron la máxima diferencia cifrada en 30 puntos (83-53). Aún cayendo en Madrid, se mantienen con los mismos guarismos (6-1) que Real Madrid y Barcelona. Es notable su arranque de temporada, y más cuando uno de sus referentes, Richotti, no está en plenas facultades físicas. A colación de esto, una última evidencia: la importancia del fondo de armario, y en esto difícilmente el Real Madrid encuentra oposición. Grandes momentos de Nocioni (tapón, contragolpe y canasta). Este factor también desnivela encuentros y favorece afrontar un calendario tan repleto de compromisos. El miércoles, otro de altura europea, el Panathinaikos de Xavi Pascual. Y dos días después, de regreso a Barcelona.
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