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De la Ideología de Género a la Estupidez

Martín Cid
Martín Cid
miércoles, 6 de octubre de 2010, 06:47 h (CET)
Ya he confesado en alguna ocasión que disfruto cada día con las noticias del diario Público. El domingo, día marcado por el terror rayando el gore de las elecciones del PSOE en Madrid, este diario nos sorprende con otra historia pretendidamente “de miedo”. Adrián, un chico de 46 años adicto al sexo confiesa que mantenía relaciones sexuales con cuatro mujeres al día y estaba insatisfecho. Bien, no ejerceré mi derecho a la ironía ya que las noticias relacionadas me llevaron a una noticia aún más escalofriante: una tal Coral Herrera habla sobre la adicción al amor.

El asunto empieza a desmadrarse, sí. La señora o señorita en cuestión llega a afirmar que la culpa de la discriminación de las solteras la tienen los cuentos del llamado folclore popular, llegando a dejarnos cuestiones tan aristotélicas como la siguiente:

“Blancanieves y Cenicienta nos han vendido el mito del amor romántico como el único amor posible. Ésa es la causa de que las mujeres sigamos buscando a nuestro príncipe azul y ellos a su princesa. Y esto ocurre también en las parejas homosexuales”

Coral Herrera. Doctora en Humanidades y experta en Teoría de Género.
El asunto, que no debería pasar de un breve comentario en cualquier programa de humor, toma tintes verdaderamente grotescos porque no se trata de una sola persona en plena posesión de sus incapacidades mentales, sino que se trata de una corriente generalizada que se ha definido como Ideología de Género. El asunto lo define por primera vez una chica (o señora o señorita) llamada Viola Klein en su libro El Carácter Femenino. Historia de una Ideología (1946) en el que planteaba que la psicología femenina no era de las mujeres en sí, sino el producto de la dominación y el sojuzgamiento masculino.
Bien, sigamos mejor.
Otra de las abanderadas del feminismo (se autodenominaba “lesbiana radical”, mejor no acercarse demasiado) fue una tal Monique Wittig que abanderaba la desaparición de los géneros, aduciendo que el concepto “mujer” sólo existe en relación con la categoría “hombre”. Fuera de categorizaciones más o menos borgianas, fue una de las primeras en tratar la abolición de los géneros.

Para quien le interese el asunto, pueden investigar la muy elaborada Teoría Queer, que dice (más o menos) que la identidad sexual proviene de una construcción social y que no existen patrones sexuales previamente delimitados.
Saltándonos más o menos medio siglo de elucubraciones semejantes a las anteriores, nos topamos hoy en día una nueva especie (que dicen ser derivación de lo anterior) que en cierto programa de humor han dado en llamar femi-nazi: una especie de mujeres que niegan todo lo masculino y tratan de imponer una femineidad cuanto menos dudosa al resto de mujeres (por no hablar de que los hombres apenas tienen cabida).

Como hemos visto, de las primeras ideas (que tienen cierta coherencia) a las últimas hay un salto cualitativo tan grande que nos hace interrogarnos sobre el porqué de la radicalización.

Dejaré que el lector y la lectora responda por sí mismo/a a esta cuestión.

Quizás el lector inteligente diga que este texto que acaba de leer carece de un hilo trabado y de una narrativa correctamente elaborada: tiene razón… pero le diré a ese inteligente lector que tal vez en la raíz de la desintegración textual subyazca la propia desintegración de las ideas que tanto conmueven a nuestro tiempo: la aparente ruptura con todo patrón clásico para componer un mundo nuevo en el que ninguna historia o tradición tenga cabida.

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