Cuando está a punto de disputarse un clásico, a todos los amantes del fútbol nos invade esa sensación de emoción, de máxima rivalidad y de necesidad absoluta de ver el partido. Da un poco igual como lleguen Real Madrid y Barcelona, el espectáculo está servido y las reuniones entre amigos para ver el partido también.
En esta ocasión y tras una gran polémica, el partido se disputó un lunes. Y ese lunes ahí estaba yo, delante de la televisión, con mis amigos alrededor y esperando uno de los clásicos más igualados de las últimas temporadas. Pero ese clásico no llegó, no lo hizo porque el Real Madrid hizo uno de los mayores ridículos del siglo y porque el Barça dio un auténtico espectáculo.
Este clásico, que todos esperábamos con ansia después del gran “paripep” que Florentino ha montado este año con el fichaje de Mourinho, se resumió en una manita, la que le endosó el Barcelona al Real Madrid. Los blancos se tragaron las palabras de Cristiano –recuerden: “a ver si el lunes nos meten ocho”-, la soberbia de Mou y aun encima cinco goles.
El Barça se gustó por cada equina del campo, jugó como siempre y ganó firmando una gran goleada ante el eterno rival. Pep hizo su pleno particular, cinco enfrentamientos con el Madrid y cinco victorias. Mourinho, en cambio, tuvo que ver como le endosaban la mayor derrota de su carrera deportiva como entrenador. Fue la cara y la cruz.
El Real Madrid fue a Barcelona de paseo y de paso a perder los papeles, primero Sergio Ramos, de vergüenza con un manotazo a Puyol entre otros regalitos del capitán blanco, y después CR7 con su empujón a Guardiola.
Florentino se tiene que replantear las cosas muy seriamente porque esto para la mayoría de los madridistas no se arregla a golpe de talonario. De eso la afición ya está cansada y a la vista está que no funciona. De los catorce jugadores azulgranas que saltaron al terreno de juego el pasado lunes, diez procedían de la cantera, en el Madrid, eran dos.
Pero así se arreglan las cosas en la Casa Blanca, ficho a menganito y todos contentos. Yo de Florentino me iba a Valdebebas, echaba un ojo a ver que hay por allí y me preocupaba de invertir en jugadores que de verdad vayan a sentir lo que significa el madridismo. De esos que cuando se les ponga el eterno rival delante salgan a morder y sean capaces de silenciar a todo un estadio, así como hizo Raúl.
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