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Cala del Pi y Mas Tapiolas, dos hoteles con encanto

Teresa Berengueras / Rafa Esteve-Casanova
Teresa Berengueras
miércoles, 6 de abril de 2011, 06:58 h (CET)
Cuando en la actualidad la mayoría de los establecimientos hoteleros suelen pertenecer a grandes cadenas es gratificante encontrar que también existen hoteles bajo la egida de una familia, hoteles en los que la propiedad tiene cara y ojos y no es tan sólo un serio, frío y desconocido Consejo de Administración. Hace unos días conocimos de la existencia de SALLÉS HOTELS con ocho establecimientos abiertos en toda España, desde la Costa Brava a Málaga pasando por Girona, Barcelona, Mallorca y Ciudad Real. El señor Sallés, que proviene del mundo de la construcción, fundó el negocio que hoy llevan adelante sus hijos Salvador y Yolanda desde su cuartel general situado en la localidad de Calonge, en plena Costa Brava, y poco a poco ha ido edificando un imperio hotelero con establecimientos en los que sus clientes pueden compaginar a la perfección el ocio con el cuidado del cuerpo y con el negocio ya que en estos hoteles existen amplios salones para celebrar, entre otras cosas, convenciones empresariales. La cadena SALLÉS HOTELS tiene distribuidos sus establecimientos en tres categorías: Hoteles con encanto, Hoteles urbanos y Hoteles vacacionales o familiares. En el primer apartado encontramos el Hotel Cala del Pí, el Más Tapiolas y lo que puede llegar a ser el emblema y la joya de la corona: La Caminera, situado en Torrenueva en la provincia de Ciudad Real con spa y campo de golf propio lo que puede hacer de sus instalaciones un objeto de deseo para todos aquellos que quieran disfrutar de unos días de asueto cerca de los parajes que recorrió el héroe de Cervantes en sus largas caminatas por La Mancha.

Hace unos días decidimos que la mejor manera de conocer alguno de estos hoteles era pasar un par de días en ellos y ni cortos ni perezosos nos encaminamos hasta Platja de Aro donde a pie de mar está situado el Hotel Cala del Pi que precisamente toma su nombre de la pequeña cala existente justo a los pies del hotel.




Vista desde la terraza.


Tiempo de relax a la orilla del mar
El tren nos dejó en la estación de Caldas de Malavella justo al lado del balneario del que proviene la conocida agua de Vichy. Un taxi nos condujo en menos de media hora hasta el hotel y ya la llegada fue espectacular. El edificio del hotel era antes una antigua casa a la orilla del mar, la familia Sallés la reconstruyó totalmente respetando algunos de los elementos primitivos como las vigas de madera del techo de las habitaciones o la vieja, larga y amplia cueva que conduce hasta la playa y que hoy se ha convertido en un amable espacio donde descansar al tiempo que se admiran diversos cuadros y piezas de cerámica entre las que no podía faltar la conocida cerámica de La Bisbal, una localidad de la zona, ni las pinturas de Modest Cuixart pintor también nacido como artista en estas tierras.

En el amplio hall mientras hacíamos el checking vimos algunos fósiles enmarcados en las paredes y una decoración elegante pero sin alardes agobiantes. La habitación a la que nos condujo un amable botones ataviado a la antigua usanza era amplia, pintada en colores vivos, un salón en el que poder descansar leyendo un buen libro o la prensa, una gran habitación con una enorme cama y toda clase de comodidades como una carta de almohadas, el baño, todo en mármol, tenía ducha de hidromasaje y bañera con efectos de jacuzzi. Pero lo más sorprendente lo vimos cuando al apartar las cortinas y salir a la terraza nos dimos de bruces con el mar, frente a nosotros una gran panorámica del mediterráneo, enfrente el azul del mar, a los lados el verde de pinos centenarios y a nuestros pies la piscina mientras lo único que se escuchaba era la inmensa paz de los sonidos del silencio, el zureo de algunas palomas y las gaviotas que sobrevolaban el espacio. Había comenzado un placer para los sentidos alejados de la vorágine ciudadana.




Teresa Berengueras con
el Chef Enric Herce.


Festín gastronómico en “La Rosa dels Vents”
Entre unas cosas y otras la hora de la cena se nos había echado encima, nos dirigimos al restaurante “La Rosa dels Vents”, uno de los dos que tiene el Hotel Cala del Pi. Antes de entrar encontramos un panel de cerámica con azulejos alegóricos de las estaciones del año y de los diversos vientos. El local es acogedor, no demasiado grande y entre las mesas existe la suficiente separación para que no se escuchen las conversaciones de las mesas aledañas, a través de amplios ventanales cubiertos con cortinas venecianas era posible ver la iluminada piscina.

Allí nos esperaba el chef Enric Harce al frente de un magnífico equipo de profesionales que hizo de aquella cena un verdadero festín. Nos habían preparado un largo menú al que han bautizado como “Menú Gastronómic” para que pudiéramos hacernos una buena idea de los platos que salen de la mano de Enric Harce y sus colaboradores. Comenzamos con una recreación de un plato ruso como es la “sopa Borsh de col y remolacha con su royal”, no podían faltar los productos del mar y a continuación apareció en la mesa el “Poélé de vieiras con trufa fresca y ensalada de hierbas al parmesano”, volvimos a la carne y tomamos un “Foie-gras de pato con pan de especias sobre manzana y endivia roja” para volver a los sabores marinos con un “Lomo de pagel con semillas de sésamo dorado, sémola fina y olivada” y de la mar de nuevo a la carne con un “Meloso de ternera con gamba de Palamós” plato en el que una carne que se deshacía en la boca estaba coronada por una gamba del terreno, los postres fueron “Trufa helada con veloutte de tomillo y lilas en praliné” y “Bizcocho de zanahoria con helado de yogur griego y frambuesas”. Todo regado con excelentes caldos y finalizando la cena con un marc de champagne que nos ayudó a hacer una buena digestión.

A la hora del café pudimos saludar y felicitar al chef, cocinero que además de andar entre fogones también hace sus pinitos literarios habiendo colaborado en diversas revistas del ramo gastronómico y publicado los libros “Como sobrevivir en los restaurantes y disfrutar en el intento” y “Girona cuina a cuina”. Enric Herce es un enamorado de su trabajo y ello se nota en los platos que salen de su cocina, todos ellos llevan la firma de un profesional al que no le gusta disfrazar el producto al que tiene un gran respeto




Spa.


Relajar el cuerpo, fortalecer el espíritu
Después de dormir cómodamente en la ancha y larga cama de nuestra habitación nos despertamos con la imagen que veíamos desde la ventana de la habitación, el cielo encapotado otorgaba al mar un color plomizo y, a pesar de ello, todo tenía un aspecto relajante mientras las olas en su vaivén hacían balancearse a una pequeña barca que saltaba sobre sus crestas de espuma, los pinos todavía parecían más verdes y una bandada de gaviotas y alguna urraca sobrevolaban el intenso azul de la piscina.

Una simple llamada telefónica a recepción bastó para que nos subieran un copioso desayuno que tomamos en la terraza de la habitación ante un paisaje de postal. Finalizado el mismo había llegado la hora del relax, chancletas, bañador y albornoz eran todo lo que necesitábamos para adentrarnos en los caminos del placer y la relajación olvidando por un tiempo las preocupaciones cotidianas inmersos en el espacio del spa del Cala del Pi.

La amable encargada de la zona del spa nos mostró los más de 600 metros cuadrados de sus instalaciones con piscina climatizada, jacuzzi, pediluvio, sauna y hammam para los baños de vapor, también diversas cabinas para tratamientos de masajes, todo un espacio dedicado al cultivo de la salud. En las cálidas aguas de la piscina se han instalado tumbonas relajantes y diversos chorros de agua a presión que pueden ser aplicados a aquellas partes del cuerpo más necesitadas de descanso.

Del relajante baño pasamos a la cabina de masaje. En este spa se puede optar por diversos tratamientos entre los cerca de cuarenta que se ofrecen: facial, corporal o masaje. Elegimos para uno de nosotros un masaje corporal y para el otro un tratamiento Hidratante corporal con vitamina C+C. En ambos casos y después de una hora salimos de las cabinas con la mente y el cuerpo tonificados y preparados para continuar con la dura y eterna lucha diaria.




Amplia panorámica del Mas Tapiolas.

Mas Tapiolas, un lujo entre la naturaleza
A pocos kilómetros del Hotel Cala del Pí la cadena SALLÉS HOTELS posee otro de sus hoteles con encanto, se trata del Mas Tapiolas en pleno valle del Solius y rodeado por 75 hectáreas de bosque donde es posible practicar el senderismo, el ciclismo entre los árboles del bosque e incluso el tiro con arco. Más Tapiolas situado en un enclave privilegiado es una antigua masía catalana del siglo XVII rodeada de árboles centenarios donde a partir del mes de Abril es posible disfrutar de sus instalaciones todos los días del año, los meses invernales tan sólo funciona los fines de semana y es un lugar idóneo, además de para acudir con la familia, para celebrar reuniones empresariales y distintos eventos ya que cuenta con salones para convenciones además de instalaciones para practicar el deporte como piscina, piscina climatizada, sauna, gimnasio, spa y pistas de tenis.

Una amplia explanada ajardinada recibe al visitante, nada más bajar del coche se escucha el trinar de los pájaros que anidan en la copa de los árboles del recinto y la verde y amplia panorámica del valle del Solius se divisa desde todos sus rincones. En el edificio de la antigua masía están instaladas la recepción, el restaurante y algunas de las habitaciones del hotel, el resto están en un edificio de nueva construcción que para nada desentona con este paraje idílico donde tanto caben las parejas de reciente enamoramiento como aquellas que ya llevan años cultivando su amor y acuden con sus hijos pequeños ya que los niños disfrutarán plenamente de la naturaleza.

Nuestra visita al Mas Tapiolas tenía como objeto conocer sus instalaciones y degustar algunos de los platos que se preparan en su restaurante, una cocina casera y arraigada en la zona y sus productos, una cocina de mar y montaña como es tan tradicional en la mayoría de la Costa Brava. Durante nuestra visita nos enseñaron el Mas Tapiolas su director, Josep Font, la Directora Comercial, Francina Prada, y la responsable de Comunicación y RR.PP Reyes Faulo quienes amablemente nos acompañaron en la comida y en el recorrido por las instalaciones.

El comedor está instalado en diversas habitaciones del edificio de la masía, es amplio y largo. Comenzamos la comida con unos entrantes consistentes en tortilla de espárragos silvestres para seguir con unos erizos marinos que en esta época están deliciosos, no podía faltar el foie ni las habitas tiernas con butifarra ni la parrillada de verduras, todo del terreno, para pasar al plato estrella, un arroz meloso con bogavante ante el que daban ganas de irrumpir en aplausos. A la hora del café el camarero que nos había estando atendiendo nos ofreció la sorpresa de diversos cafés aromatizados con cítricos o frutas, él es uno de esos “baristas” enamorados del café y que hacen que tomar una taza de café se convierta en un acto más de la cultura gastronómica.

Después de una larga sobremesa en la que Josep Font, el director, nos estuvo hablando del presente de Más Tapiolas y de los proyectos de futuro salimos convencidos que pasar una semana entre aquel palacio de la naturaleza es un buen antídoto contra la vida urbana y estresante que todos llevamos. Font es un hombre joven nacido en Figueras y que lleva el mundo hotelero en la sangre, le viene de familia. Él es una buena muestra más de una constante que hemos encontrado en el personal tanto del Hotel Cala del Pi como en el Mas Tapiolas, la cadena Sallés emplea en sus instalaciones a trabajadores del entorno que conocen bien el terreno en el que se mueven haciendo de esta manera más grata la estancia al visitante.




Una gaviota merodeando por la Cala del Pi.

La Cala del Pi un paraje salvaje
La pequeña cala que da nombre al hotel está situada a los pies del mismo, su acceso desde fuera del hotel es complicado, hay que caminar por un sendero y descender por unas escaleras para llegar hasta la arena. Desde el hotel es más fácil. Había llegado la hora de dejar los parajes de la Costa Brava pero no podíamos regresar a Barcelona sin haber estado lo más cerca posible de las aguas del Mediterráneo.

En el hotel han conservado una antigua cueva que conduce a la cala y que, tal vez, en su día sirvió de bodega de la finca. Con su abovedado techo se produce un microclima que hace que en cualquier estación del año se mantenga la misma temperatura. Hoy se ha acondicionado como un amplio salón en el que celebrar eventos o en el que los clientes del hotel descansen placidamente tomando una copa sentados en sus mullidos sillones mientras contemplan las obras de arte allí instaladas.

Unas escaleras conducen hasta una amplia plataforma desde la que, rodeados de pinos, contemplar en toda su amplitud el mar mientras se toma placidamente el Sol estival. El día en que nosotros estuvimos éste brillaba por su ausencia, el cielo estaba gris y encapotado aunque un Sol tímido intentaba asomar sus rayos entre algunas nubes. Desde la plataforma más escaleras conducen hasta la pequeña extensión de arena que forma la cala pero ante el fuerte viento reinante desistimos de pisarla y nos quedamos en la plataforma mientras las olas lamían la arenosa orilla. A nuestra derecha, lejana, se divisaba una lengua de tierra con algunas edificaciones y a la izquierda teníamos una pequeña formación de roca metida entre las aguas. El rumor de las olas, las gaviotas sobrevolando el lugar y el silencio eran nuestros únicos acompañantes.

Finalmente llegó el momento no deseado, el de abandonar la placidez de las instalaciones del Hotel Cala del Pi y regresar a la ciudad. Al firmar en el libro de visitantes observamos que entre otras personalidades por allí había pasado descansando unos días el actor Hugh Grant.

Volvimos a Caldes de Malavella para tomar el tren, las horas de asueto mezclado con trabajo habían terminado y volvíamos a la vorágine de la ciudad. Las obras, interminables obras, en las vías del tren retrasaron nuestra llegada a Barcelona y al llegar a la estación el mal funcionamiento de una de las puertas de salida del recinto de la estación de Sants nos dejó encerrados durante unos minutos. Definitivamente estábamos ya metidos en el día a día y en la estresante vida ciudadana.

 
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