En los últimos años he tenido la ocasión de conocer personas que aparentemente lo tenían todo en la vida, que desde fuera parecían haber logrado eso que llamamos éxito.
Pero en realidad, por dentro, se sentían con algún tipo de insatisfacción o pérdida de sentido.
La felicidad es una ciencia compleja, no tiene que ver con aquello que uno piensa habitualmente. La felicidad vista desde el exterior siempre se refiere a éxito material, familiar y a la salud. Es algo así como “Si tienes un trabajo genial, ganas mucho dinero, tienes una familia estupenda, dos hijos maravillosos y además tienes salud ¿qué mas quieres?”
He conocido a personas que aún así no se sentían en plenitud. La felicidad, como los mejores secretos, está escondida en un lugar olvidado por muchos.
Tener éxito en la vida poco tiene que ver con lo que la mayoría creemos que es tener éxito. El verdadero éxito está escondido detrás de múltiples facetas de nuestras vidas y detrás de una actitud de felicidad, una actitud que cultivamos día tras día.
Conozco personas con éxito aparente pero que cuando llegan a casa se sienten vacías porque no sienten que están al lado de la mujer o el hombre de sus vidas.
Conozco personas con éxito aparente que pagan un precio tan alto por este éxito que les está costando la salud.
Conozco personas con aparente éxito, sin un momento para disfrutar de los placeres de la soledad.
…
Creo que encontramos el sentido en la medida en la que nos sentimos en equilibrio, en nuestros cuatro planos:
Mental – Físico – Emocional – Espiritual
Algunas personas olvidaron el “para qué” están aquí y por este motivo dejaron de ser felices.
Algunas personas se olvidaron de compartir sus vidas con las personas adecuadas y perdieron la felicidad en el camino.
Algunas personas olvidaron que su cuerpo era su casa y perdieron la plenitud en el camino.
Otras personas se olvidaron de tener metas y objetivos, planes de vida, y olvidaron la felicidad en el camino.
Cada persona que no se siente en plenitud, ha perdido la felicidad por uno u otro motivo. Aunque desde la barrera los veamos como exitosos, hay personas que lo tienen “todo” y se sienten vacías de alguna forma.
La cuestión no es esa, no es si te sientes más o menos vacío. La cuestión es si quieres recuperar tu pérdida de plenitud, si quieres volver a llenarte de esa sensación explosiva a la que muchos llamamos vida. Si quieres volver a brillar, a disfrutar, a llorar y a reir a carcajadas. A retorcerte de dolor y a brincar de alegría, a descalzarte y pasear por la playa, a vivir con el éxtasis dentro de ti.
Cuando perdemos el Norte, tenemos que volver a encontrarnos, tenemos que volver a ser nosotros mismos, para volver a recuperar la esencia, nuestra canción, nuestra verdadera identidad, esa que solo tú conoces.
Entonces es cuando empieza una revolución, una auténtica implosión interior que desemboca en cambios en tu exterior. Esos cambios que te dan miedo, pero que están queriendo ocurrir dentro de ti ¿los notas?
Cuando un cliente en confianza me pregunta, “César, ¿qué me recomiendas?”. Siempre digo lo mismo:
Dedícate un tiempo a ti, no una tarde o una mañana, dedícate al menos 10 días. A ti solo. En 10 días tienes tiempo suficiente para perderte y para encontrarte y también para vivir la noche oscura del alma a la que se refería San Juan de la Cruz. Siempre que voy a pasar unos días al Monasterio vivo una de esas noches. Sales de ellas fortalecido, te has encontrado con tus fantasmas y puedes tener más claridad mental.
Aprovecha para hacer alguna experiencia que te conecte con dos cosas: la naturaleza y el silencio. Cuando un lugar o aventura cumple con estas dos condiciones, entonces volvemos a encontrarnos a nosotros mismos. Puedes hacer un trozo del Camino de Santiago, parte del GR11, pasar 10 días en un apartamento a pie de playa en pleno invierno, pero tienes que aislarte, para poder encontrarte.
Algunas personas ven estos comportamientos en sus parejas como una amenaza. En nuestro caso, Belén y yo aprendimos a vivirlos como una parte más de nuestra relación, siempre bajo la creencia de que “si estoy feliz conmigo mismo, estaré más feliz junto a ti”. Y eso ha hecho que nuestra relación crezca y se fortalezca cada día, aunque yo sea un buscador de mí mismo que necesite a menudo ese tiempo para mí, que necesite ir al Monasterio un par de veces al año o planificar mi próxima aventura en solitario.
Sea por la razón que sea, si has perdido el sentido de alguna forma, tienes que volver a encontrarlo. Y para ello, nada mejor que detenerte, reflexionar y contactar con tu más verdadera esencia.
Lo demás es la rueda del hámster, vueltas y vueltas sin llegar a ninguna parte. Quizás pases tu vida dentro de esa rueda.
Que tengas un gran día.
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