En el año 1920, León Felipe publicó su libro Versos y oraciones del caminante. Con la primera Guerra Mundial recién terminada, comenzaba una decadencia moral de Europa, que, a través de “felices años veinte”, gran crisis de 1929, apaciguamientos de dictadores, Segunda Guerra Mundial, pactos con otros dictadores, milagro alemán, carreras de armamento, iluminados al frente de los Bancos Centrales, caída del comunismo y nueva crisis económica, ha llegado a nuestros días, cada vez más grave, progresivamente más aguda.
Desde las alturas
En uno de los poemas del libro, el poeta zamorano escribía:
“Yo no distingo ya desde un piso cuarto, un cetro de oro de un bordón de palo.
Y pienso que a mil metros, desde el vuelo perdido de los pájaros, debe de ser lo mismo la toca de una bruja que el capuchón de un santo.
Y que allá de ese vuelo más alto…, muchísimo más alto,
desde el sitio de Dios, fuera del tiempo y del espacio,
el hombre no se verá ya ni grande ni chico, ni bueno ni malo.”
La revolución islámica en Libia
Y así ocurre en Occidente, hoy, que, a la distancia del mar Mediterráneo, no es capaz de distinguir una revolución islámica de un proceso democrático. La decadencia moral de nuestra civilización se puso hace unos días claramente en escena, cuando, al mismo tiempo que veíamos cómo unos salvajes torturaban y asesinaban a Muamar el Gadafi, por otro lado escuchábamos a los miembros de la Comisión Europea y al presidente norteamericano hablar del prometedor futuro democrático que se le abría a Libia.
La decadencia moral se expresa en la incapacidad para distinguir lo que tiene valor moral de lo que no lo tiene., lo que es importante de lo que no lo es en absoluto, lo que tiene un valor positivo de lo que tiene un valor negativo.
Los impuestos y la confusión
La guerra de Libia, como la de Afganistán, ha costado a España, en dinero de nuestros impuestos, mucho más, infinitamente más que, por ejemplo, la visita de Benedicto XVI durante las Jornadas Mundiales de la Juventud. Contra este último hecho hubo manifestaciones, se creó una gran polémica mediática, se ocupó mucho espacio en los informativos, con el mantra de que tendríamos que tener más control sobre aquello en lo que se gastan nuestros impuestos.
Nadie, o casi nadie, ha protestado en este sentido, por la intervención de España en dos guerras al mismo tiempo. Por supuesto que no es comparable una cuestión con la otra. Por que no es comparable, la traigo aquí como ejemplo de decadencia moral, de no saber distinguir lo que importa objetivamente, de lo que no importa en absoluto, de protestar enérgicamente por naderías y de callar, de forma cobarde, cuando se trata de la vida y de la muerte. Ya no lo sabemos, pero no todo lo que nos importa es, de verdad, importante.
Nuestros vecinos deciden no asesinarnos
Decadencia moral galopante y endémica ya en España, donde todo el mundo ha saltado de alegría cuando nuestro vecino ha anunciado que ha decidido, por hoy, que ya no va a tratar de matarnos más. Algunos hasta han llorado de alegría (o nos han hecho ver que lloraban), y se llevaban la mano al corazón. Y, como nuestros vecinos nos hacen ese regalo de no asesinarnos de aquí en adelante, ya se ha lanzado a la carrera el lehendakari vasco, a ver que puede hacer por ellos, en agradecimiento.
En fin, algunos sonríen y otros lloran de alegría, mientras conceden legitimidad al terrorismo como vía de acción política. Por supuesto, al tiempo, no habrá vencedores ni vencidos. No habrá víctimas y verdugos. Todo dará igual, mientras nuestros vecinos dejen de matar, y se discutirá si las víctimas del terrorismo son vengativas p están dominadas por la ultraderecha o asuntos de la misma importancia. Decadencia moral.
ETA ha conseguido su objetivo
ETA emitió un comunicado muy corto y muy claro. Cesa en su actividad armada, dice que definitivamente, y emplaza a los gobiernos de España y Francia a negociar. Dicen algunos que, desde Perpignan podía escucharse la carcajada francesa.
Pero, sin embargo, aprovechándose de la comprensión lectora media de los españoles, de la complicidad de los medios de comunicación y, sobre todo, de nuestra decadencia moral, nuestros gobernantes nos cuentan, sabiendo que mienten, que el terrorismo se ha acabado sin condiciones, que no ha conseguido ninguno de sus objetivos políticos.
No hay más que pensar cómo sería el País Vasco, y el resto de España, si ETA nunca hubiera existido, para darse cuenta de que han conseguido, cautivo y desarmado el gobierno español, la mayoría (si no todos, ya se verá) de sus objetivos políticos. Nos seguirán contando lo contrario, no obstante, hasta que, si la Unión Europea da la venia, se conceda la independencia a Euskadi e, incluso, después. En fin, a la distancia de unos cientos de atentados, ya no somos capaces de distinguir un conflicto político de una simple banda de asesinos.
La gangrena moral española
Desde luego, no acaban aquí los escenarios donde se demuestra la gangrena moral española. Podemos verla en cualquier lugar a donde dirijamos la mirada. Con cinco millones de parados, nos dejamos marear sobre si suben un punto o dos la tributación de los ricos; con cientos de casos de corrupción entre nuestros políticos, que se llevan nuestro dinero a manos llenas, seguimos pensando que habría que vigilar más a los bancos (¿quién los va a vigilar?); con la mayoría de las Administraciones Públicas españolas arruinadas por haber despilfarrado nuestros impuestos, todavía se atreven a decirnos que los recortes del gasto público dañan a la economía. Y se atreven a decirlo, porque saben que unos millones les creerán y a más millones no les importará en absoluto si es cierto o no.
Ya no se trata de desconocimiento político, sino de decadencia moral. Occidente y, eminentemente, España, no puede, desde hace tiempo, mirar más allá de la cuestión de cómo mantener su nivel de vida. No importa nada más. Da igual Israel que Palestina; incluso preferimos Palestina. Total, Palestina negocia con Israel igual que ETA con nosotros: ofreciéndose a no matar israelíes.
La decadencia de Occidente
Y criticamos a Estados Unidos por no compartir su dinero con organizaciones terroristas a través de la UNESCO. Y votaremos por millones a quienes nos han llevado a la ruina económica, aprovechando nuestra ruina moral.
Y votaremos por más millones a quienes han colaborado en esto por omisión. Y seguiremos escuchando y creyendo que los mercados son los culpables de nuestras desdichas, mientras se siguen sucediendo iluminados al frente de los países y de los Bancos Centrales.
Estamos ante la decadencia de Occidente. No sólo, ni principalmente, decadencia económica. Occidente renunciará a su libertad por la seguridad económica, si China llega a convertirse en la última salvación.
Sólo esperemos que esta vez no acuda el pelotón de soldados que, dicen, salva siempre a la civilización, cuando la civilización decide suicidarse. Debería haber algún otro modo. En cualquier caso, como dijo alguien, quien renuncia a su libertad por un poco de seguridad, no merece ni la libertad ni la seguridad.
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