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¿Otra vez armas de destrucción masiva?...

La OIEA hace público un informe, que no se sabe si es una coartada para que los halcones norteamericanos e israelíes puedan atacar impunemente Irán
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 9 de noviembre de 2011, 09:21 h (CET)
Escarmentados en lomo ajeno –Iraq bien valía una guerra para muchos, so pretexto de las armas de destrucción masiva que no tenía-, los organismos dependientemente independientes como la OIEA han perdido toda credibilidad, especialmente cuando sus diagnósticos coinciden con los de los halcones que ven en la guerra la solución a todos sus problemas, así de empleo (van a terminar incluso con los empleados) como de esta crisis de los tramposos.

No creo que sea conveniente que Irán tenga armas nucleares, pero tampoco que las tenga ningún otro país, y, quienes tratan de impedir que las tenga, son precisamente quienes sojuzgan al mundo gracias a su poderío nuclear. Las potencias atómicas lo son precisamente por sus armas, nada más; ninguna otra cosa de sus países los faculta como potencias de ninguna clase. Así la cosa, no es extraño que para no perder su posición privilegiada muevan sus hilos, así el títere ONU como el guiñol OIEA, para tratar de producir una sensación de desasosiego en la población, justificando así la impunidad de un ataque que no sólo es mentiroso y artero, sino profundamente inmoral, si es que no criminal. A quienes pudieran verse tentados de caer en la trampa de sentir pánico porque Irán tuviera armas nucleares, sería bueno recordarles que ninguna potencia nuclear del mundo usó éstas jamás con fines bélicos, excepto EEUU en Hiroshima y Nagashaki contra poblaciones civiles, y Gran Bretaña estuvo a punto de hacerlo contra Buenos Aires, allá por cuando la Guerra de las Malvinas. Quienes se instituyen en la conciencia del mundo son, ya se ve, quienes están dispuestos a lo que sea -incluso a lanzar armas nucleares contra poblaciones civiles- para seguir siendo los amos.

No hay credibilidad alguna, pues, en las voces que alarman sobre peligros que no existen, excepto en la mollera de los halcones israelíes o norteamericanos. Es más, si Irán consiguiera un arma nuclear o diez, jamás las utilizaría contra Israel, entre otras cosas porte esta nación que supuestamente no tiene armas nucleares, dispone de más de 300 misiles armados con cabezas nucleares, incluyendo al misil Jericó, recientemente desarrollado con capacidad para alcanzar Teherán, pues que ello conllevaría su propia extinción. Y esto sí que es peligroso, porque el Estado de Israel pretende desde tiempos inmemoriales extenderse hasta más allá del Tigris y el Eúfrates, y su único enemigo con capacidad de respuesta ante una expansión semejantes es, curiosamente, Irán, porque Siria ya vemos cómo está…, tan oportunamente.

Pero no es exclusivamente la cuestión místico-política de Israel el único desencadenante de este conflicto que tanto tiempo llevan persiguiendo, sino que también forma parte de la guerra por los recursos que se desató en todo el planeta desde hace años, e Irán es extremadamente rica en ellos. Sin embargo, Irán no es Iraq, y tanto los halcones israelíes como los norteamericanos lo saben a ciencia cierta, razón por la cual llevan ya algunos años preparando una fórmula que no les haga necesario pisar suelo persa, escarmentados de la experiencia de Afganistán e Iraq.

Que ahora, cuando todos los ejercicios y armas estratégicas y defensivas de la coalición previsiblemente agresora han sido puestas a punto, venga la OIEA con esta archiconodida letanía que suele preceder al fuego que cae del cielo sobre países inocentes, no deja de ser algo terriblemente sintomático. Es como haber entrado en un bucle del tiempo y repetir lo ya vivido, con la única diferencia de que en este conflicto, si se llegara a desatar, se van a tocar demasiadas fibras sensibles, demasiados intereses estratégicos de muchas potencias y demasiados orgullos como para que, o sí o sí, no derive en una guerra global tal, que elimine de un solo embate casi todos los problemas de superpoblación, crisis y desempleo de medio mundo.

El avispero en el que está radicado Irán hace de todo punto imposible una victoria militar convencional, lo mismo que hace inviable un teatro de operaciones en el que la Infantería o la Caballería puedan jugar papel alguno. Estamos hablando, casi con absoluta seguridad, de una guerra estratégica con armas no convencionales. En un primer estadio, es posible que el armamento que se emplee sea más o menos convencional, pero no se debe obviar que en todos los Estados Mayores de las potencias implicadas –Irán, China, Rusia, Paquistán, India, etc.- éste es un escenario largamente estudiado y planeado, y, en consecuencia, es de esperarse que algunos actores, o todos, sepan de antemano que la escalada es inevitable y tengan preparados planes de contingencia con recursos no convencionales. Un previsible segundo estadio, después o al mismo tiempo del inicio de las hostilidades convencionales y sus igualmente convencionales respuestas, estaría determinado por acciones o golpes de mano no convencionales en la retaguardia, tal vez usando artefactos nucleares –bombas sucias-, químicos o bacteriológicos, para lo cual Irán cuenta con toda una legión de organizaciones en todo el mundo occidental que pueden haber sido dotados para el caso. Esto, o sí o sí, desembocaría inevitablemente en la confrontación entre potencias nucleares en un tercer estadio, ya sea por venganza o por estrategia de expansión de esos ataques terroristas, con todo lo que ello conlleva de holocausto. Y todo esto, claro, si es que antes ciertas potencias nucleares próximas no se alinean con Irán, debido a su dependencia crítica del petróleo y el gas iraní.

Una agresión de castigo por parte de Occidente, produciría en las primeras horas no sólo un derrumbe inmediato de las bolsas y una detención instantánea total de todas las exportaciones, sino que, si el conflicto se alargara, y ya no digamos si Occidente perdiera el primer embate, supondría el colapso de la práctica totalidad de Occidente, ya tocado profundamente por la crisis que estamos viviendo, lo que no dejaría más escapes que la confrontación total.

El informe de la OIEA, en consecuencia, atufa a trampa como la iraquí, y esto se respalda en que este agresivo dictamen que ha hecho público en estas fechas, coincide en el tiempo con la conclusión de la cobertura europea del llamado paraguas nuclear –que no lo será, seguro-, de los numerosos bunkers que masivamente han construido todas las potencias implicadas y de los ejercicios militares y puesta a punto de armas estratégicas no convencionales, las cuales previsiblemente podrán ser usadas –armas climáticas, geológicas, químicas y biológicas-, y de las cuales es de suponerse también que los potenciales adversarios no carezcan y hayan sido convenientemente desplegadas.

Los movimientos sociales tienen en estos días un justo y muy merecido fin para moverse, no oponiéndose a una guerra ya iniciada, sino enfrentándose al problema antes de que las puertas del infierno se abran. Y las bisagras, ya chirrían. Nunca habrá mejor motivo para movilizarse, independientemente del credo político o del segmento social al que se pertenezca, porque pudiera ser que alguien esté cavando una fosa para el género. En cualquier caso, y aun suponiendo que se tratara nada más de una guerra de barrio, demasiado dolor hay en juego y demasiadas consecuencias trágicas nos traerán a todos como para permanecer indiferentes. Lo más inteligente y lo más moral, es fortalecer decididamente la paz antes de que se desvanezca.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos

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