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Diez razones, como poco, para no votar

¿Realmente importa quién nos gobierne?
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 10 de noviembre de 2011, 10:18 h (CET)
Que estamos hartos, como sociedad, del PSOE, es algo tan obvio que ni siquiera voy a plantear sino como axioma, pues, pareciendo no haber tenido la ciudadanía bastante con la lamentable y ruinosa etapa de Felipe González, se les dio a los socialistas una segunda oportunidad con Zapatero y hemos tenido exactamente más de lo mismo, resultando un hartazgo generalizado en todo igual o peor a la etapa anterior, ya que incluso los propios socialistas abandonan en masa su propio partido. Sin embargo, la cuestión verdadera que debemos plantearnos, es la siguiente: ¿Puede hacerlo otro mejor?... Y el resultado de mi discernimiento es que no, basándome en las razones que apunto a continuación:

1. No disponemos de ningún dato objetivo que nos asegure fehacientemente que los candidatos a gobernar están en sus cabales o tienen la formación necesaria para hacerlo. La democracia real que tenemos, al fin, otorga poder absoluto a quien sea designado para el cargo político que sea, y, en consecuencia, tan legal será que perpetre despropósitos como que nos embarque en guerras o hunda la economía, y no se podrá hacer nada por evitarlo, como muy bien sabemos.

2. En la realidad actual, el ejerció de la política goza de total impunidad, no importa lo mal que se haga o los daños que perpetre a un segmento de los ciudadanos o a la totalidad de la nación. No existen responsabilidades administrativas o penales reales por ejercer inadecuada o perversamente un cargo político. Los elegidos, como muy bien sabemos ahora que el poder está cambiando de manos, no sólo se retiran a una jubilación dorada o a empleos de mucha retribución y pompa a cargo del contribuyente -que de ninguna manera merecen, sino todo lo contrario-, no importa si lo que hicieron, como en muchos casos resulta muy evidente, parece haber sido saquear el Estado para sí o para terceros.

3. No existe garantía de que los políticos no usen sus cargos para beneficio propio, de sus deudos o testaferros, o de su partido. Esto ni siquiera merece mayor explicación.

4. No podemos elegir a quien pensamos que puede ser un buen cargo público, sino que lo hacemos entre unas listas en las que, con seguridad, aunque nos gusten unos nos desagradan los demás, ya sea por demostrada incompetencia, por conocida inmoralidad o por enajenación delirante de la realidad.

5. No hay democracia interna en los partidos, de modo que en sus listas, ni siquiera en quien ostenta el cargo de Secretario General, es elegido el mejor, sino el más tiburón, aquél que sabe mover los hilos, conspirar y ejercer presiones sobre el conjunto del partido. Finalmente, todos los candidatos que figurarán en las listas electorales, son elegidos a dedo por quien ostenta el poder de la Secretaría General, aspirando a ser líder o cargo democrático quienes no lo son.

6. Ninguno de los candidatos es el mejor de los posibles, con seguridad absoluta, porque el entramado interno de los partidos se basa en el poder de las “familias” y no en la promoción de los mejores. Si quien ha de ocupar un cargo público de mucha relevancia es quien más y mejor sabe dar puñaladas a sus compañeros de partido, ¿qué podemos esperar de su gobierno?...

7. Es prácticamente imposible que entienda las necesidades de la ciudadanía quien no ha padecido los problemas y necesidades de la ciudadanía, ni solucionar los problemas del Estado quien no está cualificado para ello o su estabilidad psicológica está seriamente dañada. La actual clase política, además de estar conformada por señoritos que jamás han padecido ni penado, no saben en su mayoría qué es pasar necesidad, sobrevivir con un salario vergonzante como los que tenemos, estar sometido al arbitrio o capricho de empresarios, autoridades holgazanas o tener que reverenciar sinvergüenzas oficiales de toda clase.

8. No hay garantía alguna de que un gobernante pueda soportar las presiones y servidumbres del poder, ya internas o externas. Es más, seguro que no puede hacerlo. En lo interno, ya hemos visto que finalmente izquierdas y derechas sirven a los mismos señores; y en lo externo, también, aunque en este caso internacionales. Ni somos independientes, ni siquiera dueños o usufructuarios de nuestro propio destino.

9. No cambiará el poder que dimane de las urnas las leyes que consideró incluso inconstitucionales cuando estaba en la oposición, cual si hubiera un acuerdo secreto para que un partido aprobara lo que el otro no puede hacer. Los despropósitos socialistas quedarán como leyes –SGAE, segregación de género, aborto, etc.-, cuando más eficaz y mejor sería derogar esas leyes… mafiosas o criminales en algunos casos, según mi entender, que lavarse las manos dejando la pelota en el tejado de un TC que ellos mismos manejan y que aprobarán lo que les digan que aprueben y reprobarán lo que les digan que reprueben.

10. No hay democracia, ni dentro de los partidos, ni en la independencia de los poderes del Estado ni en los asuntos capitales o la promulgación de las leyes. Sólo hay democracia para supuestamente elegir un partido que ni siquiera está obligado a cumplir su propio programa, de modo que cuando alcanza el poder puede hacer lo que dé la real gana.

Ya gobernó el PSOE buena parte de la democracia, y ya gobernó el PP, y el resultado no es bueno. Por otra parte, tenemos miles de años de protohistoria e Historia, y la cosa sigue manga por hombro. Desde la cúspide de la sociedad a su base más humilde, es tan vergonzante y ridícula la organización social, que es un puro insulto a la inteligencia, y con los sucesivos gobiernos, más que mejorar, empeoramos…, pero tienen argumentos para lo uno y lo otro: si las cosas van bien, es por su mérito; si mal, es culpa de otros. Los mismos partidarios son talibanes a quienes la moralidad o la ética les viene ancha de sisa, pues que fanáticamente protegen a sus peores y más corruptos delicuentes, y a la vez son capaces de rasgarse las vestiduras por eso mismo en los adversarios.

Ni hay justicia social, ni hay siquiera equidad o equilibrio. Por poner un ejemplo, si dos ciudadanos –uno rico y otro pobre- cometen la misma infracción, es casi seguro que sólo se castigará al pobre, bien sea porque el otro tiene “contactos” o porque es intocable, como los bramanes; pero aun en el caso de que los dos fueran castigados lo serían con lo mismo, si bien la sanción para el pobre puede representar la mitad o todos sus ingresos mensuales, entretanto para el rico apenas si sería una cuestión anecdótica, insignificante. La Justicia no es sino un pomposo nombre que en España se le otorga a la injusticia.

Las evidencias dictan que el desequilibrio es de tal magnitud, que el mismo Estado carece de legitimidad. Quienes son españoles han tenido que ceder sus derechos y rebajar sus aspiraciones por una supuesta mal entendida solidaridad con los inmigrantes, y conceptos como patriotismo fueron denigrados hasta el insulto. Hoy, tal y como dije entonces, se usa precisamente ese término, patriotismo, para que sean los pobres y los ciudadanos de a pie quienes sangren por el Estado, mueran por el él y sigan rebajando sus aspiraciones y derechos. En las buenas, en fin, malo para los ciudadanos –nadie de la ciudadanía de a pie se benefició de los años de bonanza- y en las malas, también. Ser español parece ser sólo bueno a la hora de votar a los pillos.

Resumen: con mi voto, que no cuente ninguno. No me importa qué tan mal lo hagan: no será ni con mi voto ni con mi consentimiento. Allá cada cual. Para mí la democracia no es sino el gobierno de los que engañan al pueblo. Sólo puedo creer en la deontocracia, y eso es algo que jamás verán implantada mis ojos.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos

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