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Un cambio imposible

El PP ha ganó las elecciones prometiendo un cambio, pero se refería sólo al de Gobierno, que es decir más de lo mismo: cambiar para que todo siga igual
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 23 de noviembre de 2011, 08:50 h (CET)

Los políticos y sus voceros, los opinadores profesionales, suelen mentir habitualmente diciendo que el pueblo español es sabio, que la mayoría siempre tiene razón y barbaridades por el estilo. Soy de los que piensan, por el contrario, que en la masa nunca hubo nada bueno -y mucho menos razón-, que la excelencia es la excepción y no la regla, que las mayorías siempre están equivocadas –ventajas de saber un poquitín de Historia- y que jamás dice la verdad que duele quien vive de la audiencia o el voto, o cortaría al instante sus fuentes de ingresos. Vamos, que mienten a la pata la llana, y punto.

En la sección de libros de humor de mi biblioteca –que estoy pasando a formato electrónico por una simple cuestión ecológica y funcional-, tengo uno de los primeros ejemplares editados de Legislación Española (1980) que contiene, entre otras leyes, el Estatuto de los Trabajadores. A veces, cuando quiero echar unas risas porque estoy un poco cabezón, voy y lo leo, aunque después, cuando ya ceso de reír porque me duele la barriguita, pienso en cómo nos engañaron y me entran ganas de lo contrario, que es de llorar. El resumen de este Estatuto y su ámbito histórico, podríamos resumirlo así: Érase que se era un tiempo, en un remoto país, en que los trabajadores tuvieron derechos… y el país funcionaba, y lo hacía bien; pero los empresarios querían más, y un mal presidente, don Felipe González, después de descuartizar España y liquidar todo su tejido industrial, produciendo millones de desempleados e inestabilidad laboral calculada –no podemos consentir un desempleo por debajo del 14%, dijo por aquellos días el pérfido ministro de Economía, Solchaga-, instauró “coyunturalmente y por unos meses” el contrato basura, mismo que hoy, en cien versiones disímiles, convierten a los trabajadores en poco menos que basurilla sin derechos. Sucedió por entonces que ser patriota o españolista era feo y estaba mal visto, y comenzaron a llegar miríadas de inmigrantes a los que se les concedió por el artículos 33 mayores derechos que a los españoles, de modo que las condiciones laborales de los españoles, por esa cosa de los vasos comunicantes, fueron igualándose a las del Tercer Mundo, y todo ello al tiempo que la sociedad se ralaba, pues si aparecían ingentes cantidades de pobres y parados por doquier, por doquier aparecían ingentes cantidades de ricos y pillos que habían hecho fortuna a base de pelotazos. Y, desde entonces hasta hoy, seguimos en las mismas, sólo que ahora, que pinta en bastos, reclaman desde el Gobierno el patriotismo de las masas nacionales –vulgo trabajadores de base- para que con él y su fe arrimen el hombro para sacar a España de la crisis, de manera que ellos, políticos y ricos, puedan seguir viviendo tan ricamente sin rascarse el bolsillo, engañando nuevamente al “sabio pueblo español”. Ésta es la sabiduría del pueblo, y ésta la razón que tiene.

El PP, ahora, quiere vendernos de baratillo que cambiamos, pero sin duda quiere decir que de Gobierno y no sólo para hacer lo que el BM, FMI, Trilateral o El Club le diga, sino también para tenernos bien sujetos otros cuatro años, creyendo Juan Pueblo que algo va a cambiar cuando todo va a seguir igual, que es decir menos derechos para los trabajadores, más privatizaciones a favor de las multinacionales, menos soberanía y más desempleo y terror para las capas sociales más desfavorecidas.

Uno, claro, a la vista de todo esto se plantea si hay soluciones dignas, y, francamente hay pocas, muy pocas, porque España está tan agarrada por los nueves por los lobbies financieros depredadores, que su capacidad de respuesta es prácticamente nula, salvo que esté dispuesta a pagar por su libertad una alta cuota de terrorismo “accidental” y desestabilización nacionalista como no la han visto los siglos.

Fuera de eso, y asumiendo este riesgo, naturalmente que la situación española tiene soluciones. Por lo pronto, admitiendo sin cortapisas que Europa no es nuestra libertad, sino nuestra esclavitud, y, luego, volviendo los ojos a la peseta y a Latinoamérica. Llevo casi 25 años llevando empresas españolas a aquéllos países, y por las veces que los he visitado y por la cantidad de segmentos que he tocado –desde Gobiernos a muy Grandes Empresas-, puedo afirmar sin pudor ni falsa modestia que hay pocos o ningún ciudadano español que conozca mejor que yo el conjunto de Latinoamérica país a país. Naturalmente había que cambiar algunas cosillas, por ejemplo, como los apoyos del Gobierno español –hoy dedicados en cuerpo y alma a tirar millonadas a la basura con inversiones estúpidas o irracionales- y la mentalidad de los empresarios, quienes se conducen como auténticos orates picados del bicho maligno de la codicia, quienes están dispuestos –mayoritariamente- a desacreditar a su madre y a la competencia española, aún con infundios y calumnias, si es que con ello creen que van a vender más o nada más que a vender. Por ejemplo: Los empresarios italianos o franceses o alemanes desacreditan a los productos y empresarios españoles, porque así eliminan a su competencia natural; los empresarios españoles desacreditan a los productos o empresarios españoles que son de su competencia, porque así creen que ellos van a ser los únicos. Resultado: Todos, europeos y españoles, desacreditan a los empresarios españoles, razón por la cual hemos pasado de exportar más o menos el 80% de las necesidades de importación de Latinoamérica al ridículo entre el 12 y el 18% actual, para mayor gloria de nuestros enemigos comerciales, que es decir de Europa. ¿Y qué han hecho al respecto las autoridades españolas para evitar esta debacle: nada. Pusieron a doña Trini, ¡ahí es na´!

El problema de los sucesivos gobiernos que ha tenido España es que no entienden a España o que están consagrados a defender intereses europeos en los que España ni pincha ni corta, más allá de creerse como los locos que somos no sé qué primera potencia, debe ser en estupidez. Fíjense bien: por cada punto que subimos en el porcentaje de nuestras exportaciones a Latinoamérica –considerando siempre que no hay que vender sino conquistar cuotas de mercado de forma estable-, liquidamos casi un cuatro de millón de desempleados y les procuramos un trabajo digno. De modo, que basta con subir nuestras exportaciones un 20%, meta bastante razonable, como para conquistar el pleno empleo. ¿Y que han hecho las autoridades?...: Planes PIPE, misiones comerciales a golpe de páginas amarillas y derroche en estupideces, gozando, por supuesto con el aplauso (e incluso dádivas para que sigamos en ésas) de italianos, franceses, alemanes, británicos, etc. Y, por supuesto, entretanto mordiéndose los empresarios españoles entre sí, considerando que si vende Juan, ellos no venden. Lo de los empresarios españoles, en fin, es despachar, no vender y mucho menos conquistar cuotas de mercado, y así, claro, no se va a ninguna parte.

La otra parte de la solución, que ya la he apuntado en varios artículos, la interior, radica en una reconstitución seria y planeada del tejido industrial inexistente –renovado y muy tecnificado-, y una potenciación agraria no sólo mediante la organización y desarrollo de nuestro superior potencial agrícola y ganadero, sino eliminando pueblos –son muchos e ingobernables por lo caro-, creando organizaciones agrarias altamente cualificadas y dotadas, y desviando al medio rural a importantes cantidades de ciudadanos –familias- en desempleo o empleo precario que, sin lugar a dudas, estarían encantados de hacerlo si les proporcionaran los medios necesarios y se hiciera con la dignidad imprescindible. Se equivoca de medio a medio quien considere que la sociedad especulativa en la que vivimos no tiene sus horas contadas. La autarquía, hoy tan mal vista, será una garantía de supervivencia en muy poco tiempo. Lo veremos, seguro. La hora de la especulación y las bolsas, está a puntito de concluir.

Los enormes problemas que tiene España, en fin, tienen una solución razonable y en un periodo de tiempo racionalmente corto; pero nada de todo esto contempla el actual Gobierno salido de las urnas, como no lo ha contemplado ninguno de sus predecesores. Quieren más de lo mismo, y la prueba es que sólo se plantean recortes y recortes, a costa de los ciudadanos que mismo les han votado. Nada de inversiones, ni siquiera de instaurar una miagica de deontrocracia, facultando que los mejores y más cualificados ocupen los puestos de dirección, sino que van a repartirse los controles del poder entre varones o mandamases del partido, sólo y exclusivamente para seguir mamando de la teta patria, y si puede ser dos legislaturas mejor que una, y cuatro mejor que dos. Nada más. Seguiremos siendo gobernados a golpes de estadística o cifras que no entienden de razones profundas y mucho menos de planes de futuros posibles, y seguiremos, habiendo cambiado, exactamente igual: desangrándonos para pagar una deuda que nos generará más deuda que nos seguirá desangrando. El uróboros, la serpiente que se devora a sí misma, en fin. Más de lo mismo.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos

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