Aprovechando el final de una semana que se presenta a medio gas como resultado de los bajos volúmenes por la influencia del festivo en Estados Unidos, aprovechamos para echar un rápido vistazo a esos balances llenos de ladrillo en los bancos españoles.
Limpiar los balances de la banca es un requisito previo para poder canalizar crédito a la economía. Y en el caso español limpiar los balances quiere decir limpiarlos de activos inmobiliarios, ya que los bancos españoles se sientan sobre una montaña de activos inmobiliarios, la mitad de los cuales está en mora o en vías de ejecución hipotecaria de acuerdo a las propias cifras del Banco de España.
Si a los 15.000 millones de euros en vivienda terminada a Junio de 2011 le agregamos los 5.000 millones de obra en curso y los más de 30.000 millones de adjudicaciones y embargos que se van a producir hasta diciembre de 2013, tenemos una cifra de 45.000 millones de exposición solamente en viviendas.
En suelo las cifras son todavía mayores: 49.000 millones de euros en suelo en junio de 2011 y una previsión de 70.000 millones en adjudicaciones hasta diciembre de 2013. Un total de 119.000 millones de euros en suelo y lodazales.
Y esto es solamente exposición directa a suelo y vivienda. La exposición total inmobiliaria supera los 300.000 millones de euros.
En un ejercicio de simulación de escenarios posibles, si nos preguntamos cuánto tiempo tardarían los bancos en digerir esas cifras, aunque lógicamente está condicionado por la evolución de los precios y dotaciones contables, podemos estimar que, por ejemplo al ritmo de ventas promedio de los años 2009-2011, a la banca le llevará 4 años liquidar el stock de vivienda y 40 años el stock de suelo. Dicho de otro modo: los bancos tienen pisos para 4 años y suelo para 40 años.
Con este panorama y descartada la recuperación del ciclo y ritmo de ventas anterior, el menú de soluciones es limitado: o se bajan los precios de forma agresiva (lo que implicaría necesidades adicionales de capital, algo que parece complicado en el contexto actual) o se sacan los activos dañados del balance. En el sentido de esta segunda opción, es cada vez más intenso el debate sobre la posible conveniencia de crear un banco malo con respaldo estatal, una solución ensayada en Irlanda con resultados desiguales.
Aunque la creación de un banco malo permitiría aligerar los balances y que las entidades bancarias pudieran retomar la actividad de concesión de nuevos préstamos, llevar a cabo en España la estrategia del banco malo representa sin embargo un elevado riesgo. Llevar los activos a un banco malo en el que se valoran a precio de mercado y cristalizan pérdidas crea un agujero enorme que necesita ser llenado o financiado, algo escaso en los tiempos que corren y en el país que vivimos. Los cálculos más conservadores sobre las valoraciones reales de la exposición inmobiliaria de la banca, teniendo en cuenta lo ya provisionado, arrojan una cifra adicional próxima a los 70.000 millones de agujero, equivalente al 7% del PIB... Demasiado quizás para las cuentas públicas y para el contribuyente español.
Una solución alternativa podría ser que el Estado, sin llegar a comprar los activos forzara el reconocimiento de las pérdidas sufridas y consiguiente ajuste de precios, ofreciendo un canje menos agresivo al banco malo por bonos garantizados por el gobierno, los cuales podrían utilizar en la obtención de préstamos del BCE, nacionalizando caso por caso y en último término solamente aquellos prestamistas en una posición más frágil.
La solución óptima, lamentablemente, no existe y sea cual sea la opción elegida de algún sitio debe salir el dinero para financiar la limpieza de esos balances llenos de ladrillo...
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