El pueblo egipcio ha dado un
nuevo paso hacia adelante en su lucha contra sus retrógrados gobernantes. En un
proceso electoral que se prolongará varios meses, los egipcios y las egipcias
acudieron masivamente a votar con una participación cercana al 80%. Y todo esto
a pesar del recrudecimiento de la situación represiva en las calles, donde en
los últimos meses han llegado las primeras decenas de muertos a un país, cuya
revolución popular había sido hasta el momento una de las revueltas árabes
menos sangrientas.
El partido de los Hermanos
Musulmanes, criticado por su oportunismo y por aprovecharse de su posición de
fuerza, parece ser el más votado. Las elecciones han trasncurrido con
centenares de denuncias por irregularidades y bajo la alargada sombra del
CSFA(Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas). Esta junta militar encabezada por
Husein
Tantawi, comandante y ministro de Mubarak durante más de veinte años, ha sido
el objeto de protesta de las manifestaciones populares. Desde que se hiciera
cargo del poder tras la salida de Mubarak, el CSFA ha sido acusado de procesar
judicialmente de forma irregualr a más de doce mil ciudadanos. También se han
denunciado numerosos casos de tortura. Tantawi quiere asegurar a toda costa el
poder del ejército en una futura constitución y ha sido sólo bajo una gran
presión popular, duramente reprimida, cuando ha abierto la mano para la
celebración de las elecciones.
Como vemos, el camino
hacia la tranformación democrática en Egipto no está resultando nada fácil.
Fueron más de treinta
los muertos y cerca de dos mil los heridos que cayeron hace apenas un par de
semanas en las manifestaciones contra la junta militar previas a las elecciones
en todo el país. El ejército disparó munición real y provocó casos de axfixia
por el uso desproporcionado de los gases lacrimógenos, incluso médicos que
atendiań a los heridos murieron ese fin de semana. La junta militar se vio
obligada a reconocer irregularidades en la actuación militar, tuvo que pedir
perdón y acelerar el proceso electoral.
No era la primera vez
que Tantawi tenía que dar explicaciones sobre sus instrucciones al ejército. A
principios del pasado octubre una manifestación pacífica de cristianos coptos
que querían hacerse ver para no quedar al margen en las decisiones sobre el
futuro del país, fue duramente reprimida. El ejército se cobró esta vez una
treintena de víctimas, entre atropellos, palizas y disparos de sus
francotiradores. Los coptos fueron apoyados por los musulmanes que se
solidarizaron con ellos cuando la manifestación llegó a la plaza Tahrir, en
toda una demostración de que el pueblo egipcio está unido contra sus militares.
Parece claro que Egipto
no expulsó a Mubarak para echarse a dormir después. La ganas de cambio y la
voluntad de la gente exhiben una fuerza contra la que es difícil oponerse ni
aún haciendo uso de una feroz represión. El futuro ha echado a correr y los
miedos antiguos parecen olvidados. Es también un aviso para los gobernantes de
sus vecinos árabes. Egipto está decidido a seguir dando pasos hacia delante y
sólo el tiempo dirá cuándo este pueblo en marcha decidirá detenerse.
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