Ayer 6 de diciembre se celebraba el día de la Constitución, un día festivo para todos los españoles que quienes más o quienes menos hemos podido aprovechar para desconectar (aunque fuera por un día) de la rutina.
Pero centrándonos en los motivos reales y consecuencias del porqué de este día, las noticias que llegaban la semana pasada sobre la celebración en tal día como ayer fueron bastantes. Una de ellas fue la declaración de Artur Mas que afirmaba su rechazo a este día y en consecuencia su no-asistencia a la celebración que tendría (y tuvo) lugar en Madrid. Quizás estas declaraciones formaban parte de uno de los dos Artur’s Mas que según él mismo tiene: el de persona y el de político. Un argumento con el cual se defendía en los medios de comunicación a la hora de votar en el referéndum sobre la independencia (donde recordemos, dicho sea de paso, la disposición de su partido en el momento de prestar sus sedes locales).
Por tanto ayer, el Artur Mas que no aparecía sería el mismo que el de su asistencia al referéndum independentista, olvidándose nuevamente de su función política que es representar a todos los catalanes como yo, que por la misma regla de tres podría haber gritado aquello de “no nos representan” puesto que ayer era la función personal quien prevalecía…
Por otro lado, el día de la Constitución deber servir como día de celebración para todos, pues desde su aprobación en el 1978 supuso un cambio histórico para España: pasamos de una dictadura franquista de 40 años donde las decisiones tomadas no representaba al pueblo, a una democracia donde sí que podemos decidir y somos mejor representados y con mejores derechos. Esta mejoría por el contrario, no debe servir como escenario de relajación y de dejar la Constitución como está. Es importante seguir escuchando al pueblo y debe seguir también modificándose pero con criterio y sentido común, que para que nos entendamos es lo opuesto a reformarla en pleno mes de agosto cuando media España se encuentra de vacaciones…
Concluyendo, una fecha que pese al orgullo que debamos tener, es importante que después de un 2011 que ya acaba, analicemos detenidamente el movimiento de indignación visto desde fuera del país como la “Spanish Revolution” y que sirva de ejemplo para que sin prisas modifiquemos esta Constitución actual convirtiéndose en lo que podríamos llamar “Constitution Revolution”, lo que supondría que esa gente que se echaba a las calles para pedir una democracia aún mejor quedará reflejado en una Constitución. Otra, pero mejor.
|