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Fernando Lugo, Mariángela y el fantoche de Mepshow

Relacionarse con el libidinoso cura Fernando Lugo sólo ha producido pérdidas a varias mujeres, al tiempo que ganancias para fantoches como Jorge Escobar
Luis Agüero Wagner
viernes, 9 de diciembre de 2011, 08:26 h (CET)

Dijo el escritor argentino José Hernández que sólo los cobardes son valientes con las mujeres, algo que se corrobora observando el comportamiento de Fernando Lugo con sus ex mujeres.  Un buen ejemplo es Benigna Leguizamón, su ex limpiadora en el obispado, a quien luego de cargar de hijos confinó en un terreno fiscal y obligó a vivir con unas míseras monedas aportadas como graciosa concesión por bolsillos ajenos.

Algo peor intentó hacer con Hortensia Morán, a quien buscó someter a escarnio con unas fraudulentas muestras de ADN fraguadas por su abogado Marcos Fariña, luego premiado con la estancia más codiciada del Paraguay por tal servicio. La misma estancia donde un alto funcionario de SENACSA fue descubierto in fraganti oficiando de capataz.  Fariña también fue el encargado de introducir en los círculos del poder a Jorge Escobar, el fantoche de la empresa Mepshow, por quien la misma Zuny Castiñeira –que reconoció una relación de veinte años con Lugo ante las cámaras de la TV- se jactó de haber hecho lobby ante Miguel Ángel López Perito.

También  Fariña fue el artífice de la visita de Lugo en su domicilio a la conocida ex modelo y empresaria Mariángela Martínez, a quien el abogado se vincula por lazos de parentesco,  algo que trascendió a través de la prensa y ganó gran destaque en su momento.

Y como para que todo quede entre faranduleros, lazos familiares y  amistades conocidas, Mariángela alquiló a Jorge Escobar una bien evaluada propiedad sobre la avenida España, donde éste ubicó su confitería desde la cual embaucó a periodistas, productoras, empresas quinieleras, figuras de la TV, futbolistas y supuestamente, hasta a un ex presidente con bastante kilometraje en lo que a negocios con el estado paraguayo se refiere.

Todo marchaba bien, mientras adeudar el canon permitió a Escobar mantener un tren de vida que hubieran envidiado Hugh Hefner y Larry Flynt.  La cosa se empezó a complicar cuando se evidenció que el “genio de la quiniela” en realidad era un fantoche para estafar a su propia empresa, a la DIBEN, al estado paraguayo y a cuanto incauto se le cruzara en el camino.

Primero los trabajadores de su propia productora lo escracharon con denuncias públicas y citaciones del Ministerio de Justicia y Trabajo, luego la empresa Mepshow lo rajó a patadas de manera humillante.  Como broche de oro, obligó a su patrón Juan Carlos Wasmosy a dar la cara por todas sus deudas y papelones, antes de ir a refugiarse en un breve exilio dorado por las playas brasileñas.

De allí volvería para participar como Jurado, en reemplazo de su entrañable amiga Zuny Castiñeira, en el Programa “Baila Conmigo Paraguay”, donde los mismos participantes armaron revuelo por su presencia.

En verdad, el único consenso que ha logrado Escobar, es que todos lo niegan hoy: Fernando Lugo, Humberto Rubin, Juan Carlos Wasmosy,  Juan Carlos Galaverna, Horacio Cartes, Mina Feliciángeli, Aldo Zucolillo, López Perito, Camilo Soares y hasta Marcial Congo.

Sin embargo, valiéndose de abogados prestados por el estudio jurídico de José Fernández Zacur, que no tiene escrúpulos para empeñar su prestigio, y a través de maniobras sólo posibles en el politizado y corrupto poder judicial paraguayo, Escobar sigue atrincherado en el local de su confitería Madeleine.

Tanto es así que ya muchos sospechan que detrás de una maniobra de tenaza para apoderarse de estas propiedades, estarían varios personeros de la corte del ganadero de las sandalias, siempre ávidos de apoderarse de vida y hacienda ajenas.  Ello explicaría también el porqué estas oscuras maniobras de Escobar son secretos guardados bajo siete llaves por la prensa adicta al gobierno arzobispal.

La perjudicada, nuevamente, una mujer a quien los trascendidos relacionaron con Lugo.

De consumarse el despojo, no sería nada raro que suceda en un gobierno que ha cometido tantos  despropósitos por cobardía propia como por verdadera mala intención.

Ya lo advirtió Montaigne, la cobardía es la madre de la crueldad.

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