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El disparate de la política, hoy

Un juego de las adivinanzas
Ángel Ruiz Cediel
martes, 13 de diciembre de 2011, 12:14 h (CET)

A una pregunta de examen sobre la libertad en los textos del Arcipreste de Hita, respondía un alumno de los años 70  que “hay quién trabajando se hace rico, pero es más seguro jugar a las quinielas.” Un aserto que bien pudiera ser el manifiesto programático de los sindicatos mayoritarios o la esencia última de los contratos basura que“coyunturalmente” desde hace veinte años instauró inter nos el insigne don Felipe González. Y esto viene a cuento, porque aquellos muchachos de los finales de los sesenta hasta mediados de los setenta, cuyas respuestas bárbaras recoge don Luís Díez Jiménez en su celebérrima obra Antología del Disparate, bien pudieran ser, por aproximación de edad, nuestros políticos de hoy, especialmente por cuanto la política es la única profesión en España para desempeñarse en la cual no hay que demostrar ni estabilidad mental ni siquiera no pertenecer al orden de los borricos, que no son, precisamente, del de los celentéreos.

Imaginemos por un momento que, efectivamente, aquellos muchachuelos y muchachuelas de aquellos años son, efectivamente, nuestros políticos de hoy; ¿qué nos lo impide?..., y analicemos cómo estaría la cuestión de esta profesión sin requerimientos mínimos. “La libertad de Prensa es, por ejemplo, la censura”, aseveraba otro talento, a lo que el mismo lector puede responderse SINDEmora sobre a quién de nuestros amados próceres de hoy podría pertenecer tan rotunda afirmación, aunque por darle una pistilla adicional ya le apunto que es probablemente el mismo personaje que a la misma cuestión respondió: “la libertad sólo existe de pensamiento, y a veces se quita con inyecciones.” Como las ganas de fumar, vaya.  O este otro cerebrito que, más místico él o ella, al ser inquirido acerca sobre los mandamientos, afirmó concluyente: “El primero es el sexto.” ¿A quién le recuerda, eh?... Y como pista le facilito esta respuesta sobre el control de la natalidad: “Antes la controlaban las bacterias.”

Instalando aquello en nuestro presente, hay que dejar previamente claro, sin embargo, que nuestros líderes políticos y cargos electos amadísimos son de una honradez extrema, y que si no se sienten señalados cuando les tildan de plutócratas por emplear en la cosa pública a toda su parentela, es porque para ellos la plutocracia no es sino “el estudio de las rocas eruptivas.” Y es que así como el mármol “es un mineral que abunda en las sepulturas” los políticos abundan en las Cortes, “donde se reúnen a procurar en solemnes ocasiones”, entre otras lindezas. Una garantía de éxito nacional, porque, según alguno, es como ir a por lana y salir trasquilado, que no significa a su entender ni más ni menos que “todos somos ovejas”, lo cual a ellos no les afecta en absoluto porque saben perfectamente que “Aristóteles inventó la aristocracia”, no se señala si la electa. Y creen, ¡vaya si creen!, como por ejemplo, "Creo en Jesucristo, concebido por obra de Engracia del Espíritu Santo", entre otras ideologías, claro.

Eso sí, aplican todo su talento nuclear en pro del bien común de la población activa y pasiva, siendo que "la población activa es la que trabaja y la inactiva los inútiles", y ya que estamos en la era atómica, inocua manera de obtener energía ya que “el átomo se divide en tres partes: membrana, protoplasma y núcleo”, pueden decidir y deciden alargar la vida de las centrales nucleares ad aeternam, pues que no hay riesgos aunque suceda lo de Fukushima, porque cualquier político sabe, probablemente, que “el átomo está rodeado de una emebrana transparente.”

Un tiempo éste en el que vivimos en el que, gracias a Dios y a los votos que les permiten legislar cualquier ocurrencia, los géneros son ya iguales y el diformismo sexual ha quedado reducido a que “el macho se diferencia de la hembra por una prolongación más o menos larga”, cosa lógica si consideramos que los derivados epiteliales “en los vertebrados y el hombre son los pelos, las plumas, las escamas y los cuernos”, como podemos comprobar solo fijándonos en nuestros semejantes. Cosa asaz natural donde las haya porque el protagonista está más que formado y perfectamente al tanto de que “Cervantes era manco de la pierna izquierda”, misma razón por la que tienen el convencimiento de que la oración final de la misa “es la extremaunción.” Cosas ésta última propia de los curas y la religión ésa, que no hay Dios que la entienda, seguro.

Tal vez porque “Guerras Médicas son las del Seguro de Enfermedad”, pretende alguna señoría privatizar por la vía rápida la Seguridad Social, la cual no es nada flemática porque como todo el mundo sabe “flemática es una persona con bronquitis crónica”, y ella está de lo más sana. Y es que así como “hay dos clases de frutos: los naturales y en conserva”, también “hay dos clases de sacerdotes: los que creen y los ateos”, perteneciendo los políticos al de los sacerdotes (de la política) que creen o no, según, ya que “si pecas con la mano derecha, que no se entere la izquierda”, y va sin segundas, sino que es cosa que cae por su peso porque “el hombre es un animal racional siempre que tenga cabeza” y los políticos suelen tenerla, pues como “el celibato se transmite padres a hijos.”

Y es que en un país en que “la capital del vino de Rioja es Riotinto” no podemos esperar menos de nuestra clase política, aunque en sus configuraciones genéticas “el `adene´ tiene guamina, toxina, pepsina y ácido nítrico y forma una escalera de caracoles”. Si bien algún defectillo les caracteriza, pues, aún contando con el culturón que les es inherente, usan traductores en el senado por no estar muy al día en las cosillas vulgares, especialmente si se trata de las lenguas vernáculas, “que es la lengua que se usa en las tabernas.” Pero es la excepción esta carencia y no la regla. Tan es así como digo, que es precisamente su culturón el que les ha hecho blandir como propio del colectivo el lema `cogito ergo sum´, que para ellos no significa sino “le cogí lo suyo”..., y, como vemos cada día, y lo de éste y lo de ése y lo de aquél..., etcétera.

Y ahora volviendo a la realidad, ¿se imaginan que aquellos alumnos fueran nuestros políticos de hoy?... Y, lo peor de todo es que, considerando la deriva que lleva el país y las exigencias mínimas que hay que reunir para ser diputado, ministro, presidente o lo que sea, nadie en el mundo Tierra puede negar que no lo sean. ¡Madre mía, qué miedito!

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos

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