Dijo Mirabeau que los privilegios algún día acabarán, pero el pueblo es eterno, aunque bajo el gobierno arzobispal que hoy padece el Paraguay es más probable que sean los privilegios eternos los que pronto acaben con el pueblo. A favor de este vaticinio, basta mencionar al embanderado del cambio Jorge Escobar.
Cuando ya todos pensaban que la antiestética aparición mediática del quinielero arzobispal y figura emblemática del gobierno del cambio, Jorge Escobar, había llegado a su fin, el fuerte padrinazgo de quienes lo introdujeron en la corte del ganadero de las sandalias Fernando Lugo lo sigue manteniendo en la palestra, para envidia de varias figuras de la farándula luguista.
Evidentemente, es difícil desalojar de su sitial a un fantoche encumbrado gracias al lobby de Zuny Castiñeira ante Miguel Ángel López Perito, campeón en nombramientos de cuñados dentro de la administración arzobispal.
Al parecer, no fue suficiente aparecer en todos los medios del Paraguay como el gran estafador al estado paraguayo, caracterizando como doble de riesgo a su patrón Juan Carlos Wasmosy, santo varón.
Tampoco fue suficiente que los propios empleados de su productora lo escrachen como un conspicuo farsante y deudor, iniciándole demandas por no abonar los salarios correspondientes que lo llevaron ante el Ministerio de Justicia y Trabajo. No fue suficiente ser sindicado como el responsable de dejar a la beneficiencia sin fondos, al dilapidar en inolvidables fiestas con modelos y aeromodelistas el canon que debía servir para esa asistencia bajo un gobierno embanderado con la teología de la Liberación, aunque hoy no se haga responsable Leonardo Boff.
No fue suficiente recibir una demanda de desalojo en su último bastión, la confitería Madelaine by Kokitos, propiedad de la conocida ex modelo y empresaria Mariángela Martínez, a quien su sobrino Marcos Fariña introdujo en el brete, como hizo con Luis Enrique Araújo Vann y su búfalos de la estancia “Carmen”, a la que ni siquiera necesitó cambiar el nombre porque también su madre se llama así.
No bastó al interminable Jorge Escobar comprar su propio espacio en la TV para intentar imitar a Don Francisco, o participar como Jurado en reemplazo de Zuny Castiñeira en el programa Baila Conmigo Paraguay, viajar en limusina por los pésimos empedrados de Asunción dándose la gran vida de pizza con champán.
La última demanda contra Escobar fue presentada por el comerciante César Chaparro, quien había abonado 800 millones en concepto de garantía, como parte de un contrato que la empresa del dúo Wasmosy-Escobar jamás cumplió. También demanda la devolución deun pagaré de 1500 millones, y una indemnización de más de 63 millones como lucro cesante por no cumplirse el preaviso.
Como sucedió con los fondos de muchos otros incautos, el dinero acabó dilapidado en las fiestas del interminable Escobar, quien no se fijaba en gastos cuando debía asumir compromisos por cuenta de cánones y bolsillos ajenos. Evidentemente, no existen payasos no hay un dueño del circo.
En uno de sus discursos dignos de nula fe, el cura presidente Fernando Lugo afirmó que todos somos corruptibles, aunque en lugar de probabilidades debería usar la palabra corrupto cuando se refiere a sí y a sus cortesanos. La presencia de Jorge Escobar en los círculos privilegiados de su régimen y la impunidad con la cual sigue usurpando locales ajenos y embaucando con una fachada que no le pertenece a todos los paraguayos, justifica el uso del adjetivo en tiempo presente.
En el Paraguay, país donde se aplaude al corrupto, es evidente que lo poco que hay está de un modo sustantivo y eterno, incluidos los vicios y la corrupción.
|