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La marcha de Zapatero

Pasará a la historia como un político mediocre
Domingo Delgado
lunes, 19 de diciembre de 2011, 08:20 h (CET)

Todo llega a su final, también el periodo gubernamental del presidente socialista Rodríguez Zapatero llega a su fin, en parte por voluntad propia, y en parte por la mala evolución del acontecer económico internacional, que hace tiempo le desbordó.

Siendo así, que en este epígrafe a este político que ha regido los destinos del Gobierno de España durante casi 8 años, lo fácil es sumarse al sentimiento general de queja y malestar, por unos resultados realmente malos en lo económico, lo social, y aún lo político. Pero eso no sería del todo honesto, por “hacer leña del árbol caído”, aunque es lo patente.

Así procurando una cierta equidistancia, sin llegar a creer de verdad en las palabras de Bono –que no suelen ser sinceras-, tampoco creemos que la historia lo restituya como un auténtico político de alcance y talla, ni siquiera como un “hombre de Estado”. Creemos, simplemente que pasará a la historia como un político mediocre, prototipo del producto de los “aparatos domesticados” de los partidos, que elaboran este tipo de “personaje light”,  ni fríos, ni calientes, “tibios”, probabilistas, con una intencionalidad de calculada “ambigüedad”,  ofuscados por lo “políticamente correcto”, según su peculiar ortodoxia.

Por ello, dentro de ese paradigma de consenso, emergido entre una bipolar guerra dentro del socialismo de sucesión a Felipe González, como el “menor de los daños posibles”, adelantó así a políticos de mayor talla que la suya, pero que se habían alineado entre las partes en litigio de aquel Congreso del partido en el que lo eligieron, por escasa votación –emitida a la contra de uno de los candidatos más destacados, José Bono- que a tenor de su evolución, tampoco creemos que nos hayamos perdido mucho. Pero que realmente determinó el asenso de un personaje secundario al primer plano, que se ha mostrado incapaz de liderar el propio proyecto socialista, aunque desde el poder consiguió instaurar su propio “aparato de poder” en Ferraz que controlara al partido e incluso a los medios de comunicación afines. Que le llevó a apoyar la gestación del canal 6 de TV frente al canal 4, y al diario Público, frente a El País, por consiguiente, creó su propia red de comunicación con Rouras, frente a la que tenía convenida Felipe con el grupo de Polanco; dividiendo las fuerzas, y generando enfrentamientos afines que han acabado por debilitar su propio proyecto de izquierdas.
Pero una vez en el poder, más allá de un nuevo talante más relajado, comunicativo y aparentemente comprensivo que el que usó Aznar, presentó una mayor cercanía del personaje a la sociedad. Pero pronto empezó a querer imprimir su propio “sello personal” a su etapa de gobierno, y empezó a apoyar movimientos como los de la “memoria histórica” –que removieron la emotividad guerra-civilista, que la transición había tratado de esquivar-, apostó por un liberalismo radical en derechos civiles –más propio de esta ideología que propiamente de la socialista- con el apoyo militante a las ideologías de igualdad de género, matrimonios gays, ampliación de la ley del aborto, ley antitabaco, etc., que fueron muy polémicas en su entrada en vigor, arrastrando más desgaste que beneficio político, que como en el caso de la supresión del impuesto de patrimonio, ZP no se ajustaba realmente a un guión siquiera socialdemócrata, empezando a levantar los primeros recelos de los sindicatos, que hasta el momento le habían apoyado creyéndolo en su ámbito ideológico.

Entre tanto, transcurría su primera legislatura, que aún fue aprobada por los españoles en las urnas, al revalidarle en un nuevo mandato, siendo en este segundo mandato en el que los primeros rasgos de la crisis económica empezaron a aparecer ante el “autismo político” de un presidente que sacaba pecho sobre la economía española, en franca contradicción con los hechos que se venían apreciando, dando una imagen internacional de clara insolvencia política y falta de rigor. Y sobre todo, perdiendo un tiempo crucial para reconducir la maltrecha economía; llegando tarde y mal a la adopción de medidas ante una crisis que se seguía negando, ampliando el gasto en inversiones de un plan E costoso y coyuntural, ante el mal diagnóstico económico que se hacía, dentro de una confianza triunfalista de mejor ocasión.

Tal fue el momento en que, a nuestro juicio, Rodríguez Zapatero cometió su mayor error político, negando la crisis y mirando a otro lado. En vez de asumir la situación con realismo, y adoptar medidas políticas consensuadas –primero en su partido, y después con la oposición, que tampoco le dio ninguna tregua con su pretensión de alcanzar el poder-, y sobre todo, haber barajado la posibilidad de un anticipo electoral, a mitad de la legislatura, para que se hubiera consensuado en las urnas una política socialdemócrata (PSOE) ante la crisis, o por el contrario otra liberal-conservadora (PP); en vez de aguantar hasta que la UE le impuso modificaciones de su política económica –en la que ZP no creía- y que con poca convicción asumió, teniendo que rectificar la mayor asumir la crisis contra todo lo dicho, y sobre todo confundiendo a la población (votantes y militantes socialistas que se han visto abandonados en su proyecto político) que finalmente ha pasado la dura factura que era previsible.

Pero esa confusión ideológica, esa falta de convicción socialdemócrata, la ha arrastrado el presidente ZP hasta sus últimos días de gobierno en que ha acabado por indultar a un importante banquero, contra pronóstico y parecer de su entorno. Así las cosas, no es extraño, que ese personaje secundario, que accedió a primera plana en un Congreso de forma casual, no sólo no ha dado la talla como político de altura, en momentos difíciles, sino que tampoco ha representado con autenticidad y coherencia las ideas socialistas – o por mejor decir, socialdemócratas, con las que llegó al gobierno-, sino que cual funambulista ha intentado inclinarse a un progresismo de salón, burgués, por su inmediata rentabilidad, en tanto que en las cuestiones fundamentales de progreso social se ha quedado a medio camino –ya que la crisis económica hace inviable el “Estado del  Bienestar”, y con ello no sólo leyes como la de la dependencia promulgada por ZP, sino también se ponen en peligro logros de años anteriores, incluido el sistema de Seguridad Social-.

Y por último, quedaría analizar su política antiterrorista, que tiene algunas sombras como las del “caso Faisán” que está sub iudice, y además aunque no se le niega el interés de acabar con el terrorismo etarra, todo aparenta que ha optado por la vía del acercamiento y la negociación –que no es desdeñable, si realmente lleva a algún puerto, que sea aceptable por todas las partes-, pero que de la forma que se está presentando resulta bastante inconveniente; ya que no sólo se niega la mayor –la negociación- sino que además, los síntomas que emite ETA no pasan de anunciar el abandono de la lucha armada (en ocasiones anteriores, lo ha hecho retomándolo con posterioridad), pero sin embargo no hay una entrega de las armas y una renuncia clara al uso de la violencia. En ese nuevo equívoco, el entorno abertztale ha conseguido colar una nueva versión de agrupación política que ha obtenido un alto rendimiento electoral en el País Vasco, de forma que han accedido de nuevo a las Instituciones Autonómicas, Provinciales, Locales, y aún Estatales; sin que nos quede clara la retirada definitiva al ejercicio de la violencia. Han vuelto a la legalidad, a cambio, de una nueva tregua –que es lo que realmente tenemos, hasta tanto no se constate el abandono definitivo de las armas-, y que representa un escasísimo logro para los intereses de la Nación española. Amen que de nuevo, se genera la ambigüedad en algo donde resulta primordial la claridad y rotundidad, con la que hacer frente a la no menor rotundidad del mundo abertzale en su discurso y propósitos. Que dejan al nuevo Gobierno una difícil situación que resolver.

Todo lo cual, pone de manifiesto que la gobernanza de Zapatero –especialmente su segundo mandato- ha sido realmente desacertado, algo que pocos con sensatez discutirán ante los resultados de las urnas, que además dejan al PSOE en una difícil situación de transición, pues la confrontación interna está servida. Y, una de dos, o se resuelve en profundidad, aprovechando nuevos planteamientos, con nuevos actores políticos que se ganen la credibilidad pública en este tiempo de oposición, o realmente el futuro del partido se ve bastante comprometido, sobre todo si se trata de parchear la crisis, y de que cambie algo, para que nada cambie en general. Quizá en esta etapa, políticos como Tomás Gómez, que se anticiparon a los hechos, plantando cara al aparato de ZP en Ferraz, al que ganó en sus primarias madrileñas, tenga mucho que decir.

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