"Algún día me tocará responder y se quedarán tristes" En su línea de satisfacción onanista, la representación carnal del egocentrismo respondió con su habitual repertorio perdona-vidas a los primeros silbidos que se han escuchado en Chamartín hacia su persona. Simbólico también el contexto: a cinco minutos del final y con otra goleada en el bolsillo (¡¡67 goles!!). Poco importó. Cuando los fanáticos de cerebro frágil intentaron honrar a su caudillo, el "hasta aquí te dejamos llegar" por fin hizo acto de presencia. La falta de empatía con su afición y con el fútbol en general tocó fondo contra el Barça. Quizá en el Dragão, Stamford Bridge o San Siro las reglas las escribía José. Pero el madridismo recuperó el orgullo plantando cara al mercenario parásito de Setúbal. La rebelión parece además haberse trasladado a vestuarios. El diario Marca (sin grabación o testimonio alguno, total para qué...) desveló en su portada dominical la tensión que presuntamente existe en el seno blanco. A Mou el tener a campeones del mundo a su lado debe escocerle, y antes convierte el himno del Madrid en un fado que ceder protagonismo. Si se critica a Pepe sale con Busquets, si se ataca a Ronaldo reparte amenazas a lo Eastwood, si le viene en gana se marca el debut exprés con Pedro Mendes ante el Ajax, y si nos ponemos tontos se planta con los cuatro portugueses en el Bernabéu ante el Barcelona. Con este panorama, uno no puede dejar de sonreír cuando todavía hay quien debate sobre el pulmón de la Roja. Pero el deporte se hace racional solo en la derrota. Este miércoles toca vuelta del Clásico copero (y otro, y otro...), y la tortilla se puede transformar en bacalao a poco que caiga la sorpresa. Una parte importante del madridismo, con Florentino a la cabeza, no quiere otra Liga, ni otra Copa. Si me apuran, ni la Décima está marcada a fuego. El sentimiento que flota en el ambiente es el de simple deseo por ver caer a un rival cojonero que no se cansa de la victoria. Como sea. Y este desierto moral es el terreno perfecto para que se desarrolle un cactus como Mourinho. No vale cualquier cosa. El aficionado puede, y debe, exigir victoria y orgullo. En sus manos está recortar los pinchos.
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