Un Woody Allen enamorado de una adolescente en su filme Manhattan le pide apartar su mirada de “niña descalza de Bolivia que busca un padre adoptivo”, una bella y precisa metáfora para definir al chantaje emocional.
La semana pasada visité por primera vez Bolivia, y pude corroborar que toda ella es una extorsión a los sentimientos, a la que aún no ha cedido la humanidad.
Uno de los momentos más emotivos para mí fue cuando debido a un problema de transporte, debí permanecer casi un día en Potosí, con vista al famoso cerro Rico que recibiría el título de Rey de Montes, tesoro del mundo y envidia de Reyes otorgado por Carlos Quinto.
En tiempos de Cervantes, en España ya la expresión 'Vale un Potosí' se había convertido en sinónimo o sucedáneo de Vale un Perú, que empezó a usarse un siglo antes. Por eso Don Quijote alude a Bolivia y no a Perú.
Todavía hoy permanece en la nómina de las fortunas más grandes del mundo un Hochschild, según la revista Forbes, descendiente del judío alemán Moritz Hochschild, quien amasó fortuna con el estaño de Bolivia abriendo socavones en montañas y en pulmones de mineros.
A principios de la década de 1920, Hochschild se había trasladado a Bolivia tras oir hablar de las riquezas fabulosas acumuladas por Simón Patiño, que integraría el top ten de las mayores fortunas del mundo explotando el metal del diablo. Junto con Patiño y Carlos Victor Aramayo integró un triunvirato acaparador de las riquezas minerales bolivianas que alcanzó su cenit en la década siguiente, en la que se desarrollaría la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia.
Precisamente intentando asaltar un correo de la empresa minera de Aramayo acabaría sus días un temido pistolero llegado del Lejano Oeste norteamericano, Butch Cassidy, rodeado y muerto junto con su compañero de ruta Sundance Kid en noviembre de 1908, en San Vicente, sur de Bolivia.
El ejército boliviano, que fue capaz de derrotar a pistoleros legendarios como Butch Cassidy y Sundance Kid y capturar al mítico Che Guevara, se deshizo en las selvas del Chaco entre 1932 y 1935, en una guerra aclimatada a la medida de los paraguayos.
Pero los resultados militares de la guerra no se reflejaron en el mapa trazado al final de la matanza, pues los cortes de saldos y retazos de napas freáticas, debían respetar títulos de propietarios que vivían en Nueva York.
En 1952 el movimiento nacionalista revolucionario boliviano se hizo con el poder en ancas de mineros y ex combatientes de la guerra del Chaco, nacionalizando las riquezas minerales del subsuelo y encarando reformas reclamadas por la historia. Bolivia logró su auto-abastecimiento de petróleo y se convirtió en exportador. Paradójicamente, en Oruro debí padecer varias horas de retraso por escasez de combustible, que se distribuye a cuentagotas, a poca distancia del opulento museo Patiño instalado en la ciudad.
País de realidad compleja, primer destino turístico cultural del mundo, Bolivia no deja de sorprender al visitante que se asoma con ojos ajenos a un entorno mágico. Ver Bolivia con mis propios ojos me ayudó a comprender porqué allí puede suceder lo impensado e imprevisto, incluso un golpe de Estado en plena guerra internacional, como el que derrocó a Salamanca en medio de la guerra del Chaco.
En este país que fue a la guerra empujado por cotizaciones de Wall Street, las masas mayoritarias todavía desconocen el ciberespacio e ignoran lo que es una transferencia bancaria electrónica. A pesar de todo, los ojos de las niñas descalzas por estas bellas latitudes mantienen su encanto. Las miradas aún recuerdan la frase de Woody Allen en Manhattan que sintetiza a Bolivia.
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