La tragedia (deportiva) se produjo en menos de veinte días. Fue una trampa retorcida, extremadamente dolorosa. Cayó primero el Deportivo, que diecisiete años después volvía a inundar Riazor de lágrimas en un déjà vu dramático. Otra vez el Valencia como verdugo y de nuevo en la jornada definitiva. El castigo, en cambio, fue muy diferente. En un partido agónico los nervios pusieron en Segunda la leyenda del Super Dépor, amenazando con dejar a Galicia sin representantes en la Liga BBVA veinte largos años después.
El balón saltó entonces a las Rías Baixas para evitar el desastre. Tras una temporada irregular, el Celta se metió en la lucha final por recuperar su sitio en Primera. Pero con el esférico también llegaron las meigas coruñesas, y tras rozar la machada con dos penaltis salvados en el partido de vuelta en Granada, un error de Michu, también desde los once metros (manda carallo, que diría el otro...), dejó a la tierra del pulpo sin representación entre los grandes.
Con este reparto de alegrías y tristezas entre los seguidores de sus dos equipos más representativos (cada uno pareció consolarse con la derrota ajena), la crisis gallega tenía su examen más duro en el 2012. No va a ser tarea sencilla, pero la casa ya tiene a día de hoy unos cimientos tremendamente sólidos. Por eso, sin guardar los ajos, tocando pino autóctono y cruzando las 28 falanges, es un orgullo volver a ver en lo más alto al fútbol de Galicia en su lucha por retornar al Olimpo. Líder y colíder tras veinticuatro durísimas jornadas. En la Liga Adelante el desenlace nunca llega antes de tiempo, pero se han ganado el derecho a poner el albariño en la nevera. El 'Nunca Máis en Segunda', cada día más cerca.
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