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No tendríamos excusa

La necesidad del desarrollo de nuevas políticas urbanas
Pablo Manuel Millán
miércoles, 15 de febrero de 2012, 08:56 h (CET)

Sevilla, vista aerea
Vista aérea de Sevilla


Está claro que partir de una definición de lo ‘urbano’ es una ardua tarea que nos lleva a seguir asumiendo la dualidad del concepto: el ámbito donde se dan cita una serie de prácticas o actividades y los procesos sociales que se desarrollan en dicho ámbito. No cabe duda, eso sí, de que el modelo físico condiciona estos procesos, estos modos de vida. Ahí radica la importancia de un soporte físico que ha de ser el contenedor de una sociedad. Partiendo de esta premisa cabe preguntarse, si ha cambiado la sociedad… ¿quién cambia el soporte?

Nadie pone en duda que la sociedad evoluciona, cambia, avanza en un sentido u otro pero, en definitiva, se mueve. Transformaciones tan importantes como los procesos migratorios de estos últimos años o el aumento del tamaño de las ciudades, han dejado su impronta en un modelo urbano que se ha mantenido estoicamente por el interés de las administraciones locales más que por la idoneidad del mismo. Si pudiéramos denunciar al presente modelo urbano de ciudad por el resultado de las ciudades contemporáneas, ya sería hora de de acercarlo al patíbulo. Pero no ha habido ninguna voz discordante.

Aquí, como si de una escena del Lazarillo se tratara, alguien se las ha comido de tres en tres mientras  observaba al ciego hacerlo de dos en dos. El modelo actual se ha sostenido gracias a los muchos réditos, en su mayoría económicos,  que se han ido canalizando hacia las arcas municipales y que hicieron de ello su modus vivendi. Nadie se planteaba si esos desarrollos eran los necesarios o no, simplemente se hacían por la inercia de una economía y un sistema legislativo que lo respaldaba.

Las actuales políticas urbanas, delegadas a las comunidades autónomas y centralizadas en los gobiernos locales, han ido considerando sus áreas de ordenación como individualidades, en la mayoría de los casos, inconexas entre sí. Teniendo en cuenta que, actualmente, la movilidad es uno de los principales indicadores de sostenibilidad urbana, ha sido un gran error separar realidades que siembre han tenido que ser planificadas como un todo. Igualmente, no se ha tenido conciencia de la importancia del criterio de los entes planificadores al generar un determinado  modelo de crecimiento. La ciudad, como soporte responsable de políticas sociales, ha generado por sí sola mecanismos de expulsión y segregación social.
   
Estas mismas políticas urbanas no pueden ser pensadas ya desde la individualidad de lo local. Han de saber trascender a escalas mayores, donde las redes de ciudades empiezan a cobrar importancia. Quizá habría que plantearse la gestión desde estas áreas de mayor nivel, optimizando recursos mediante la eliminación de administraciones urbanas locales y ganando así una visión de territorio, un concepto éste que se hace necesario incluir en la planificación. Por ello, en este contexto de austeridad, será preciso establecer en toda política urbana un triedro: política social, competitividad y sostenibilidad económica.
   
Sería una buena iniciativa, dentro de un plan de medidas de ahorro, plantearse un nuevo modelo en la gestión de la acción urbanizadora. De no ser así, estaremos simplemente esperando retomar una economía que alimente y despierte a la ‘bestia dormida’. Y tras la experiencia vivida, ahora sí… no tendríamos excusa.
 
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