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Boxeo femenino afgano, un hecho sin parangón | |||||
Las mujeres del Equipo Nacional de Boxeo de Afganistán entrenan soñando con títulos y victorias, a pesar de vivir en una sociedad que no las comprende. | |||||
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Son alrededor de una veintena y no superan los 19 años. Entrenan en un pequeño gimnasio del Estadio Olímpico de Ghazni, a las afueras de Kabul, ahora reformado y reconstruido para deleite de los deportistas afganos, pero que sigue envuelto por un alo siniestro. En este lugar los Talibán ejecutaron sumariamente a miles de personas, en especial mujeres acusadas de infidelidad. “El equipo empezó en 2005 y desde entonces hemos progresado mucho. Algunas de las chicas han ganado medallas y eso ha vuelto a poner a Afganistán en el mapa del boxeo mundial”, comenta el entrenador, Sabir Sharifi, en su día también boxeador. “Pero este gimnasio es demasiado pequeño, y ni si quiera tenemos un ring para entrenar y para llevar a cabo los combates. Además contamos con muy poco equipo, así que siempre estamos improvisando, aunque el Gobierno nos ha prometido un nuevo gimnasio y el equipo necesario”, añade no muy convencido de sus propias palabras pero manteniendo la sonrisa. Hasta ahora muy pocos conocían la existencia del equipo, y no fue hasta que la boxeadora afgana Sadaf Rahimi saltó a la fama tras clasificarse para los Juegos Olímpicos de Londres 2012 que el mundo se dio cuenta de la fortaleza, disciplina y sacrificio de estas mujeres.
“Al principio mi familia, especialmente mi padre, no aceptaba mucho que practicásemos este deporte, pero después de las primeras victorias empezó a valorar el esfuerzo y ahora es un gran defensor de nuestro trabajo”, dice Sadaf a la vez que saluda a su hermana mayor, Shabnam Rahimi, campeona de Turkmenistán, y que acaba de entrar en el gimnasio. Para esta familia el boxeo es un deporte que se lleva en la sangre puesto que la más pequeña de las tres también entrena con el objetivo de clasificarse en los próximos Juegos Asiáticos. Una afición que Sadaf describe como “problemática ya que muchos hombres en este país no aceptan que las mujeres practiquemos este deporte”. De hecho, algunos de los sectores más radicales del extremismo Islámico afgano aseguran que lo que estas luchadoras están haciendo es un pecado, y motivo por el que toda la familia ha recibido diversas amenazas de muerte. A lo que Shabnam comenta que “no nos detendrá ni hará que dejemos de hacer lo que más nos gusta”. La veintena de boxeadoras entrenan tres días a la semana. Un vehículo las recoge en su casa y las devuelve después. Esta es la única medida de seguridad con la que cuentan. Los entrenamientos empiezan con ejercicio físico, todas vestidas con ropa de deporte que cubre todo el cuerpo y algunas con un pañuelo para cubrirse el pelo. Cosa que no es un problema durante las competiciones en las que están obligadas a llevar casco protector. Seguidamente realizan ejercicios para perfeccionar el juego de piernas, la coordinación y la estrategia, para después pasar al saco ya enguantadas y preparadas para golpear duro. El gimnasio sólo tiene tres sacos así que la veintena de chicas se turna de cinco en cinco para golpear en dos de los sacos, mientras Sadaf se ejercita a solas en el tercero seria y con la mirada de púgil encabritado mientras su hermana sujeta el saco. Y entonces llega el momento de los combates. Hermana contra hermana Como éste es el único equipo de boxeo del país y el gimnasio no da para un ring las chicas forman dos filas frente a frente y luchan a pocos metros de distancia en parejas y con una intensidad digna de cualquier evento profesional. No todas tienen el mismo nivel, lo que significa que para las hermanas campeonas y un par de chicas más ellas son todos los oponentes que verán hasta que salgan a competir fuera de Afganistán. Además, la clasificada para Londres 2012 tiene una potencia tal que sólo su hermana mayor y otra chica pueden contener la embestida. Cuando el combate entre las dos hermanas llega las demás se apartan ya que éste se intensifica y los golpes se endurecen más y más. Sin compasión, sin lazos familiares que valgan, cuando danzan al son de los guantes combaten con todo el corazón y hasta la victoria. “No me importa luchar contra mi hermana pequeña, si le ayudo a ganar más títulos es un orgullo para mí y para nuestro país”, comenta la mayor al finalizar el combate. “Estamos muy orgullosos de que vaya a los Juegos Olímpicos para defender nuestra tierra, y para demostrar que una mujer Afgana también es capaz de llevar el nombre de nuestro país hasta lo más alto”, añade. El próximo combate de Sadaf Rahimi tendrá lugar el próximo Mayo en China. Gane o pierda su clasificación para los Juegos Olímpicos está asegurada. “Eso no me importa, siempre quiero ganar y demostrarle a mi país que las mujeres también son un orgullo para Afganistán”, sentencia sin perder una sonrisa llena de vida, optimismo y orgullo. Amador Guallar Photo Web Site |
Este deporte siempre ha estado rodeado por una mística muy especial, se asocia a una forma de salir de la vulnerabilidad en entornos más humildes. En otros contextos, es una buena opción para ganar en protección, en autodefensa, y con ello en autoestima y confianza. En los últimos años, es tendencia practicar este deporte pero sin enfrentarse a golpes por parte de un contrincante.
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