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Castellano, por favor, señor juez

La inmersión lingüística es su razón de ser y una de las principales líneas rojas trazadas por el lumpen nacionalista – que no olvidemos utiliza la lengua como herramienta política para sus fines- impidiendo mediante el victimismo, la manipulación y la coacción que nadie se atreva a cuestionarlo, con la muerte civil como destino en algunos casos
Javier Montilla
viernes, 9 de marzo de 2012, 08:36 h (CET)
Andan las hordas nacionalistas exaltadas con la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña avalando la inmersión lingüística en catalán e impidiendo que el español pueda ser lengua vehicular en la enseñanza en Cataluña. El dictamen está claro, quien quiera que sus hijos se ilustren (que no es lo mismo que aprender) en español en Cataluña tendrá que reclamarlo, casi con la mirada hacia abajo, sintiendo vergüenza y pidiendo perdón, en un juzgado. ¿Pero en qué nación cabe que alguien tenga que pedir ante un juez que le auxilie para que pueda estudiar en la lengua común del país? En la misma nación en que cinco sentencias del Tribunal Supremo no tienen cabida en una parte de esa misma nación. Rara excepción sui generis.  

Lo más vergonzoso de todo, no es que un Tribunal se rinda ante la presión, la cantinela y la imposición de los de siempre. Lo más triste es la postura del Partido Popular, acostumbrado a jugar a su eterna dualidad, máxime ahora que forma parte del establishment oficioso catalán. Porque hay que ver lo contenta que anda Alicia –más Croft que nunca- con eso de ser la virreineta de Cataluña. Luego, cómo se van a arriesgar, por ende, a ser considerados impertinentes ante el respetable catalán si ya han dejado el puesto honorífico de inadaptados –el nuevo leitmotiv que utiliza la logia nacionalista para tildar a aquellos que defendemos el bilingüismo (y trilingüismo) en las escuelas- a Ciudadanos. Consigna clara. No hagamos mucho ruido y dejemos el cargo de apestados a Rivera y demás adláteres.

Y claro, visto lo visto, salió eufórico un  Artur Mas –viéndose como Gandhi de la causa- diciendo aquello de que estamos donde estábamos y no nos moveremos de aquí. Nada nuevo. La inmersión lingüística es su razón de ser y una de las principales líneas rojas trazadas por el lumpen nacionalista – que no olvidemos utiliza la lengua como herramienta política para sus fines-  impidiendo mediante el victimismo, la manipulación y la coacción que nadie se atreva a cuestionarlo, con la muerte civil como destino en algunos casos.

 Así, jugando a ser un creador de los guiñoles, manipulados a su antojo y semejanza han surgido mariachis como Som Escola o Escola en Català, tuteladas por una consejera de educación, Irene Rigau, obsesionada con ser Mary Santpere sin llegar al talento de la cómica catalana, el Molt Honorable ha callado ante el aquelarre propio del nacionalismo más enfermizo que se ha jactado de enviar correos electrónicos y llamado a la rebelión con manifestaciones delante de la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, para advertir a los magistrados de que si tocaban la inmersión lingüística emplazarían a la guerra.

Con todo, las palabras de Rigau defendiendo la atención individualizada –dícese de traducir algunas frases al castellano durante las clases- a los hijos de los padres que lo pidan, y únicamente en la educación infantil, es una burla cuando no una humillación propia del provincianismo más indecente. Porque lo que supondrá, al fin y a la postre, es una cruel afrenta hacia los niños, que serán mostrados a todos como la mujer barbuda en una caseta de feria. Y de esta forma, los nacionalistas podrán señalar con el dedo a aquellos alumnos que quieran aprender español en la escuela.

Tal vez sea necesario para la tranquilidad de los padres que la ínclita señora Rigau nos explique si el niño irá con la estrella de David, con orejas de burro, o con un punto rojo en el expediente. Porque me temo que en esta locura sin fin, todo es posible.

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