Japón conmemora este domingo el primer aniversario del mayor desastre natural de toda su historia: el seísmo de 9,0 grados registrado el 11 de marzo de 2011, conocido como el Gran Terremoto del Este de Japón, desencadenante de un gigantesco tsunami que arrasó la costa este del país, y que dañó de forma irreparable la central nuclear de Fukushima hasta provocar una crisis nuclear como no había visto el mundo desde Chernobil.
El país recuerda hoy a sus más de 15.800 muertos --a los que hay que sumar más de 3.000 desaparecidos-- antes de proseguir con una larga y costosísima tarea de reconstrucción, tanto física como moral. Unos 120.000 hogares y edificios resultaron destruidos y se estima que el coste total de daños asciende a 220.000 millones de dólares (unos 167.000 millones de euros), en el desastre natural más costoso de todos los tiempos.
Miles de personas esperan además recibir la compensación prometida por la compañía gestora de la planta de Fukushima, la Tokyo Electric Power Co.. La lentitud de las indemnizaciones refleja la falta de flexibilidad a la hora de decidir los pagos, en especial a los propietarios de las tierras afectadas por la crisis nuclear. La compañía, mientras, sigue recibiendo partidas de ayuda oficial para completar su programa de compensaciones, que se estima en casi 16.000 millones de euros, según informaron fuentes cercanas al procedimiento a la agencia oficial de noticias japonesa Kyodo.
A pesar de los graves daños, la economía nipona se contrajo siete décimas en el conjunto del año 2011 dos décimas menos de lo estimado inicialmente. En el último trimestre del año pasado, la economía registró una contracción de dos décimas respecto a los tres meses anteriores, lo que supone un mejora de cuatro décimas respecto a la primera estimación del 0,6%, según reflejan los datos publicados por el Gobierno japonés.
La ceremonia principal ha tenido lugar en el Teatro Nacional del Centro de Tokio, donde el emperador Akihito ha presidido un homenaje a los fallecidos a pesar de las recomendaciones de su equipo médico, que le ha recomendado reposo tras ser dado de alta la semana pasada por una operación de bypass coronario.
Junto a él ha estado el primer ministro Yoshihiko Noda, quien ha heredado las tareas de gestión de la crisis de manos de su predecesor, Naoto Kan. Criticado por su lenta y confusa respuesta al desastre y finalmente incapaz de superar los conflictos internos de su partido, Kan presentó su dimisión el pasado 25 de agosto.
Al margen de la ceremonia principal, se esperan simulacros de evacuación en numerosos puntos del país. Algunos de ellos introducirán una alerta nuclear similar a la emitida en Fukushima. Los trabajadores de la planta, mientras, mantendrán un minuto de silencio y la compañía emitirá un nuevo mensaje de disculpa por su responsabilidad en el desastre nuclear.
Una vez terminados los eventos, proseguirán las tareas de reconstrucción, en particular en las prefecturas más afectadas, como Iwate --particularmente la ciudad de Rikuzentakata, completamente devorada por las aguas--, Miyagi o la propia Fukushima, donde 160.000 de los evacuados siguen sin poder regresar a sus hogares, sin perspectivas de poder hacerlo en un futuro cercano por los elevados índices de radiación que todavía se registran.
El desastre que comenzó el pasado 11 de marzo a las 14.46 de la tarde --07.46 de la mañana en España-- se caracteriza por ser una de las catástrofes mejor documentadas de la historia. A las pocas horas del seísmo, decenas de vídeos grabados por testigos del seísmo y del tsunami aparecían en Internet mientras el microblog Twitter se llenaba de referencias al desastre, que se convirtió en el tercer tema de conversación del año por número de menciones.
La conciencia internacional que despertó el desastre contrastó con la confusión reinante entre el Gobierno, los servicios de emergencias y los operadores de la planta de Fukushima. Documentos revelados ayer demuestran que las autoridades sabían de la posibilidad de una fusión en alguno de los reactores poco tiempo después de declararse la alerta inicial.
"Si las temperaturas del reactor siguen subiendo durante las próximas ocho horas, hay posibilidad de una fusión descontrolada", declaró un oficial durante la primera reunión del Gabinete de emergencia, solo cuatro horas después del seísmo, según documentos divulgados ayer viernes y recogidos por 'The Huffington Post'.
El propio director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Yukiya Amano, aseguró en su día que la crisis de Fukushima no solo se debió a un desastre natural. En opinión del máximo responsable de la agencia nuclear de Naciones Unidas, los canales de mando no estaban lo suficientemente definidos y los planes de respuesta, desintegrados de la realidad.
Amano también denunció a la operadora por haber descuidado las tareas de mantenimiento, así como la falta de preparación de sus técnicos ante una crisis de semejante envergadura.
No obstante, Amano ha afirmado que en el último año se han dado pasos significativos para reforzar la seguridad nuclear. "La seguridad nuclear es mejor que hace un año", ha asegurado. "Sabemos qué fue mal y tenemos una idea clara de lo que hay que hacer para abordar las causas, no sólo en Japón, sino en otras partes del mundo".
En los meses posteriores, Alemania, Suiza y Bélgica decidieron abandonar la energía nuclear y fomentar las fuentes de energía renovables.
La AIEA ha reconocido en el comunicado que el accidente del año pasado fue un duro golpe para el sector de la energía atómica, los reguladores y los gobiernos, pero ha añadido que se puede hacer mucho para impedir que se repitiera.
"Fue ocasionado por una gran fuerza de la naturaleza, pero fue la debilidad de las medidas para afrontar peligros naturales, la supervisión regulatoria, la gestión de accidentes y la respuesta de emergencia lo que permitió que ocurriera de aquella manera", según el organismo de la ONU.
Pero Greenpeace, que se opone a la energía nuclear por cuestiones de seguridad, ha dicho que no parece que se hayan aprendido "lecciones reales" tras el desastre de Fukushima. "La industria y los políticos de todo el mundo rápidamente llevaron a cabo las llamadas pruebas de resistencia y concluyeron que ningún reactor en el mundo es inseguro y ha de cerrarse", ha recordado a Reuters Jan Beranek, responsable de la campaña nuclear de Greenpeace.
Mientras, la ONG Save the Children ha divulgado este jueves un estudio que revela que un año después del terremoto y del posterior tsunami, los niños tienen miedo a jugar en la calle y sufren los efectos psicológicos de cambiarse de casa o de escuela.
"Para los niños y niñas afectados por la crisis nuclear de Fukushima, el impacto del desastre ha sido triple: el terremoto, el tsunami y la crisis nuclear. Un año después la mayoría de los niños y niñas entrevistados han afirmado tener miedo a jugar en la calle y a los peligros invisibles de la radiación", ha informado la organización a través de un comunicado.
Según la ONG, más de 300.000 personas permanecen en hogares temporales y muchos padres y madres aún no han logrado encontrar un trabajo fijo tras el tsunami. Más de 1.500 niños han perdido a un padre, o a los dos, en la catástrofe.
Además unas 7.000 escuelas quedaron destruidas, lo que provocó un impacto directo en la educación de los niños. Hoy todos han vuelto a clase, pero unos 25.000 han cambiado de escuela al haber tenido que abandonar sus hogares, devastados por el desastre.
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