Vivimos en un tiempo en el que parece o se crea la necesidad de estar conectado, siempre listo para hacer o recibir una llamada o mensaje. Las compañías de telefonía nos bombardean, nos invitan y nos animan a organizar toda nuestra vida entorno al teléfono móvil. Nos venden un modelo de vida más fácil, más dinámico, más cómodo con la ayuda del móvil. No es una novedad si les digo que a estas alturas nadie podría argumentar que no encuentra un teléfono que se adapte a sus exigencias, el mercado está repleto de una variedad incalculable de móviles. Los hay pequeños, grandes, de colores, combinados con las gafas o abrigos, para el verano, el invierno o la primavera, táctiles o con teclas, con pantalla grande para los mayores. En definitiva “diga usted cual es su necesidad que tenemos un móvil apto para suplir ese problema”. La inmersión en el mercado de los modelos de última generación, que son como pequeños ordenadores, con prestaciones para almacenar fotografías, videos, documentos de Word, pdf, integración de las redes sociales, agenda con múltiples categorizaciones de los contactos, sistemas de navegación y actualización de softwares libres o asociados a la compañía que cada cual contrata, hace del móvil una herramienta imprescindible. Una vida socio-tecnológica que si no es por elección propia, a veces acaba siendo impuesta, una existencia organizada y estructurada a través de un aparato que ocupa un recóndito lugar en el bolsillo del pantalón o del bolso. Pero el otro día, mi amigo fiel tenía problemas con la pantalla, se oscurecía de repente y no conseguía articular sonido. Preocupado lo llevé al servicio de asistencia técnica de Vodafone para que me diesen una solución, que fue mandar a mi pequeño amigo a un centro especializado. Pasados diez días me reencuentro de nuevo con mi compañero, eso me llena de alegría, vuelvo a mi vida activa, el trabajo, los amigos, los recuerdos y los asuntos pendientes. Pero mi amigo se muestra distante, vacío, sin contenido, una hoja en blanco. Vodafone reseteó el software y le produjo un coma inducido que lo ha dejado limpio. Ahora, con tristeza y paciencia, yo soy su pequeño recordatorio, su memoria, y él pausadamente va introduciendo los datos que yo le ayudo a recordar: números de teléfono, fechas de cumpleaños, aniversarios de boda, citas, reuniones, etc. Llegados a este punto me pregunto: ¿la compañía, con el fin de mejorar el servicio al cliente, no podía haber mandado un mensaje de texto informando de las consecuencias de la reparación? En mi opinión, será legal y política de empresa dicho proceder, pero esta vez Vodafone ha fallado con un servicio rápido, pero no eficaz.
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