El Real Madrid se ha proclamado campeón de Liga, la 32º de su historia, tras vencer al Athletic Club en un partido que únicamente tuvo protagonismo merengue y que se decidió bien pronto, en apenas 20 minutos, con goles de Higuaín y Ozil, lo que culmina una notable temporada blanca.
"Es merecido campeón. Es justo vencedor", así habló Bielsa en la previa del partido. Lo que parecía un imposible hace dos años, se hizo realidad. El Real Madrid ha puesto freno al mejor Barça de la historia, al indestructible equipo de Guardiola, el mismo que ha cambiado el curso del juego, que ha reinventado este deporte.
Dicen que mientras "más grande es el desafío, más dulce es la victoria". Eso es lo que le ha pasado al Real Madrid, que ya no se fija en los árbitros desde que ganó en el Camp Nou. Con un fútbol directo, aunque a veces timorato, y el don de una sobresaliente pegada, el Real Madrid salió de la 'Catedral' con la Liga bajo el brazo.
Para allanar la conquista, la historia quería recompensar a Gonzalo Higuaín --últimamente en el disparadero--. El argentino, quien desprende en sus palabras falta de cariño en Chamartín, fue el elegido para abrir el camino hacia un nuevo título de Liga, al igual que hace tres años en el Reyno de Navarra.
Entonces fue ante Osasuna, con Schuster en el banquillo. Este miércoles le tocó el turno a San Mamés, que enmudeció con el soberbio gol del 'pipita'. Socio del esfuerzo y al servicio del madridismo ha podido meter uno de sus últimos goles como jugador del Real Madrid. De bandera, por cierto, por su impecable ejecución.
Higuaín, además, llegó al auxilio de Cristiano Ronaldo, que había fallado un penalti al cuarto de hora. "No te preocupes", le dijo el argentino en voz baja. "Ahora lo arreglo yo". Y así fue, un balón enmarañado en tres cuartos de campo y zapatazo a la escuadra del ariete de origen francés.
El '7', obsesionado por exagerar su desasosiego por el penalti fallado, recuperó sus constantes vitales en la segunda mitad. Hasta entonces brilló todo el equipo menos él, acostumbrado al más alto nivel. Ozil fue el mejor ejemplo, que marcó el segundo tras una jugada milimétrica para terminar de matar las intenciones rojiblancas. Entre medias, un penalti de Khedira que pudo haber cambiado el rumbo.
Unas manos del alemán en el área blanca hicieron estallar a la grada bilbaína, acostumbrada al éxito y definida por su buen paladar. Dio muestras De Marcos, excelente, además de un relevante Ibai Gómez, que buscó las cosquillas a Casillas a balón parado. Pero no hubo forma de derribar la defensa madridista.
Nada más comenzar la segunda mitad, el equipo de José Mourinho pasó sus peores momentos, pero Cristiano acudió al rescate con un testarazo que calmó su insaciable apetito. El centro de Xabi Alonso, que cuajó un gran envite, fue peinado por el '7', que no perdonó a escasos metros de la línea de gol.
Quedaba mucho tiempo, pero los leones no tenían fuerzas para plantearse la remontada. La empresa estaba demasiada empinada y la final de la Europa League planeaba de fondo. Sólo De Marcos se atrevió a quebrar la tranquilidad de la portería de Casillas con un zarpazo desde 40 metros. No hubo más pese a que Cristiano tuvo el segundo y el tercero, incluso Benzema, que jugó sin acierto los últimos 15 miuntos.
Pero todo esto daba igual. La Liga estaba en la buchaca y sólo quedaba celebrarlo. La infausta eliminación de la 'Champions' ante el Bayern y la escaramuza defensiva de su técnico en el cruce ante el Barcelona --de la Copa del Rey-- se han borrado de la memoria por un título mayúsculo que, cuanto menos, cuestiona el dominio del fútbol nacional.
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