François Hollande, elegido Presidente de la República Francesa con su
lema del cambio europeo, se enfrenta ahora a dos dos agendas
superpuestas de difícil conciliación. En el frente interno aborda unas
elecciones legislativas en las que sus oponentes esperan ávidos algún
signo de debilidad o renuncia a sus promesas. Y en el ámbito
internacional, la situación demanda todo lo contrario, ya que el nuevo
presidente tendrá que encontrar un modo de convivencia con sus socios
europeos, especialmente Alemania, en el que es difícil imaginar que
François Hollande, ya en el cargo, vaya a convertirse en la bestia
negra de Merkel, liderar un frente anti BCE y poner patas arriba el
actual pacto europeo de consolidación fiscal. Claro, eso salvo que
François Hollande no sea el tipo tan "normal" que él mismo ha
defendido durante su campaña.
Aunque todavía no se ha fijado la fecha para el traspaso de poderes,
teniendo en cuenta que el mandato de Sarkozy finaliza oficialmente el 15
de mayo, éste será en los próximos días, siendo la primera decisión
política del nuevo Presidente el nombramiento de su Primer Ministro,
encargado de la formación de un gobierno interino en funciones hasta
las elecciones legislativas, que tendrán lugar los días 10 y 17 de
junio, en primera y segunda vuelta para elegir a los miembros del
parlamento. Esto quiere decir que, si quiere asegurar un buen resultado
electoral y dada la ajustada victoria de François Hollande (con una
ventaja mucho más estrecha de lo previsto por los sondeos de opinión,
que le daban un 53% en la semana antes de la votación y un 54,5% una
semana antes), el nuevo Presidente está obligado a mantener durante las
próximas semanas la misma retórica y las propuestas que le permitieron
movilizar a sus electores.
Aunque hasta la fecha fecha el partido que ha ganado la Presidencia
siempre ha logrado la mayoría absoluta en el parlamento tras las
elecciones legislativas inmediatamente posteriores, no faltan ejemplos
de situaciones en las que esta mayoría se ha visto amenazada en el
pasado, como ya sucedió en 1988 y en 2007. Así que aunque el riesgo de
una cohabitación entre un presidente socialista y un Parlamento
dominado por la derecha parece ser bajo, los socialistas franceses no
pueden arriesgar la mayoría parlamentaria que necesita para asegurarse
el control de casi todos los resortes del poder (actualmente dominan el
Senado, la mayoría de las regiones y 15 de las 20 principales ciudades
francesas).
En cuanto a la agenda internacional de Hollande, su primer viaje será a
Berlín, probablemente alrededor del 16 de mayo, para escenificar que
trata de convencer a su socio alemán que su concepción de crecimiento
es compatible con el pacto fiscal, algo que no resultará fácil, pues
su oposición a la actual política de austeridad fiscal fue uno de los
componentes clave de su campaña. No olvidemos además que cuando el
presidente del BCE, con una postura similar a la germana al respecto, se
sumaba a un "pacto de crecimiento", se refiere ante todo una defensa de
las reformas estructurales a medio plazo y cuyo requisito previo es el
saneamiento de las finanzas públicas al que Hollande atacaba durante la
campaña. Ni hace falta decir que las llamadas a una monetización de la
deuda pública por el BCE (una idea que se expresa de manera insistente
desde el Partido Socialista francés) son un brindis al sol y no tienen
ninguna posibilidad de éxito?
Siguiendo con la agenda internacional, los socios europeos tienen hasta
la reunión del Consejo de la UE del 28-29 de junio (posterior a una
cumbre informal preparatoria que tendrá lugar probablemente hacia
finales de mayo) para llegar a un compromiso, seguramente lleno de
declaraciones de intenciones grandilocuentes que sin embargo no
servirán para obrar el milagro de adelantar el final de la crisis.
Y al mismo tiempo que Hollande viaja a Alemania y se esfuerza por obrar
el cambio en Europa, hasta que llegue la fecha de las elecciones
legislativas, el nuevo Gobierno interino francés llevará a cabo los
primeros decretos legislativos que, entre otros y de acuerdo a las
declaraciones previas de Hollande, y sin perder de vista su horizonte
electoral doméstico, incluirán decisiones como la reducción del 30%
en el sueldo del Presidente y sus ministros, la congelación temporal de
los precios de los carburantes, un aumento del presupuesto de
educación, el anuncio de la retirada de las tropas de Afganistán a
finales de 2012 o la modificación de la edad de jubilación a la edad
de 60 años para trabajadores con suficiente tiempo cotizado... Todo un
regalo para el gusto de Merkel y de los asustadizos inversores.
Pero ahí no quedará todo, porque en el mes de julio deberían
iniciarse las sesiones parlamentarias y con ello la propia acción
legislativa, que podría abordar temas como cambios en el impuesto de
sociedades, el establecimiento de un impuesto adicional sobre los bancos
y las compañías petroleras, la creación de una tasa impositiva del
75% para contribuyentes con ingresos anuales superiores al millón de
euros, la marcha atrás en la subida del IVA recientemente votada para
financiar la seguridad social, la separación de las actividades
bancarias por cuenta propia (las denominan "especulativas", sin que
nadie sepa muy bien el alcance concreto de esta propuesta), el
planteamiento de un debate sobre la energía nuclear, o el incremento de
la plantilla de funcionarios en educación.
A nadie se le escapa que la aplicación de estas medidas no será
fácil, a menos que el nuevo Presidente decida hacer caso omiso de la
situación económica de Francia, y olvidarse de mantener buenas
relaciones con los socios e inversores europeos, lo que sin duda
provocaría la pérdida de las actuales condiciones de financiación,
sin duda ventajosas teniendo en cuenta la situación económica
francesa. Así que en algún momento Hollande tendrá que elegir entre
mantener la actual estabilidad financiera francesa, aun a riesgo de
limitar aún más los estrechos márgenes de maniobra de la política
económica, o bien mantener sus promesas electorales y poner en jaque la
posición central en Europa que actualmente ocupa Francia, con todo lo
que ello representa.
Serán sin duda unas semanas interesantes desde el punto de vista
político y económico.
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