Aceptar la edad significa no volverse viejo. Pues quien en la juventud y en la mitad de su
vida reflexiona conscientemente sobre los valores más elevados de la vida, aspirando
también a ellos, en la vejez seguirá siendo dinámico y juvenil. El ser humano es al fin y al
cabo un cuerpo de pensamientos, lo que significa que en aquello que piensa usted una y otra
vez, en eso se convertirá.
El volverse viejo comienza con el quejarse mucho de lo penosa que es la vida terrenal: que si
pasa muy deprisa, que si los bienes acumulados se desvanecen demasiado rápido, que si la
existencia también se desvanece y al final de la vida uno está solo, que si este o aquel
destrozó lo bello que había en mi vida, que si la juventud fue muy dulce pero corta etc. Pero
reflexione: los lamentos y quejas de una persona así sólo se refieren a lo temporal.
Estimado lector sepa que quien únicamente gira en torno a sí mismo, ese es viejo, no
importa cuantos años tenga. Las personas que sólo se ocupan de sí mismas no han vivido su
vida ni en la juventud ni en la mitad de su vida. Se han dejado llevar por sus pensamientos,
por sus deseos, añoranzas, ideas y pasiones, y día tras día desde la mañana a la noche han
estado ocupados sólo de sí mismas y de sus mecanismos de conquistas materiales.
La edad en años no debería asociarse a la vejez, pues una persona de edad puede cumplirse
muchas cosas si en su juventud tuvo en sus manos las riendas de su vida. Si desde el
corazón uno pudiera dirigirse a su juventud, podríamos decirle: “Aprovecha cada etapa de la
vida para tu crecimiento y madurez espiritual, pues madurez espiritual significa que en la
vejez tendrás felicidad y una vida con sentido”.
A la persona que en su juventud y hacia la mitad de su vida haya aspirado a una formación
mas elevada de su carácter, también le resultará posible cortar en la vejez la rosa de su
vida, lo que significa surtirse cada día más del manantial de la vida, pues la vejez vivida no
conocer renuncias, sino el cumplimiento de la vida. Las personas de edad ejercitadas en
aprender, hacen que en la vejez se aviven los tiempos valiosos y hermosos de la juventud,
que las conducen cada vez más hacia el interior, hacia el hogar eterno.
En algún momento cada uno de nosotros sentirá y comprenderá que sólo somos huéspedes
en esta Tierra, que no podemos guardar ni conservar nada porque para cada uno de
nosotros llegará la hora en la que tendrá que dejarlo todo, la riqueza pero también la
pobreza. Sólo la vida verdadera vivida tiene significado, no así el placer por la vida terrenal.
El rendimiento del cuerpo va cediendo con los años, esto es una ley natural. Sin embargo el
espíritu permanece despierto y permanece vivo en lo más interno de la persona. Quien no
haya dejado nunca de exigirse a sí mismo, considerando y aceptando los acontecimientos del
día como tareas y como pasos de aprendizaje, en la edad avanzada encontrará una
renovación espiritual y experimentará la realidad, con la que se gana vida. Sepa que nunca
es demasiado tarde para encontrar lo bueno en sí mismo, en sí misma, pues la vida no viene
del exterior sino del interior. La verdadera vida nos regala paz y certeza interna que
enriquecen la calidad de vida de la persona. El entender, analizar y vivir el día otorga
seguridad interna y fascinación. Este es el camino hacia el Reino de Dios, pues toda persona
es solo huésped en esta Tierra.
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