Hay veces en que la realidad se convierte e noticia por sí misma. Ante
ello, únicamente cabe dar testimonio y, como mucho, fijarse en alguna
circunstancia que amplíe el hecho noticioso. A ello vamos:
Se celebraba la Sesión número 68 del Pleno del Congreso de los
Diputados en el Palacio de las Cortes de la Carrera de San Jerónimo. Y, como
es habitual, se iban formulando las preguntas al Gobierno. El Presidente Rajoy
había respondido las de Margarita Robles, Pablo Iglesias y Albert Rivera.
Ciñendo a la primera a la realidad, recomendando a Iglesias que prepare los
temas (para no confundir, como hizo, el ‘Rescate de la Banca’ con la defensa
de la propiedad de impositores) y matizando a Rivera su interés por debatir la
Reforma de la Constitución (‘Estoy dispuesto a estudiar la reforma, pero lo
prioritario hoy es defender la Constitución’).
Había seguido la pregunta a la Vicepresidenta de Francesc Domènech; y
ésta había afirmado que democracia es cumplir la ley antes de hacer una
sugerencia: Deje de tomar al PP como coartada para sus indecisiones. Más
que pedir comparecencias, aclárense si van a ser demócratas a tiempo
completo o a tiempo parcial. No confundan.
Y llegó la segunda de las hechas a la Vicepresidenta. La hacía Gabriel
Rufián, del Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana: “¿Por qué dice la
vicepresidencia que una votación parlamentaria catalana supone la muerte de
la democracia?”. La vicepresidenta confesó sorprenderse por el tono y esperó.
Rufián, en réplica, exhibió una impresora, expuso su visión de la actuación del
Gobierno en Cataluña y acabó, buscando contundencia, afirmando que va a
votar en el Referéndum catalán, que con la impresora puede hacer una
papeleta, que tiene una y va a usarla en privado, que no espera que por ello la
Vicepresidenta le detenga; y sugiriendo que (los del Gobierno) dejen de
perseguir impresoras e impresores y que persigan a corruptos y ladrones.
La réplica de la Vicepresidenta Sáenz de Santamaría, textual, no precisa
aclaración: “El mejor termómetro de la calidad de la democracia es el trato que
se da al discrepante; y (la prueba de que) ésta es una cámara democrática y el
Parlament con la señora Forcadell no lo es ha sido su actuación de hoy. Usted
puede venir aquí a decir lo que quiera... Puede incluso traerse la impresora
para enseñarnos a hacer manualidades para fabricarse el referéndum en casa.
Puede hacer lo que quiera, porque éste es un parlamento democrático. Da la
casualidad de que este gobierno, que tanto critica; este Estado, que tanto le
molesta; y esta democracia, que también le asfixia, le permiten a usted hasta
sus teatrillos semanales. Y lo que vimos en el parlamento de Cataluña el otro
día fue un ejercicio de tiranía que nadie puede defender. No se puede hablar...,
nadie podría hacer nada que no le conviniera a la señora Forcadell y a su
grupo. Si eso es una votación democrática, que venga Montesquieu y lo vea.
La señora Forcadell mató a la democracia y usted viene todos los miércoles
aquí a darle sepultura. Pero, señor Rufián, no se engañe, protegeremos los
derechos de los catalanes, frente a ustedes, que imponen la independencia a
costa de la legalidad, de la democracia y de las libertades, que en España tanto
costó conseguir. Tantos en esta cámara. Muchos antes que usted”
Al terminar, una buena parte de los diputados, no sólo los del Grupo
Parlamentario Popular, aplaudió. Durante 52 segundos.
La Sesión de Control, primera ordinaria tras el verano, queda resumida
en las preguntas al Presidente del Gobierno, las que formularon los diputados
Domènech y Rufián, y las respuestas de la vicepresidenta del Gobierno. Unidas
forman el retrato de la realidad política nacional: Todo condicionado (casi
aparcado), hasta la actividad parlamentaria, por la situación en Cataluña que
condiciona todo. Todo, hasta la esencia de la misma democracia.
Porque, además de lo transcrito, hay algo, importante en el diputado
Rufián que amplía el hecho noticioso: Su esperanza (quizá malintencionada o
bobalicona) de que la Vicepresidenta del Gobierno no le detenga por lo que
dice, matizando, acaso por temor, que su voto en el referéndum va a ser
privado. Esa esperanza no puede quedar difuminada por una postura personal
adornada con sonrisas displicentes que son menos importantes que la cuestión
en sí, la posibilidad de miedo (acaso lanzada como afrenta), el lugar donde se
produjo y el momento.
Porque es grave, y merece atención, que un diputado español propague
como posibilidad que la vicepresidenta del Gobierno pueda detenerlo por lo que
diga o haga. En el Estado de Derecho español, esas son dos eventualidades
que deben ser imposibles. Pero en la Sesión de ayer nadie lo puso en claro.
Acaso no fuera necesario que al diputado se le aclarara nada...
Pero, cuando en el Congreso de los Diputados aparecen las figuras de
una matadora de la democracia y un diputado que puede pretender enterrarla
los miércoles, el diputado pasa a segundo plano. Porque la cuestión no es
personal ni catalana. Es una cuestión general y nacional que importa a todos.
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