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El principio de deseabilidad social: la opresión a la libertad

Es triste y despersonalizado que renunciemos a nuestras características particulares por la presión social
Cude
jueves, 14 de septiembre de 2017, 08:27 h (CET)
El principio de deseabilidad social es la tendencia a comportarse de acuerdo a las expectativas socialmente aceptadas y no conforme a las tendencias individuales reales. En otras palabras, es un concepto que se traduce en el hecho de que una persona lleve a cabo conductas que supuestamente se ajustan al contexto, teniendo en cuenta la amplitud de éste.

La aplicación de este término tiene cabida en muchos ámbitos de la vida. Por ejemplo, se suele llevar una indumentaria diferente para trabajar de juez/a que para hacerlo de educador/a social. Además, desde una perspectiva de género, es un clásico. A modo de ejemplo, en un acto festivo las chicas suelen maquillarse, y en cambio los chicos no.

La pregunta es: ¿Qué se esconde detrás del principio de deseabilidad social? La respuesta es muy sencilla: la opresión de la libertad individual. Es probable, que en general no seamos conscientes de este hecho, ya que “normalizamos” o “naturalizamos” las conductas en función del contexto. No obstante, es triste y despersonalizado que renunciemos a nuestras características particulares por la presión social, teniendo en cuenta que son prácticas tan arraigadas que ni siquiera somos capaces de identificar que es producto de una exigencia a nivel social.

La configuración política del parlamento catalán de la X legislatura es un buen ejemplo para analizar la temática de la indumentaria. Las vestimentas de los dirigentes de los grupos parlamentarios son casi todas producto del principio de deseabilidad social, ya que me resulta difícil pensar que la pluralidad de ideas existente se convierta en homogeneidad casi absoluta en cuanto a la indumentaria. La única excepción se produce en los diputados de la CUP, los cuáles desde esta perspectiva, son más libres.

La pregunta es: ¿Por qué estamos dispuestos a renunciar a una parte de nuestra libertad, y a cambio comportarnos según el principio de deseabilidad social? Por diversas razones, pero en este artículo se expondrán las dos siguientes: en primer lugar, por las sensaciones negativas y las consecuencias que se derivan de ser y/o sentirse rechazado socialmente; y en segundo lugar, porque tenemos una sociedad que en general se rige por unas ideas o premisas no probadas, teniendo en cuenta que éstas son prejuicios fuertemente destructivos.

¿Es necesario que un abogado vaya con traje y corbata? ¿Por qué? ¿Porqué da mejor imagen? ¿Porqué genera una mejor impresión? En el momento en que aceptamos esto, renunciamos a la libertad y a la diversidad. De hecho, estamos legitimando que la confianza depositada en estos profesionales se base en gran parte en su imagen. Claro, es verdad, hay que dar buena imagen. ¿Qué es dar buena imagen? Parece que incluso hemos aceptado un determinado modelo de imagen. ¡Qué triste es el reduccionismo! ¿Por qué un hombre que lleva tres aros en cada oreja no puede dejárselos para una entrevista de trabajo? Porque es probable, o como mínimo así sucede en ocasiones, que se tenga en cuenta como criterio de selección el prejuicio de la imagen, y por lo tanto, es mejor no arriesgarse. ¿La solución es quitarse los aros? Parece que sí, ¿no? Pues yo creo que no, ya que hacer eso es condenarnos a vivir en una sociedad sin sentido. Y es que, no conozco ninguna teoría que haya sido reconocida por su gran aportación a las ciencias sociales que proclame que los hombres que llevan tres aros en cada oreja no realizarán adecuadamente las tareas laborales que les correspondan. De hecho, Karl Popper se reiría de tener que someter esta premisa al falsacionismo.

En definitiva, el principio de deseabilidad social ejerce una opresión inconsciente sobre los individuos. Es necesario un gran cambio a nivel de mentalidad. Hay una larga batalla por delante. En este sentido, serán muchas decisiones individuales las que condenen el hecho de actuar conforme este principio, provocando así que dejemos de ser esclavos del mismo. No obstante, antes de llegar a esta fase, es necesario que como sociedad abramos los ojos y seamos conscientes de este fenómeno.

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